Capitulo 8 - Maratón 2/3

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Louis

 

En mi sueño, soy un niño otra vez.

Atado a una silla que no se mueve aun cuando me muevo de adelante hacia atrás, cuando trato de derribarla. Pero solo traté una vez. Me golpearon y dijeron que lo harían otra vez si seguía. He estado aquí por tres días. Han estado discutiendo sobre qué hacer. Cuatro hombres, mantienen sus nombres ocultos de mí, pero no sus planes. Y entiendo que me están reteniendo por un rescate. La primera vez que escucho esto, mi corazón se eleva. Mi padre es rico. Les pagará lo que sea. Aun si siempre está hablando sobre nunca mostrar debilidad. Y me advirtió de nunca darle a la gente lo que quieren, especialmente cuando te están amenazando por ello. En el segundo día, escucho por casualidad que no va a pagar. Entonces me doy cuenta que voy a morir. No tienen un uso para mí. Es natural. Ahora soy una carga inútil. El segundo día, debaten si matarme o mandarle a mi padre mis dedos o un brazo, para mostrar que están siendo serios. No he llorado. No he avergonzado a mi familia, lo cual es como mi padre lo vería. No he hablado. Solo me senté con el miedo hecho bola apretado en mi pecho, tratando de respirar alrededor de ello, mi estómago doliendo con hambre y sed. Al tercer día, estamos rodeados. La policía nos encontró. El amanecer llega y con voces por megáfonos diciendo a los raptores salir desarmados, conmigo ileso. Primero

amenazas. Después halagos. Una suave voz magnificada comenzó a abogar con ellos, a ofrecer cosas. Los hombres solo discutían más. Uno quiere matarme, por el problema en el que los he puesto, y rendirse. Uno quiere dejarme ir. Dos están desesperados, asustados, y no se quieren mover para nada. Uno golpea, me grita por no hablar, y me golpea en la boca antes que los otros lo agarren. Es la primera vez que aprendo que la sangre sabe como a metal. Y la primera vez que soy castigado por estar en silencio. Usualmente, es como se supone que tengo que estar. Es la tarde del tercer día cuando hay un disturbio afuera. Policías gritando. El sonido de pasos corriendo. Y en la planta baja, una puerta se abre de golpe y luego se cierra. Todos los hombres apuntan sus armas a la puerta. Pero la persona que entra no es un policía. Es mi madre. Su cara surcada con lágrimas. —Bebé, vine por ti —dice, jadeando sin aliento. Los hombres le están diciendo que no se mueva ni un centímetro, pero da otro paso hacia a mí, luego dos. Casi está conmigo. Su mano a un pie de distancia. Por un segundo, creo que estoy a salvo. Alguien vino por mí. Alguien se preocupó. Después hay tres ruidos muy fuertes. Un estallido de rojo. Mi cara manchada con humedad, como lluvia. Luego mamá está cayendo de espaldas, su cara congelada, escarlata propagándose en tres parches a través de su suéter blanco, y estoy gritando mientras los hombres empiezan a discutir otra vez.

Harry

 

La mañana siguiente, Renée deja el desayuno en la mesa —queso brie, fresas frescas, tiras de tocino orgánico y tostadas francesas, calientes—, junto con una nota: “¡Siento que tenga que irme tan temprano! Los suministros para esquiar están en el vestidor, y la cocina está llena de comida. El teléfono está en la sala con mi número si necesitan algo. ¡Diviértanse!” Louis no baja hasta pasadas las once, cuando ya he pasado una buena media hora peleando con Zayn para que le deje algo de desayuno así tendrá algo que comer. Su camisa está parcialmente desabotonada, exponiendo los músculos en su pecho. Su cabello enredado y sus ojos dormidos. Me muerdo mi labio cuando lo veo, recordando la honestidad de la noche anterior, pero todo lo que hace es bostezar y mira lo que queda del desayuno. —La aspiradora humana llegó aquí primero, ya veo. —La gente que duerme todo el día no obtienen desayuno —contesta Zayn, medio extendido en la silla de la cocina. —Louis, come rápido —digo apresuradamente—. Quiero esquiar. Después de anoche, honestamente no tengo idea si reaccionará hacia mí cálidamente o fríamente. Pero en vez de ignorarme, hace una inclinación leve y se sienta en la mesa. —Como el caballero mande. —¿Caballero? Esa es nueva. —Zayn resopla—. No lo llamarías caballero si lo hubieras visto derramar miel de maple por todo su… —Me abalanzo sobre Zayn, asfixiándolo con ambas manos antes de que pueda decirle a Louis cuanto de la cosa pegajosa derramé en mi clavícula. —¿Qué tal si te callas antes que te acabe? —le siseo. —Mee-yow. El gatito saca sus garras. Agh… —Se va callando hasta ruidos incoherentes mientras lo silencio metiéndole un pedazo de tostada francesa en su boca. Louis se ahoga con su desayuno, y me toma un segundo darme cuenta que está riendo.

Torrencial - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora