Dieciséis

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Lo que por encima de todo más anhelaba Sasuke era deslizar las manos por su cuerpo esbelto, pero sabía que a partir del instante en que tocara su piel, la noche se desarrollaría a un ritmo mucho más rápido que el que pretendía. Y, ahora mismo, quería saborear aquellos momentos con los ojos y retener una imagen mental de cada detalle, de cada curva de su cuerpo.

—El entero era impresionante —pronunció, casi sin reconocer su propia voz—. Pero esto... lo es más aún.

—Esperaba que te gustara —una amplia sonrisa iluminó el rostro de Naruto.

Vestir aquel cuerpo sería un pecado. Pero vestirlo con aquella braga de encaje era una bendición divina.

—Me alegro de que te guste, Sasuke, pero... ¿podrías tocarme o al menos empezar a desnudarte? Me siento un poco ridículo...

Se desabrochó la camisa y la arrojó descuidadamente a un lado. Solo entonces lo abrazó por la cintura, apretándolo contra su pecho. Sus cuerpos encajaban perfectamente.

Lo sorprendió al levantarlo en brazos para atravesar con él el salón y el largo y ancho pasillo que llevaba al frente de la casa, donde estaba localizado el dormitorio principal. Le asaltó la tentación de pasar los dos días siguientes encerrado allí con el, desnudos los dos... Por fin lo bajó al suelo. Todavía llevaba sus zapatos.

—Antes tienes que estar seguro, Naruto.

Naru deslizó las palmas de las manos por su torso desnudo, sin dejar de mirarlo a los ojos. Lentamente fue acercándose más a él, hasta que sus labios estuvieron a un suspiro de los suyos, y sonrió. Echándole los brazos al cuello, empezó a retroceder hacia la cama de dosel que se alzaba en el centro del inmenso dormitorio.

Sin soltarlo, se sentó en el borde; un puro, crudo calor brillaba en sus ojos azules. Su melena dorada, caía en suaves ondas sobre su espalda. Sasuke no podía esperar a verla derramada sobre las sábanas.

Naru se humedeció los labios, pero no de la insinuante manera en que lo hacían tantos donceles. Bajó la mirada al suelo y lo levantó de nuevo. De repente, el hecho de que se sintiera tan tímido, tan humilde, lo abrumó. Y le hizo ansiar, por encima de todo, hacer de aquella noche algo perfecto y único para el.

Apoyó las manos en el colchón, a cada lado de sus caderas, y se inclinó para capturar sus labios. Y el levantó la cara para acudir a su encuentro. Suspirando profundamente mientras abría la boca, le ofreció pleno acceso. Arqueó la espalda, rozándole el pecho con sus pezones.

Tomándolo de los hombros, lo apartó delicadamente y apoyó una rodilla en la cama. Por mucho que deseara continuar besándolo, primero quería liberarlo completamente de la ropa. Sabía que necesitaba tomarse su tiempo y quería prolongar aquella noche por los dos.

—Haces que me sienta bello —susurró.

Enganchó los pulgares en los costados de su braga y se la bajó todo a lo largo de sus esbeltas piernas, hasta los tobillos, para arrojarlo finalmente a un lado.

Tumbado desnudo ante él, en su cama, Naruto parecía la imagen personificada del pecado. Sus ojos hipnóticos relampagueaban, su pecho subía y bajaba al ritmo de su acelerada respiración. Tenía los húmedos labios entreabiertos, como suplicándole que lo tomara de una vez. Le abrumaba saber que estaba mirando un cuerpo intocado, que nunca había sido saboreado por nadie.

—No tienes idea de lo que me estás haciendo —le confesó mientras subía las manos por sus piernas, hasta el pequeño miembro, y continuaba luego hacia sus pezones.

Incorporándose, Naruto se apresuró a soltarle el botón del pantalón y a bajarle la cremallera.

—Lo sé, Sasuke. Lo sé porque tú me haces lo mismo a mí.

Sasuke, sexy, rico y solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora