Capítulo 26. El principe de los ladrones

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<<Im sorry but I fell in love tonight
I didn’t mean to fall in love tonight
You’re looking like you fell in love tonight
Could we pretend that we’re in love>>

Una suave pero imponente melodía resonaba en los limites de Auradon. Las palabras que Mal soltaba sobre si misma se convertían en la preciosa letra de una frívola canción.

Se encontraba caminando hasta el castillo del Rey Bestia; donde este ultimo trataba de proteger a su amada y a alguien más que no lograba divisar, el Hada Madrina y su varita no tardaron en hacer acto de presencia en defensa de todos aquellos ciudadanos atemorizados detrás del rey Adam.

La pelimorada sonrió de lado y logro finalmente mirarse en uno de los tantos ventanales del palacio. Su cabello estaba recogido y una corona negra con puntas negras le adornaba; su vestimenta era más oscura de lo común al punto de tirar al negro y resaltar su pálida piel. Cada paso que daba significaba más destrucción para ese reino y todo otro.

Todos sus pasos traían consigo una ola de daño; desde explosiones, incendios, hechizos, muertes, de todo. La magia corría por sus venas tan rápido como la adrenalina del momento.

Volvio a lanzar una enorme bola de fuego en dirección a los ciudadanos que termino siendo extinguida por el Hada Madrina. Mal de alguna manera había logrado que unas preciosas alas negras salieran de su espalda y voló de manera imponente hasta el Hada buena. Con un simple soplar logro petrificarla (Literalmente) y arrebatarle la barita de sus manos.

Mal soltó una carcajada malévola al puro estilo de su madre. El poder y la sed de venganza se mezclaron entonces de manera peligrosa. Bien podría liberar a su madre y a todos aquellos de la Isla, pero no todos merecían esa misericordia, asi que lo primero que hizo fue traer a Auradon solo aquellos que eran dignos de servirle y llevar caos a esa tierra. A la mierda su madre, la reina malvada y todos los demás villanos adultos que le hicieron vivir un infierno. Solo se concentro en traer a aquellos que no merecían crecer en la inmundicia y la violencia: a todos aquellos descendientes.

Después de que el suave movimiento de la barita le diera aliados sonrió ampliamente a su presa.
Aquellas personas que le dieron la espalda y le obligaron a sufrir un infierno mientras ellos celebraban felices la buena y perfecta vida que llevaban. Mal les detestaba, queria verlos arder y borrar las malditas sonrisas para siempre de sus rostros, demostrarles los horribles monstruos que también eran.
El Rey Adam entonces pidió piedad, clemencia... El se sacrificaría por todos y aceptaba su error pero con la condición de que dejara ir a los demás. Una sonrisa burlona surco sus labios.
Mal camino alrededor del alguna vez Rey mientras este seguía suplicando y el caos alrededor comenzaba a enloquecer a los ciudadanos -Yo no tuve elección cuando nací- mascullo con odio mientras acariciaba el rostro del mayor con el plumaje de sus nuevas extremidades -A mi nadie me tuvo compasión cuando gritaba de hambre y dolor en la Isla- se contuvo de gritar y arrancarle el corazón al maldito hombre que había creído tener una buena idea al crear la Isla de los perdidos. Le miro fijamente con sus mortíferos ojos esmeraldas -A mi nadie nunca me tuvo piedad- las palabras salieron tan frías y escasas de sentimiento que aterraron al "Rey" y todos los demás presentes.

Un suave lloriqueo se escucho cerca de ella -Eso no es verdad- Se giro y contemplo el rostro lloroso de Carlos; aquel que era sostenido firmemente por Evie para que no escapara estúpidamente con sus padres y prometidos, no los necesitaba ¡Finalmente seria libre! Seria feliz y exento de cumplir cierto tratado.

Evie se mantenía fría y no vacilaba en ningún momento de su agarre, dispuesta a ayudar a Mal pero no sintiendo esa necesidad de venganza más. Ellos serian felices, Mal les obligaría a serlo de ser necesario.

The PrinceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora