Harry
Cuando finalmente regreso a mi dormitorio, Niall tiene un millón de preguntas sobre donde había estado todo el fin de semana. Soy un mentiroso terrible, por lo que finalmente el me saca la verdad. Después de un rato no puedo soportar más el interrogatorio así que me disculpo y me retiro. Vago por el campus durante una hora más o menos, perdido en mis pensamientos, y luego llamo a mi mamá. Ella aún está muy entusiasmada con su trabajo, un hecho que me revuelve el estómago, pero sobre todo quiere saber de mí y como me va en la escuela. Dejo que su voz que tranquilice, que me lleve a un lugar donde no pertenezco, y es el recuerdo de esa conversación lo que me permite dormir esa noche. Me despierto con una nerviosa certeza en mi estómago:tengo que disculparme con Louis. Aunque, con toda seguridad, se negará a hablar conmigo. Yo me negaría a hablar conmigo, pero cada segundo que no hablo con él aumenta la ansiedad en mi corazón. Tengo que explicarle que no era por la apuesta que me dieron ganas de hablar con él. Era otra cosa. Y ese algo sigue ahí, acelerando mi pulso. Y estoy preocupado. No sé cuánto más dolor puede soportar. Especialmente cuando fui yo quien lo causó. Hoy es mi día ocupado, y no puedo darme el lujo de saltarme las clases. Estoy impaciente, jugueteando con mis dedos durante las clases, y cando mi última clase se pasa un par de minutos de la hora de salida, quiero gritarle al profesor.
Cuando finalmente salgo, ya es de noche y estoy decidido.
Sé dónde encontrarlo, creo, a menos que se esconda de mí como se escondió de Renée. Cuando llego a la piscina y veo que está vacío, es lo que temo. Entonces veo que el vapor sale de debajo de la rendija de la puerta del vestuario de los chicos. Me estremezco al recordar lo que sucedió la última vez que lo sorprendí en la ducha, pero la idea de dejarlo solo por un minuto más, es más de lo que puedo soportar. Me armo de valor y abro la puerta, con más fuerza de la necesaria, y el vapor se desplazaba más allá de la luz del techo nebuloso. El único que está en la sala es Louis, quien se encuentra frente al espejo, con sus pantalones colgando de sus caderas y sin camiseta. La visión de la suave curva de sus abdominales es suficiente para cerrar mi garganta, pero aparto la vista y me encuentro con sus ojos que están visiblemente sorprendidos. —Louis, lo siento —dejo salir—. Es cierto que mi compañero de cuarto me prometió que le conseguiría un trabajo a mi mamá si yo lograba que te abrieras, pero esa jamás fue la razón por la que te hablaba. Al principio fue porque me parecías muy solitario, pero entonces te fui conociendo un poco, ahora... me preocupo por ti. Por quien eres. Puedes odiarme si quieres, lo entenderé, pero necesito que sepas que yo quería estar cerca de ti porque... En mi desesperación porque me entienda, doy un paso hacia adelante. Mi pie desliza en un pequeño charco, aun me siento mareado por el golpe en mi cabeza, y entonces —para mi absoluta incredulidad me estaba pasando de nuevo—,me resbalo y caigo. Pero esta vez no hay ninguna cortina de baño. Louis me embiste, agarrándome antes de que me golpee con el borde de la ducha. Quedo presionado sobre el arco de su pecho, todos sus moldeados músculos contra mi piel. —Oops —suelto. —¿Te recuperaste...? —pregunta él, su voz fue un gruñido nervioso y eso me sorprendió—. ¿...de anoche? Cuando te encontré, yo... —Se calla. —Espera, ¿tú me encontraste? —Lo empujo para poder mirar su rostro, tiene un ligero rastro de emoción en él—. Pero... Zayn me dijo que fue él quien me trajo de regreso. Sus facciones se transforman, mostrando sorpresa por un momento, y luego regresan a su frialdad habitual. —Sí, claro. —No, estás mintiendo. —Sacudo mi cabeza, oscilando entre la furia y la culpa—. Fuiste tú. Tú me salvaste esa noche. Fuiste a buscarme a pesar de que yo...
—Fue estúpido de mi parte salir así. —Él aleja uno de los mechones de su cabello húmedo de sus ojos—. Cuando regrese, Zayn me dijo que habías desaparecido. Era obvio que habías ido detrás de mí. Por mi culpa, casi mueres. Te dije que saldrías lastimado si te acercabas a mí. Tenía razón. El pánico es evidente en su voz. Agarro sus hombros, incapaz de detenerme. —¡Louis, no! ¡Fue mi culpa! Tú no tienes ningún tipo de... maldición en ti que afecta a las personas que se te acercan. —Una maldición —dice lentamente—.Es una buena palabra para describirlo. —¿Cuantas, entonces? —le digo, sorprendido de que estoy luchando por no dejar salir las lágrimas—. ¿Cuántas personas han salido lastimadas porque estaban cerca de ti? —Una. —¿Y de cuantas personas has estado cerca? —Una—contesta mecánicamente. —Tu mamá —susurro y él asiente. Trago saliva—. ¿No ha habido nadie más? —Con uno bastó para aprender la lección. —Deja caer su cabeza—. No soy tan egoísta como para dejar que le suceda a más de una persona. —La única manera en que puedes lastimarme es alejándome. No existe otra manera de que puedas hacerlo. —Mis emociones superan a mi indecisión y toco su rostro—.Déjame entrar, Louis. Déjame hacerlo, porque no me voy a dar por vencido contigo. —No me tortures —murmura, apenas controlando su voz. Estamos tan cerca, mis manos aun en sus hombros. Mi respiración se mezcla con el húmedo aire. Sus ojos están mirándome fijamente, esos ojos azulados donde puedo perderme. Con un gentil movimiento, aparta un mechón de pelo de mi frente. —No lo entiendes, Harry. —Su aliento es dulce—. Sé que soy peligroso para ti. Yo sé que mereces algo mejor, sé que voy a lastimarte y entonces... Me cuesta respirar. —No sé qué tanto tiempo me pueda obligar a estar lejos de ti —gruñe. —No —susurro—.No te obligues a estar lejos, Louis.