NUEVE

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Caminaba con dificultad rumbo a la cocina. No recordaba que este día me tocaba hacer el desayuno.

Me había despertado en mi habitación, creí que todo lo ocurrido la noche anterior había sido una pesadilla, pero me di cuenta de que no lo era cuando sentí un dolor en mi intimidad.

No supe a qué hora o quien me haya traído a mi habitación, pero agradezco que lo haya hecho, no se vería para nada bien ver a una religiosa desnuda sobre la mesa de consagración.

El remordimiento de conciencia me carcomía por dentro, quería salir corriendo y comentarle a la Madre Superior el pecado que había cometido, pero tenía miedo de ser juzgada como una ninfómana.

- Lamento llegar tarde.- dije mientras entraba a la cocina y tomaba mi delantal.

- ¡Hermana Hye!- exclamó la Hermana Sun Hee.- ¿Por qué camina así?

Pasé saliva. Juraría que mi rostro se puso rojo.- Es... que... yo...

- ¡No puede ser!- dijo sorprendida. Yo estaba que los nervios me comían por dentro.- No me diga que está rozada.- dijo en un susurro.

Abrí mi boca de lo nerviosa que estaba. Ni a mí se me hubiera ocurrido tal idea. Asentí varias veces, dándole la razón.

- Oh, Hermana.- dijo.- Le traeré un poco de maicena y se unta un poco en lo rozado.

Caminó a la alacena y me entregó una cajita.- Le ayudará.- sonrió y fue a lavar platos.

Dejé la cajita en la mesa y ayudé a hacer el menú que se tenía planeado para el día de hoy.

El reloj marcaba las diez en punto y todas iniciamos arreglando el comedor. Decoraba con flores frescas, mientras que las demás ponían los vasos y platos. Otras llegaban con sartenes y comenzaban a servir en cada plato cierta porción de guisos.

Estando todo listo, nos posicionamos en nuestros respectivos asientos y esperamos a que las demás Hermanas llegaran.

La puerta del comedor se abrió, dejando ver al resto de las religiosas acompañadas de la Madre Superior y por supuesto de Min Yoongi y su secretario.

Todos se acomodaron en sus asientos, Haneul tomó el asiento que estaba a mi derecha, mientras que Seok Jin y Yoongi tomaron los asientos de enfrente.

Hicimos una oración antes de comer los alimentos, dimos una reverencia y comenzamos a desayunar.

No despegaba mis ojos de mi plato, no quería encontrarme con la mirada de aquel hombre. Haneul dio unos toquecitos a mi brazo.

- Escuché que estás rozada.- susurró.

Comencé a toser debido a que casi me atragantaba con un pedazo de verdura. Todos me miraban, incliné mi cabeza en modo de disculpa y seguí comiendo. Sentía mi cara arder y eso no era bueno.

- No te avergüences.- dijo.- A todos nos pasa.

Yo sólo asentí.

Levanté un poco mi vista encontrándome con la intensa mirada de Yoongi. Al verlo, sentí un espasmo algo incómodo en mi pecho, no sabía qué era, pero era algo nuevo, algo que nunca había sentido.

Bajé mi mirada y seguí desayunando.

[...]

Caminaba por una vereda llena de arbustos y flores, los pájaros volaban y de vez en cuando cantaban un melodiosa armonía.

Suspiraba de vez en cuando al recordar lo que había hecho. Había violado el voto de castidad y eso se merecía un castigo, ¿cuál?, eso no lo sabría porque lo escoje la Madre Superior y aquellas Hermanas que ya han pasado los cincuenta años de religiosas.

Paré cerca de una piedra y me senté en ella. Me sentía tan tranquila cuando no estaba dentro del convento, cuando me daba un momento para mí. No sabía si estaba actuando envidiosamente cuando hacía este tipo de cosas, pero sentía que más allá de estar orando, también podía tener un momento de reflexión conmigo misma.

- ¿Me está evitando?

De nuevo aquella punzada en mi pecho. Creí que podría estar sola por un momento, pero no lo iba a tener tan fácil de ahora en adelante.

No me giré a verlo, no quería ver aquel rostro que por una extraña razón me hacía sentir aquellos espasmos.

- ¿Le hice algo?

No podía aguantar más, si no lo enfrentaba iba a explotar.

- Su pregunta ofende.- dije.- ¿Que si me hizo algo? Claro que lo hizo... hizo que perdiera mi voto de castidad.- las lágrimas resbalaban por mis mejillas cada vez que hablaba.- Ahora tendré que pagar con un castigo.

Yoongi se acercó.- ¿Acaso comentó lo que sucedió anoche?

Rodé los ojos.- ¿Tanto le preocupa?- pregunté con sorna.- Si tanto le preocupa todo este embrollo, debió de haberme dejado en paz.

- Si piensa que la violé, está muy equivocada.- comentó enfadado.- Usted accedió a cada uno de mis toques, dejó que la penetrara, dejó que la llevara al orgasmo.

- ¡Cállese!- grité.- No me vuelva a hablar de esa manera.

Me levanté de aquella piedra y salí corriendo, pasando por un lado de él. Me sentía como una tonta, me sentía culpable. Lo peor de todo, es que él tenía razón.

|| AVE MARÍA ® || Min Yoon Gi || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora