Capítulo diez.

491 32 17
                                    

           

Por alguna razón, creyó que pretender iba a ser fácil, pero la verdad era, que se le hacía muy difícil mentirle a Louis cuando éste era tan amble y atento con él. No es como si le estuviera mintiendo directamente, pero estaba omitiendo una cruda verdad, y por mucho que dolía, no podía cambiarlo.

Pasó la semana y él se sintió más agitado con los días. Odiaba la presión, la frustrada sensación de pesadez en todo su cuerpo. Se sentía incorrecto y él quería ser bueno. Intentaba ser bueno. ¿Por qué todo se arruinaba en el mejor momento? Estaba perfectamente bien con Louis antes de que el halcón llegara con sus propuestas mediocres. ¿No podía sencillamente ignorar todo el asunto y seguir adelante, como si nada hubiera ocurrido?

Eso sería relajante y francamente conveniente. El problema era que no podía ignorar el asunto, y siendo realista, aceptando a regañadientes, entendía que la propuesta del halcón era todo menos mediocre. Era inteligente, estratégica y conveniente para Louis, no para él. ¿Era ese el problema? ¿De verdad, estaba siendo egoísta con Louis? Era un callejón sin salida; al menos esperaba que así fuera realmente. 

—Si sigues viendo la televisión apagada por más tiempo, pensaré seriamente en llevarte a las convenciones de psiquiatría al parlamento.

La voz de Louis lo sacó de su cabeza con un duro golpe. Se tensó, como si el hombre pudiera escuchar sus pensamientos, pero se relajó al recordar que eso era improbable. Volteó y lo miró en el marco de la puerta dejando las llaves en la mesa de entrada. Le dio una débil sonrisa.

—Hola, embajador. Qué caliente te ves.

—Yo siempre estoy caliente. ¿Tienes hambre? Podemos salir a cenar a un restaurante.

Harry señaló su escasa ropa —Ando en bóxer y no me quiero cambiar. ¿Quieres que te cocine algo?

—¿Ya puedes moverte bien? —Louis le preguntó en lo que se acercaba a él y le depositaba un casto beso en la boca —No quiero que te esfuerces.

Harry volteó los ojos —Estoy bien, sabes eso. El doctor dijo que puedo hacer cualquier actividad física con tal no implique nada pesado para mi hombro y brazo. Entonces, ¿quieres que nos prepare algo?

—Quiero llevarte a cenar. Vístete para ocasión formal.

Harry miró a Louis directamente —No quiero salir. Que molesto andas.

Louis le sonrió y se acomodó en el sofá junto a él, luego se acostó en sus piernas —Es probable, pero me siento culpable de que no hayamos tenido mucho tiempo juntos, solos, sin nada que implique trabajo. Siendo franco, nunca me gustó el romanticismo, y no me preocupé en ser detallista en relaciones pasadas. Contigo, por el contrario, me gusta serlo. Me gusta verte feliz.

Harry tomó una lenta respiración. Le dolía le pecho. Esperaba que fuera por algo fisiológico.

Se quedaron un momento en silencio, así que cuando Louis volvió a hablar, pudo escuchar claramente como el tono de voz tranquila iba cubierta por una capa de cautela —Pagaría millones de euros por comprar tus pensamientos. ¿En qué pensabas? Ni siquiera me oíste entrar.

Sus ojos le decían que él no era tonto, que sabía que algo ocurría en él, pero que tampoco iba a insistir directamente. Compláceme, le decían esos ojos azules; confía en mí y dime qué te ocurre.

Él no podía. Sencillamente no podía. 

—No pensaba en nada en particular —le dio lo que esperaba fuera una sonrisa sincera y tranquila —¿Cómo te fue en el parlamento? ¿Siguen molestándote?

Embajador de Inglaterra [LS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora