MAGIA DEL FENIX

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atsu estaba enojado. Y no sabía por qué. Bueno, si sabía el por qué, pero se negaba a admitirlo en voz alta. Es que, sencillamente, no era enojo, eran celos de padre; y muy bien justificados. Maldecía internamente que su hija fuera tan inocente, aunque por alguna razón, él mismo se veía reflejado en ella. Además no había que ser un genio para darse cuenta que en los últimos tres días, el Redfox se había dedicado a conocer muy a fondo a su niña. Suerte que en un par de horas más, los Dragneel tendrían que partir a algún lugar que solo Igneel conocía.

Por otro lado, se sentía muy bien con que su hija se hubiera integrado exitosamente en el gremio. Debía admitir que se había asustado, le daba terror que no aceptaran a Aiko como parte del gremio, pero por suerte no había sido asi y la muchacha ya era amiga de todos.

— ¡Bien, bastardos! — gritó Makarov, parándose sobre la cabeza de Laxus — ¡Llegó la hora de despedirse! — dicho esto, todos se abalanzaron sobre Aiko

Scarlet –a la cual Aiko le había dicho Lele-chan desde que la conoció- estaba pegada como lapa a la espalda de la Dragneel. La estaba abrazando con cariño y lloraba dramáticamente.

— ¡NO QUIERO QUE SE VAYA! — gritó la pelirroja, siendo oída por Natsu. Él sonrió con auténtica alegría — ¡ES LA ÚNICA PERSONA MEDIANAMENTE NORMAL EN ESTE LUGAR! — agregó, para disponerse a lloriquear nuevamente

Luego de eso, todo el gremio se despidió de los Dragneel, obligados por Makarov. Igneel salió del gremio, y volvió a su forma de dragón para que Natsu y Aiko se montaran en su lomo. Y, luego de eso, se marcharon.

— ¿En cuánto tiempo volveremos? — preguntó Aiko a su padre, quien la miró con desapruebo, pensando en que la muchacha quería volver a ver a Lageel. Luego recordó que su hija era una completa idiota en temas amorosos, asi que sonrió

—Bueno, eso depende de ti— respondió el hombre, poniendo cara de duda

Cuando terminó de responder, la rubia se había quedado dormida. Al parecer le gustaba dormir sobre el lomo de Igneel. Natsu sonrió, esa muchacha tenía la misma costumbre de Lucy. Pronto estarían juntos, los tres.

Y de tanto observar a su hija, el pelirrosa se durmió también.

Para cuando ambos despertaron, se encontraban en un extraño y antiguo templo. El lugar se encontraba en ruinas, y se veía claramente calcinado en algunas partes; sin embargo, lo que al parecer era la entrada principal estaba intacto. Las murallas eran de un color blanco, exceptuando las partes quemadas. Y el lugar en sí, duplicaba la altura de Igneel en su forma de dragón.

—Entra— ordenó Natsu, sentándose en el piso. Aiko lo miró suplicante, como queriéndole decir que la acompañase —Solo tú puedes hacerlo— aclaró el hombre. Si él también pudiera entrar, entonces no se habría sentado allí.

La rubia, inconscientemente, comenzó a caminar hacia adentro del templo. Cruzó el gigantesco umbral de la puerta de entrada, llegando a un corredor palpó las murallas del estrecho pasillo y apartó su mano medio centímetro por mero reflejo. Estaba caliente. Demasiado caliente. Le sorprendía que ese lugar estuviera en pie, a pesar de estar construido con roca volcánica. Volvió a poner su mano sobre la pared, sin sentir nada de dolor.

El pasillo era estrecho, y con mucha suerte cabía dentro la delicada e insípida figura de Aiko. Pero, a medida que iba a avanzando, el corredor se iba ensanchando un poco más. Al final del camino, se veía un punto luminoso suspendido en el aire.

Usando ese punto como referencia, Aiko caminó en esa dirección. Sin darse cuenta, la muchacha había entrado a una gigantesca habitación. La Dragneel llegó hacia el punto luminoso y este iluminó todo el lugar.

Sálvenla por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora