Lauren POVA las cuatro y veinticinco del miércoles estaba ya cerca de la puerta, esperando escuchar algún ruido que me indicara que Camila ya estaba llegando. Me sentía bastante idiota esperándola como una perrita faldera a pesar de que estaba molesta conmigo misma por haber aceptado su ayuda. Nada ni nadie podría hacerme cambiar mi opinión sobre mi invalidez. Jamás volvería a caminar, y jamás volvería a ser la misma de antes.
Observé detenidamente la foto que tenía enmarcada cerca de la puerta principal, pero desvié la mirada en cuanto los recuerdos comenzaron a atosigarme de nuevo. Pero, ¿qué más daba que continuarán agobiándome? Por las noches, y desde hacía años, con lo único que soñaba era con aquella fatídica tarde que lo cambió todo y que me arrebató a una de las personas que más quería en el mundo. Sacudí la cabeza y moví mi silla en dirección al salón, diciéndome a mí misma que por lo menos Camila conseguiría distraerme un poco de mi amarga vida, a pesar de que no me lo mereciera.
Por la mañana también nos habíamos visto en rehabilitación. Sin embargo, aquella mañana ella no me había tratado. Aunque me negué rotundamente, las enfermeras me exigieron usar la dichosa camilla especializada en practicar la verticalización. Ésa práctica me obligaba a estar entre veinte y treinta minutos en una posición casi vertical para evitar que se me estancara la circulación en los pies y en la parte inferior de las piernas. La odiaba y me hacía sentir como una robot, pues debían asegurar mi cuerpo con correas, como si fuera una perturbada, para evitar que me cayera al suelo. Me sentía ridícula.
El sonido de unos pasos y posteriormente el del timbre me sacó de mis pensamientos, por lo que me apresuré a mover la silla hasta colocarla delante de la puerta. La abrí lentamente y no pude evitar sonreír cuando vi a Camila parada enfrente de mí.
–Hola –me saludó sin perder la sonrisa. – ¿Estás preparada para cansarte?
Fruncí el ceño y moví la silla para dejarla entrar.
–Pasa –le pedí.
Camila avanzó y, una vez que estuvo dentro, cerró la puerta a sus espaldas. Después me siguió por el recibidor hasta el salón y dejó su bolsa de deporte sobre el sofá.
–Tienes un piso muy bonito.
–No es para tanto. Es sólo el piso de una inválida.
Camila me dedicó una mirada ceñuda y me limité a encogerme de hombros.
– ¿Vives sola?
–Claro. ¿Con quién más voy a vivir?
–Pues… no sé. Con una enfermera… o con tus padres.
Negué lentamente con la cabeza, dándome cuenta de que tal vez Camila no era tan… diferente a los demás como había creído. Ella también pensaba que era una inútil.
–Lo dices porque crees que no puedo desenvolverme sola, ¿verdad?
–No, no es por eso en absoluto –me aclaró con firmeza sentándose en el brazo del sillón, quedando así frente a mí. –Sólo era una pregunta, Lauren.
– ¿Crees que debería vivir con alguien que se desviviera por mí? ¿Por prepararme la comida, por vestirme y por bañarme cada día? ¿Por asegurarse cada mañana de si sigo respirando?
Camila me observó en silencio durante unos segundos, y por un momento temí que se levantara y se marchara. No llevaba ni cinco minutos en mi casa y ya estábamos discutiendo.
–Lauren, no creo que seas una inútil, si es eso lo que estás pensando y sé que lo es. Sólo te lo he dicho porque es lo normal. Las pocas personas que conozco que son discapacitadas no viven solas, y que tú sí lo hagas me sorprende. Pero también me alegra.
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So she dance (Adaptacion Camren)
AcakPorque verla bailar era su salvación. Lauren Jauregui, quien sufrió un accidente y desde entonces esta postrada en silla de ruedas. Camila Cabello, su vecina quien baila todas las tardes y hace que la vida de Lauren tenga algún sentido... Dos person...