— ¡Joder! —
— ¡Cállate! —
— ¡Cállate tú y sigue corriendo! —
— ¡No puedo correr si tú no corres! —
— ¡Eso que importa! ¡Nos está persiguiendo un maldito tigre gigante! —
— ¡Deja de maldecir, papá! ¿¡Qué clase de ejemplo me quieres dar!? —
Y esa era la discusión entre Natsu y Aiko. El hombre había entrado a una cueva gigante a investigar y terminaron escapando de un tigre negro con rayas blancas, cuyas patas medían dos metros, solo sus patas.
Ambos corrían rápidamente por sus vidas, hasta que llegaron a un lugar con altos árboles. Natsu sacó uno de raíz y encendió las hojas con fuego. No es necesario explicar que golpeó al animal con el árbol y este simplemente murió. Lo bueno fue que tuvieron comida para el almuerzo.
Entre ambos cortaron la carne del animal. Luego, Natsu encendió una fogata y Aiko puso a asar los trozos de carne.
—Por lo menos puedo vivir con la seguridad de que eres rápida— comentó Natsu, sentado junto a la fogata
— ¿Rápida? — preguntó la chica, extrañada al escuchar ese término para referirse a ella —Yo no soy rápida—
—Lo eres, aunque aún no te das cuenta de ello— dijo el hombre, levantando su dedo índice con sabiondez
Aiko se rió un rato de su padre, aunque sabía que él probablemente tenía la razón.
La carne comenzó a quemarse.
Natsu corrió hacia ella como si no hubiera mañana, pero se cayó sobre el fuego.
— ¡Papá! — gritó la muchacha, asustada por la desesperación
Claro, no sabía que Natsu era completamente inmune al fuego.
El hombre se puso de pie como si nada estuviese pasando. Aiko quedó anonadada al verlo, y se desmayó en cuanto él le entregó su trozo de carne correspondiente.
Para cuando despertó, estaba en la espalda de su padre, que estaba caminando cuesta arriba.
—Lo siento— dijo la muchacha, abrazando el cuello de su padre
—No importa, es mi culpa no haberte dicho que el fuego no me daña— respondió el hombre —Además, ya estamos por llegar—
Apenas dijo eso, apareció una pradera casi interminable. Había agujeros en varias partes, pero el pasto había crecido sobre ellos. El lugar era rodeado por el bosque y a lo lejos se distinguía una cabaña y un lago.
—Bueno, bienvenida al lugar en el que crecí— dijo Natsu, dejando que Aiko pisara el suelo otra vez.
La rubia inhaló el aroma del lugar y cerró los ojos, para luego dejarse caer en el pasto. Una sonrisa surcó sus labios casi de inmediato.
—Por favor dime que aquí vamos a entrenar— murmuró la muchacha más para sí misma que para su padre, aunque el oído de dragón de éste le permitía escuchar todo
—De hecho, sí— respondió el hombre, dejando su gigantesca mochila en el pasto —Pero primero, te enseñaré a pescar— agregó, sacando dos cañas de su mochila
— ¿Traías cañas de pescar? — preguntó la muchacha, tomando una de las susodichas cañas
—Siempre llevo tres, tengo que sobrevivir de alguna manera— respondió el hombre
— ¿Acaso no compras comida? —
—La comida es cara, prefiero conseguirla por mí mismo y gastar dinero en cosas más importantes—