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Se había levantado con el pie izquierdo ese día, y no entendía bien cómo era que aún tenía las fuerzas para seguir levantándose por la mañana pensando en que al llegar todo el mundo lo molestaría, menos su pequeño grupo y su mejor amigo quien parecía ser el único que podía soportarlo: Park Eunji.

Bajó rápidamente las escaleras y se encontró a la dulce mujer a quien tenía la certeza de poder decirle mamá. Le saludó con la poca energía que tenía.

―Chani, mi amor, ¿despertaste más tarde hoy? ―preguntó con dulzura.

―No tengo ganas de ir a la escuela hoy... ―contestó el nombrado con cierta sinceridad.

―Tendrás que ir. Por la tarde tengo algo importante que decirte ―soltó una pequeña sonrisa y tomó el plato frente a ella, dirigiéndose a Chanhee―. Aquí tienes tu desayuno. Quiero el plato vacío cuando te vayas, ¿escuchaste?

Terminó el desayuno, tomó su bolso y cerró la puerta tras de sí, deseando que aquel día fuese mejor que los anteriores.

Naturalmente le gustaba irse en bicicleta porque no le gustaba tener que ir en un autobús lleno de gente que le miraba cuando subía a buscar un asiento. Simplemente sentía que toda la gente era despreciable en su propia cantidad, y que nadie nunca podría cambiar eso por mucho que quisiera. De todos modos se odiaba a sí mismo por ser tan impaciente e intolerante.

Llegó poco después del comienzo de la jornada a las 8:00 am, por lo que tuvo que pedir permiso y tomar el único asiento que quedara vacío, teniendo que soportar las miradas de todos los compañeros de clase a quienes despreciaba.

― ¿Por qué llegaste tarde? ―preguntó Eunji, en cierta medida preocupado.

―No sé, creo que me desperté muy tarde ―contestó con su seriedad característica, tratando de quitar el cabello que se le caía sobre la cara.

―El pequeño debe ser despertado por su mamá, también ―comentó alguien tras él, volviendo el salón de clases en un escándalo lleno de risas molestas y despreciables―. Oye, pequeño Chani, ¿también te hace las tareas?

Todo el tiempo los profesores buscaban desesperadamente una forma de hacer callar a la clase, ya que cada vez que alguien llegaba tarde debía ser sometido al mismo tipo de molestias por parte de los "matones", o los que simplemente llamaban "deportistas".

Todos despreciables.

10:15 am.

Acababan de salir a recreo, y como era de costumbre Chanhee pasaba todo el tiempo junto a Eunji, tratando de evitar cualquier mal comentario por parte de quien fuera que se les acercara.

― ¿Trajiste el buzo para la clase de educación física? ―preguntó Eunji, mientras introducía casi la mitad de un pan a su boca.

―Mierda... ―se echó hacia atrás, insultando internamente toda su corta mañana―. Lo olvidé.

―Tendré que estar solo con el grupo de cerebros de músculo.

―Suerte con eso...

―No los soporto. Es como si todos fuesen los secuases malditos de Rowoon. "Perdón Seokwoo, ¿quieres que te haga un masaje para tus pobres pies después de ese duro entrenamiento?"

― "Mierda, mi gel para el cabello no llegó ayer por el envío. No puedo ir al partido luciendo así, lo siento chicos".

Uno de sus pasatiempos favoritos era burlarse de aquel grupo de "cerebros de músculo" como solían decirles. Eran parte del equipo de baloncesto del instituto, siendo estos ganadores de torneos internacionales contra equipos de todos los lugares del mundo. Vivían viajando y trayendo todos los premios posibles.

Pero en todo lo bueno hay algo malo. Ellos podrían ser ganadores, galanes, buenos alumnos, y todo lo que ellos quisieran, pero también vivían de un acoso constante contra quienes ellos creían inferiores.

Y era cierto, ya que todos en el instituto les daban la libertad de pensar que ellos eran superiores al resto, dándoles la oportunidad de pasar a llevar todo lo que al resto de alumnos les interesa.

Había llegado el fin del recreo, y con eso el comienzo de la clase de educación física odiada por todos los que no practicaban deporte a diario. Llegaron algunos de lo integrantes del equipo de baloncesto que eran del curso paralelo, y se ubicaron en fila para comenzar un trote que duraría 25 minutos. Chanhee permanecía sentado por el simple hecho de no haber llevado su buzo para practicar deportes, y se cuestionaba si aquella breve decisión de no haberlo traído consigo era buena o mala.

Kim Seokwoo entró por la gran puerta, tampoco con un buzo puesto, por lo que tuvo que irse a la banca junto a Chanhee. El menor sólo lo examinó con los ojos, sin decir una palabra.

― ¿Qué te ocurrió, Rowoon? ―preguntó el entrenador.

―Una lesión. Me dijeron que pasara al menos una semana o dos en reposo ―contestó el alto muchacho junto a él―. ¿Y a ti qué te pasó, no quisiste hacer ejercicio? ―preguntó, tomando por sorpresa a Chanhee.

―Lo olvidé ―contestó con frialdad, demostrando su indiferencia hacia el capitán del equipo de baloncesto.

4:45 pm.

La jornada al fin había terminado, y Chanhee sólo pensaba en llegar a su estrecha habitación para dormir un rato antes de tener que estudiar para lo que era una de las materias que más odiaba de la escuela: física.

Llegó a casa, y se encontró con su mamá conversando con alguien a quien se refería como "una vieja amiga". Sólo saludó, planeando subir las escaleras rápidamente para ir a dormir, pero...

―Dije que tenía algo que decirte esta mañana, Chani ―comentó la dulce voz―. Ven aquí ―dejó la mochila y se acercó temeroso―. ¿Recuerdas a Suni, la mamá de Rowoon?

Su corazón se paralizó. ¿Qué hacía ahí la mamá de semejante desgracia para el universo?

―Se irá por 5 meses a Los Ángeles por trabajo, y no quiere dejar a Rowoon solo en casa.

―Temo de lo que Seokwoo pueda hacer mientras yo no estoy en casa, y la verdad es que no tenemos muchos familiares cerca como para que alguno lo reciba. Las casas de todos quedan muy lejos de la escuela ―comentó la mujer con cierta vergüenza―. No sé si ustedes estarían dispuestos a recibirlo por un poco de tiempo hasta que encuentre otro lugar. Esto fue algo que... surgió como de la nada, y no tengo muchas opciones.

―Por supuesto que no es un problema. Tú cuidaste de mi Chani cuando tuve que irme a Seúl por trabajo. Ahora te devuelvo el favor, y estoy segura de que Rowoon y Chani se llevan bien, ¿no es así, Chani?

―S-Sí, por supuesto... ―contestó como pudo, tomando a la mujer del brazo y arrastrándola hasta la cocina―. Mamá, es una pésima idea.

―Chanhee, debemos ayudarlos. Suni hizo mucho por nosotros, y es hora de que le devolvamos el favor. Además, tú y Rowoon solían ser muy unidos, ¿qué tiene de malo?

― ¡¿Qué tiene de malo?! ¡Quieres que viva con el ser humano más despreciable que pisó la tierra!

―¡Chanhee, ten un poco de respeto!

En ese momento el timbre sonó, obligando al menor a aventurarse a saber quién llamaba. Abrió la puerta, y se encontró con aquel chico desagradablemente hermoso de 1.89, bastante superior a la normal estatura que el menor llevaba a cuestas desde hacía años.

― ¡Seokwoo, pero qué grande estás! Bienvenido, pasa y ponte cómodo ―dijo la dulce voz tras él.

Ambos se miraron nerviosos sin entender realmente qué era lo que estaba pasando, o qué harían para tolerarse al menos esos 15 minutos de charla que restaban.

Chanhee sólo entendía que esos serían los 5 peores meses de su vida.

Por decisión propia [RoChan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora