Siete

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Cuando Sasuke aparcó frente al complejo de apartamentos, Naruto se dispuso a bajar en seguida.

—Gracias por haberme traído.

—Te acompaño.

Empezó a protestar al ver que salía del coche, pero él le abrió la puerta caballerosamente y le tendió la mano, no dejándole otra opción que aceptarla. Quería escapar de él, de sus maneras autoritarias y desfasadas.

Después de avisar al portero de que volvía en seguida, Sasuke lo tomó de la cintura y entró con él en el ascensor. Aquella actitud suya de super macho no era de su gusto, ciertamente.

Cuando el ascensor llegó a su planta, Sasuke le quitó la tarjeta de las manos y la deslizó por la ranura de la puerta. Se recordó que no podía dejarlo entrar. No se trataba solamente de que desconfiara de su propia fuerza de voluntad en el instante en que lo viera trasponer aquel umbral: tampoco estaba dispuesto a que viera sus cosas personales. Nadie había visto nunca todas las fotografías que solía llevarse de obra en obra. Cuando apenas unas horas antes le había preguntado por ellas, casi le había entrado un ataque de pánico.

Se abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarlo pasar.

—Gracias otra vez —se volvió hacia él, tendiéndole la mano para que le devolviera la tarjeta—. Supongo que te veré el lunes.

Pero él no le devolvió la tarjeta, como había esperado. En lugar de ello se dedicó a mirarlo, deteniéndose especialmente en su boca.

—Te he observado durante toda la noche —pronunció con una voz ronca y dulce a la vez—. Y jamás en toda mi vida había hecho un esfuerzo tan grande de contención.

—No, Sasuke. Dame la tarjeta.

Dejó la tarjeta en su mano abierta, pero acto seguido le acarició una mejilla, rozándole el labio inferior con el pulgar.

—En realidad no quieres que me vaya. Si eres sincero contigo mismo, quieres saber cómo será... lo nuestro.

Sí. Había fantaseado, soñado con ello. Pero eso no quería decir que fuera a suceder.

—Somos tan diferentes, Sasuke...

Dio un paso hacia él.

—Me iré si me lo pides —murmuró un segundo antes de besarlo en la boca.

Lo abrazó de la cintura mientras lo incitaba a entreabrir los labios con la presión de su lengua. Dadas las características de su entero, Naru pudo sentir las palmas ásperas de sus manos recorriendo su espalda desnuda, como demostrándole una vez más lo muy diferentes que eran... y lo muy maravilloso que resultaba aquel contraste.

Lo apretó contra sí mientras subía una mano hasta su pelo y le masajeaba la nuca. Tan aturdido había quedado con aquel asalto que ni siquiera se había dado cuenta de que le había hecho retroceder y se encontraban en aquel momento en el vestíbulo del apartamento. La puerta se cerró de golpe, con lo que la luz del pasillo dejó de iluminarlos.

Intentó empujarlo, pero sus dedos se cerraron sobre sus duros bíceps. Reinaba una leve penumbra, procedente de la luz del salón interceptada por la media pared que separaba ambos espacios.

—Sasuke —pronunció sin aliento—. No puedo. No podemos.

Vio que tenía los párpados entornados, los labios húmedos. Jadeaba levemente.

—No tengas miedo —susurró al tiempo que lo acorralaba contra la pared y volvía a apoderarse de su boca.

Miedo ya había tenido: en aquel momento estaba aterrado. Ciertamente no de él, sino de sí mismo por desear algo sobre lo que no ejercía control alguno.

Le echó los brazos al cuello y se apretó contra él. El lazo que le sujetaba el enterito por la parte posterior del cuello se soltó de golpe con un pequeño tirón. La sedosa tela se fue deslizando, para detenerse allí donde se juntaban sus cuerpos. Sasuke se apartó entonces, interrumpiendo el beso por un instante. Ambos bajaron la mirada justo cuando la tela dejaba al descubierto sus pezones.

—Maravilloso —susurró.

—Sasuke...

—Sshhh —le puso un dedo sobre los labios—. No te haré daño.

Pero lo apartó un poco más, antes de que él pudiera volver a reclamar sus labios.

—Yo nunca he hecho... esto antes. Y por mucho que me guste ceder a la tentación... simplemente no puedo.

Sasuke se lo quedó mirando atónito, consternado. Luego, lentamente, le subió los lazos y se los ató con dedos temblorosos. Naruto no podía dejar de mirarlo mientras se dejaba arreglar su entero. El bochorno y la vergüenza lo consumían.

—Yo... no quería provocarte, ni dejar que esto se nos escapara de las manos...

Sasuke retrocedió un paso y hundió las manos en los bolsillos del pantalón.

—No sé qué decirte.

—No pasa nada —Naru se abrazó como para entrar en calor, mirando al suelo—. Haremos como si esto no hubiera sucedido nunca. La culpa fue mía por haberte dejado entrar.

—No, Naruto —su voz ronca pareció envolverlo—. Yo he querido entrar contigo. Y nada me habría impedido hacerlo.

No podía mirarlo, no quería leer la desaprobación en sus ojos. ¿Desde cuándo le importaban los sentimientos de Sasuke o lo que pudiera pensar de él? Esa era precisamente la razón por la que no se relacionaba con varones a ningún otro nivel que no fuera el profesional. Sus emociones acechaban justo debajo de su helado exterior, y no necesitaban grandes estímulos para aflorar.

Sasuke le puso un dedo bajo la barbilla, obligándolo suavemente a alzar la cabeza.

—Mírame.

Por mucho que quisiera evitarlo, sabía que cuanto antes lo hiciera, antes se marcharía él y antes podría superar aquel incómodo momento. Lo miró por fin, pero en lugar de leer en sus ojos la furia o la decepción, se encontró con una apasionada, enternecedora expresión.

— ¿De qué te avergüenzas? —le preguntó—. Estoy sorprendido, sí, pero sobre todo estoy impresionado. Sabía que eras fuerte e independiente, pero no sabía que fueras también tan vulnerable.

—Ni soy vulnerable ni estoy avergonzado.

Pero Sasuke le acarició delicadamente los labios con el pulgar.

—No me mientas, y tampoco te mientas a ti mismo. Crees que estoy decepcionado, así que te avergüenzas de haber perdido el control. Y eres vulnerable, ya que tienes miedo de resultar herido. ¿Quién te ha hecho tanto daño, Naru? ¿Quién ha sembrado ese temor en tu alma?

Las lágrimas le quemaban los ojos, la nariz, la garganta. Cuando estaban a punto de aflorar, cerró los ojos y apartó la cara para liberarse de aquel hipnótico contacto.

—Déjame —susurró—. Solo... déjame.

—Yo nunca te obligaría a nada, nunca te presionaría. Pero no renunciaré a la atracción que existe entre nosotros, y tú tampoco —se volvió hacia la puerta—. Soy un hombre paciente y te esperaré, Naruto. Todo esto es nuevo para ambos, y es algo a lo que ambos tendremos que acostumbrarnos —antes de que él pudiera decir algo, abrió la puerta y se marchó.

Mortalmente exhausto, se quedó apoyado en la pared opuesta a la del gran espejo del vestíbulo. Apenas se reconocía a sí mismo. Tenía la boca inflamada, las mejillas ruborizadas, mechones sueltos del moño le caían sobre la cara y los hombros. Parecía un doncel que acabara de librar una batalla.

Sasuke, sexy, rico y solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora