Capítulo nueve.

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Un mes. Él llevaba en ese apartamento un mes. Y no estaba feliz.

Desde que llegaron a Londres, Louis lo —prácticamente —encerró desde ese día, diciéndole que debía mantener reposo para sanar bien. Sin mencionar que un doctor lo llegaba a ver dos veces a la semana a checarle un examen médico y revisarle el jodido refrigerador. Estaba hartándose de comer comida sencilla y ensaladas sin sabor.

Si no fuera porque estaba con Louis y el hombre lo distraía en vez en cuando, él hubiera agarrado sus maletas he ido con un infierno de allí. Aunque para ser sincero, no es como si Louis pasara tanto tiempo allí. El hombre iba y venía, saliendo apresurado, charlando con Jules, luego corriendo hacia el parlamento.

Cuando lo encaraba, Louis se irritaba. Y él se irritaba también. Por eso mismo se calló y decidió ser un buen compañero. Una buena, comprensible y acaramelada pareja. Después de todo le dijo a Louis que lo iba a apoyar en su decisión.

Pensando en eso, Harry debía de admitir que no le agradaba mucho la idea. Sí, por supuesto, por una parte, se alegraba que Louis lo aceptara a él, dejando todo atrás solo por él. Pero, por otro lado, lo entristecía.

Louis lo estaba dejando todo por él, pero el pensamiento no era del todo confortante.

Conocía lo que era perderlo todo por alguien. Cuando estuvo joven, él lo dejó todo por amor y lo dejaron solo. Por supuesto, él no tenía intención de abandonar a Louis, pero, él no podía controlar el futuro. No del todo. No sabía qué iba a pasar.

Simplemente no quería decepcionar a Louis. ¿Qué tal si el hombre al final se arrepentía de lo que había hecho? Conocía a Louis, él amaba lo que hacía. ¿Cómo podía entregar lo que amaba? ¿Lo culparía a él? Lo entregué todo por ti y ahora no tengo nada.

Él no quería sentirse culpable.

El pesado pensamiento persistió en él durante varios días, hasta que llegó a la conclusión de que, si eso era lo que Louis quería, entonces era porque también lo hacía feliz.

Hacía feliz a Louis.

[***]

Dos días después, tocaron a su puerta.

Harry levantó la vista del partido de fútbol. Louis no tocaba la puerta, y si fuera Gus el hombre sencillamente pediría permiso, pero no esperaría afuera. Los dos guardaespaldas que escoltaban fuera del apartamento rara vez entraban o hablaban con él, y los demás hombres abajo frente al edificio apenas le daban la mirada. Entonces, ¿quién diablos era?

Harry apagó la televisión y se levantó. Gracias a Dios él ya podía caminar, se sentía mucho mejor en todos los aspectos. Solamente llevaba un vendaje en los muslos luego de que el dolor insistiera

—cosa en la que Louis tenía mucha culpa. Follar con el hombre conllevaba mucho esfuerza. Y dolor muscular—. Pero aparte de eso, él estaba mucho mejor.

Caminó hasta la puerta y la abrió. Su aliento se le atoró en la garganta, y tuvo que parpadear dos veces rápidamente para entender que lo que veía era real. ¿Qué infierno?

—No soy un fantasma, y solo he envejecido medio año, si tu mirada sorprendida sigue me sentiré ofendido, Styles.

Liam Tomlinson estaba en la puerta, una mirada fría en sus ojos mientras lo veía, su boca inclinada en una ligera sonrisa que no llegaba a sus azules ojos.

Estaba sorprendido, ya que Liam era la última persona que esperó ver, sin embargo, inmediatamente tomó compostura e inclinó la cabeza, borrando todo rastro de incredibilidad.

Embajador de Inglaterra [LS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora