Catorce

6.1K 591 108
                                    

Sasuke no sabía qué hacer con Naru. Últimamente estaba muy nervioso. Hablaba muy rápido, sin decir nada en particular. Él no le había hecho comentario insinuante alguno, no había intentado tocarlo y ciertamente tampoco se había permitido el lujo de quedarse a solas con el. Y eso lo estaba matando.

Había transcurrido una semana entera desde la fiesta de homenaje y, desde entonces, Naru no había vuelto a ser el mismo. Había preguntado tanto a Mei como a Gaara si le había sucedido algo, pero las dos se habían limitado a sonreír sin pronunciar palabra. Lo cual quería decir que efectivamente había sucedido algo tremendamente importante, y que además se había convertido en un secreto entre los donceles y la chica. Se estremeció: nada le daba más miedo que una mujer guardando un secreto.

Se decidió por el todoterreno y no por la moto, dada la especial entrega que tenía que hacer al señorito Naruto Namikaze. Ese domingo quería ver a Naru luciendo una genuina y enorme sonrisa. Quería sorprenderlo, ganarse su confianza para que pudiera rendirse al deseo que estaba a punto de estallar entre ellos. Una vez que tuvo el regalo en el asiento de al lado, puso rumbo a su apartamento. Le inquietaba que pudiera no gustarle o que leyera demasiadas cosas en aquel gesto suyo, pero no había podido resistirse.

No le había preguntado, y él no se lo había dicho, si su padre había vuelto a ponerse en contacto. Sasuke ya había puesto en marcha su plan de asumir todas las deudas de su padre, con la condición de que nunca más volviera a llamarlo o acercarse a el por razón alguna. Su abogado había resuelto todo el papeleo, de manera que ahora solo tenía que esperar a que el acuerdo fuera firmado. Pero no deseaba molestarlo con eso en aquel momento. Lo llamó al móvil nada más aparcar en la puerta de su edificio de apartamentos.

— ¿Puedes bajar? Estoy aparcado justo en la puerta.

—Claro. ¿Pasa algo malo?

—Oh, no. Pero bájate el bolso porque pienso llevarte a un sitio.

—Umm... de acuerdo. Dame unos minutos.

Cinco minutos después, se abrieron las puertas del vestíbulo y apareció Naruto luciendo una camiseta blanca de tirantes y unos téjanos cortos, que revelaban sus bronceadas y bien torneadas piernas. Se había recogido la melena por detrás, en una cascada de rizos. Estaba sencillamente adorable.

Escondiendo la sorpresa detrás de la espalda, se estiró para abrirle la puerta.

— ¿Seguro que no se trata de nada malo? —le preguntó el nada más subir al todoterreno—. No habrán vuelto a allanar la oficina, ¿verdad?

Sin pronunciar una palabra, sonrió y le mostró el regalo.

— ¡Oh, Dios mío!

— ¿Te gusta? —le preguntó, sosteniendo el peludo cachorrito.

Vio que se iluminaba su expresión mientras acunaba amorosamente contra su pecho la bolita de pelo naranja.

—Oh, Sasuke, me encanta, es precioso... ¿Es tuyo? No sabía que tuvieras un cachorro.

—Lo acabo de comprar.

—Cuando te mencioné que quería tener un perro, tú nunca me dijiste que también querías tener uno —sonrió.

Sasuke arrancó de nuevo y puso rumbo a su casa. Un lugar al que nunca había llevado a ninguna de sus mujeres.

—Yo no quiero tener un perro, pero tú sí. Me lo dijiste dos veces. Es para ti.

—Pero Sasuke... no puedes comprarme un perro solo porque un día te dijera que... No podré tenerlo en el apartamento. Seguro que está prohibido, y además no voy a quedarme allí toda la vida.

Sasuke, sexy, rico y solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora