Uno

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-Esto es algo que siempre me gusta ver: La jefa de obras vigilando a sus trabajadores.

-El  jefe de obras -Naruto Namikaze contemplaba el trabajo de los hombres mientras procuraba no mirar al varón de anchas espaldas que se le había acercado sigilosamente-. No es la primera vez que te equivocas. Cualquiera diría que lo haces a propósito.

-Es que lo hago a propósito.

Naru se arriesgó a mirarlo. Sasuke Uchiha seguía siendo tan sexy como la última vez que lo había visto en la oficina de Neji Hyūga, cerca de dos años atrás. Maldijo para sus adentros. ¿Por qué tenía que encontrarlo tan atractivo?

-Vayamos a tu oficina -le dijo él, mirándola por encima de sus gafas de sol-. Tenemos que hablar de algunas cosas.

Naru se abrazó a su tablilla sujetapapeles mientras se volvía del todo para mirarlo.

- ¿No podemos hablar aquí?

No podía leer su expresión detrás de aquellas gafas de espejo que llevaba, pero casi se alegraba de no tener que mirarlo a los ojos. Aquellos ojos oscuros y enigmáticos podían dejar a una mujer o doncel literalmente sin habla. A cualquier otro doncel, que no a él. Que Dios lo ayudara. Porque en el Medio Oeste, de donde era originario, no había varones tan atractivos.

-No. Aquí hace demasiado calor -sonrió.

Y girando en redondo sobre sus botas de trabajo, se dirigió hacia el pequeño remolque de Naruto como dando por supuesto que no podía hacer otra cosa que seguirlo. Era igual que su padre. Pero que lo reconociera como uno de los hombres más atractivos que había visto en su vida no significaba que tuviera que transigir con su arrogante actitud.

Nunca en toda su vida había tenido que lidiar con un arquitecto tan arrogante... ni tan guapo. Tuvo que borrar ese último pensamiento de su mente si no quería añadir más preocupaciones a su trabajo, aparte de la lluvia de Miami que se empecinaba en caer todos los días a primera hora de la tarde. Si Neji Hyūga, el famoso multimillonario del negocio hotelero, no hubiera estado detrás del proyecto de construcción de aquel gran centro turístico,

Naruto habría declinado el ofrecimiento de Sasuke Uchiha sin dudarlo. Tenía trabajo suficiente y no le faltaba el dinero, sobre todo teniendo en cuenta que no se lo gastaba en cosas frívolas. Cada dólar que no servía para pagar facturas, entre las que se contaban por cierto las pérdidas de juego de su padre, se transformaba en ahorros, tanto para el como para su madre, Kushina.

Pero la entrevista que tuvo con Neji y con la agencia Uchiha lo obligó a enfrentarse con la realidad. Aquel proyecto podría asentar su reputación en un territorio interesante. El hermano gemelo de Sasuke, Sai, y su prometido, Gaara, eran los arquitectos diseñadores y además gente estupenda. Al parecer la pareja se había reconciliado gracias a que Neji Hyūga había contratado al mismo tiempo a la agencia Uchiha y al estudio de arquitectura de Gaara.

Naruto todavía no conocía a la hermana pequeña de los gemelos Uchiha, Mei, pero hasta el momento solo había oído maravillas sobre ella. Con lo cual solo quedaba Sasuke. Siempre tenía que haber uno en cada familia: alguien que tenía que ser la estrella de cada show, el que acaparara toda la atención, lo mereciera o no. Sasuke era una especie de réplica del padre de Naruto: o al menos del hombre que había sido antes de que se diera al juego y lo perdiera todo. Un hombre guapo al que le sobraba el dinero y que gustaba de derrochar tanto como sus encantos, convencido de que las mujeres caerían rendidas a sus pies.

Pero si Sasuke pensaba que lo mismo le sucedería a el... iba listo. Naru era un profesional y siempre lo había sido. Y no estaba dispuesto a dejar que Sasuke y su ego le arruinaran la vida o el proyecto más importante de toda su carrera. Además de que no se trataba solamente de él. Tenía detrás todo un equipo de hombres y mujeres con familias a su cargo. Por no hablar de su padre, que ya la había llamado para pedirle otros diez mil. Si su madre se decidiera a romper de una vez con él, Naruto podría mantenerla, hacerse cargo de todos sus gastos. Y todo el dinero que Kushina generalmente empleaba en financiar el vicio de su marido podría por fin ser utilizado, por ejemplo, en la compra de la casa que tanto soñaba con tener.

Sasuke, sexy, rico y solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora