Aaron Burr sintió que moriría.
Este chico lo estaba matando.
Lentamente, cada movimiento, cada palabra, cada mirada y sonrisa discreta lo volvían loco.
Todo empezó hace meses, con un Caribeño nuevo en el instituto, era claramente un inmigrante orgulloso con una historia que contar y desarrollar.
Era precioso, un niño malcriado.
Burr no le prestó mucha atención, a penas lo oía hablar en sus presentaciones.
Aún así había algo que lo atraía, una chispa en sus ojos.
Era muy diferente a Burr, él no atacaba a las personas directamente, solo esperaba a que las cosas se dieran.
Pero ambos eran parecidos en algo, solo querían salir por sus medios, aunque no fuesen los mismos.
Burr miró disimuladamente al Caribeño en sus clases de Universidad, escuchó cada discurso y anotó todo lo que podría pensar.
Alexander Hamilton era un chico intenso, lleno de ideas por explotar, y en eso había enamorado a Aaron Burr, el chico genio, sin darse cuenta.
- Perdóneme, ¿Es usted Aaron Burr, señor?-Preguntó cuidadosamente un chico de cabello negro algo desordenado, Burr casi ahoga un grito.
Era Alexander.
El Alexander que tanto había observado durante semestres.
El Alexander brillante que tenía una sonrisa cautivadora.
¡El chico que le encantaba!
Frunció sus labios, tratando de no mostrar ninguna emoción.
-Eso es depende, ¿Quién pregunta?- Oh, claro que lo sabía, sabía perfectamente quién es.
Alexander sonrió con nerviosismo, se colocó recto, y organizó los mechones rebeldes de su cabello.
-¡Oh, claro, señor! ¡Soy Alexander Hamilton! Estoy a su servicio, señor, estuve a buscando por usted...-Explicó. Burr arqueó una ceja.
¿Qué buscaría alguien como Alexander de él?
-Hamilton. No necesitas ser tan formal. Hemos tenido dos semestres en las mismas clases en el mismo horario, no hay problema.- Dijo Burr con una pequeña sonrisa que no duró mucho. Estaba emocionado.
Alexander sonrió un poco forzado y confundido.
-¿Hemos estado juntos todo este tiempo?-Repitió asombrado.
Burr agachó su cabeza.
Lo sabía.
Él había analizado a Alexander desde la primera vez que vio el brillo de sus ojos.
Lo envidió al notar su seguridad.
Trató de acercarse siendo más sociable.
Pero Alexander no se fijaría en alguien como... él
-Ah...ni yo lo recuerdo bien...-Se excusó incómodo.
Alexander notó el tipo de atmósfera, por lo que trató de cambiar el tema.
-Sé que usted está haciendo una crítica al sistema de educación convencional, ya que opina que es igual al de la Revolución industrial. Tan solo...-Sonrió.-Enseñar cosas que no utilizaremos en un futuro.
-Es...es cierto.-Admitió.-Pero, ¿Cómo sabes? No he publicado todavía nada.-Dijo sorprendido.
Alexander se sonrojó ferozmente, entonces Burr lo miró, cautivado por aquella nueva faceta del Caribeño.
Alexander parecía tan frágil, tan indefenso.
-Lo sé, Burr, pero...soy un gran admirador de su trabajo. Es que, ¡Vamos, es insano!-Dijo agitando sus brazos por el lugar, hablando fuertemente.-¡Usted ha sido exonerado dos veces, promovido tan rápidamente! ¡Quiero ser como usted! ¡Lo admiro! ¡Usted de verdad me gusta mucho!-Confesó de repente, estaba con la respiración agitada, las mejillas rojas y un calor ardía en sus ojos.
Un calor tan devastador y adictivo que Burr no podía escapar.
Aaron no supo que decir.
Solo se rió.
Rió sinceramente, con naturalidad, no más expresiones fingidas.
-¿Le parezco gracioso?-Dijo Alexander algo ofendido.
-Claro que no, Hamilton.-Dijo Burr aún mirándolo divertido, pero con calidez.-Solo...me tomaste por sorpresa. Pero...yo quiero compartir mi trabajo contigo.-Cedió, Alexander volvió a sonreír con emoción y está vez se abalanzó sobre Burr para darle un abrazo.
El acto tomó por sorpresa al Norteamericano, el cual estaba embriagado por el olor de Hamilton.
Tan dulce...
Hamilton se separó inmediatamente con vergüenza, pero Burr le sonrió dando seguridad.
Era el comienzo de algo grande entre ambas personalidades tan distintas, destinadas a estar juntas por siempre.
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One-Shots de Hamilton
Historia CortaRelatos cortos por separado de Hamilton. De cualquier pareja.