12.

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Los nervios le recorrían el cuerpo de sólo pensar en la reacción que tendría el menor al tacto de su mano. Esperó a que éste tuviese la valentía para voltearse, y lo miró fijamente a los ojos.

―¿Qué mierda quieres? ―preguntó, tapándose los ojos con la manga de la pijama.

Adorable, como siempre.

Sus ojos tristes aún lagrimeaban, y parecían no tener más energías para mantenerse abiertos por lo enrojecidos que estaban. Se le partía el corazón. Chanhee lloraba por él, y no había nada que pudiese hacer al respecto, a menos que hiciera a su mamá cambiar de opinión milagrosamente.

Entendía que su pequeño compañero merecía más que una mentira que lo volviera a hacer feliz por un corto plazo de dos meses, así que sólo decidió hablar con la única verdad que conocía a la perfección.

―Te amo ―nuevamente los nervios le carcomían, imaginando que el menor le golpearía por decir algo que sonara tan estúpido en un momento poco indicado―. Y yo... sé que me vas a decir que es estúpido que lo diga si me voy a ir, pero siento que de verdad necesito que me ayudes en ésto.

Se quedó callado, como si procesara todo lo que el mayor acababa de decirle. Sus ojos seguían vidriosos, pero su voz ya no temblaba.

―¿Y en qué podría ayudarte yo?

―No me dejes ―la voz había comenzado a temblarle, cristalizando sus ojos de inmediato―. Te necesito ahora aunque me digas que será peor después si tengo que irme.

―¡Para ti es fácil decirlo! Tú te vas a ir lejos, mientras yo me quedo aquí, viendo la casa y acordándome todo el tiempo de ti y de que estás lejos. Es obvio que no lo entiendes.

Comenzaba a desesperarse al no poder contener las lágrimas para que Chanhee no las viera, y no se atrevía a hablar porque sabía que su voz colapsaría hasta volverse llanto.

¿Por qué seguir aguantándolo?

―Chanhee, no quiero irme ―lo abrazó con fuerza, rompiendo en llanto al mismo tiempo.

No había palabras correctas para decirle. Permanecía perplejo, porque nunca había creído a Seokwoo capaz de reaccionar así ante algo. Siempre trataba de ser fuerte para no hacer sentir mal al resto, pero ésta vez eso parecía no haberle importado.

―S-Seokwoo... ―el menor lo apartó, secando sus lágrimas con cuidado.

―Esperé poder tener esto contigo por mucho tiempo, y ahora voy a perderlo por algo que ni siquiera quiero hacer.

―¿Mucho tiempo?

No tomó en cuenta la pregunta del menor, y sólo se acercó hasta quedar estirado en la cama con su cabeza apoyada en el torso del mismo. Estuvieron así por largos minutos, hasta que se calmaron, esperando olvidar todo lo que había pasado.

―Déjame dormir aquí hoy ―imploró al menor, acercándose levemente a su rostro para depositar un beso en sus pequeños y delicados labios.

Chanhee cedió, tratando de olvidar el hecho de que en algún momento ya no podría tener los besos de aquel inútil del que se había enamorado tan ciegamente.

No había un lugar más cómodo que aquel. Sentía que quería estar entre los brazos del menor por el resto que le quedara de tiempo, haciendo siempre lo posible por hacerlo feliz, y nunca verlo llorar.

No quería perderse ni un minuto de su vida.

Los minutos de besos, y el roce de los dos cuerpos los llevaba a creer que esa noche era diferente, y que de cierta forma tendría algo especial e inolvidable para ambos. Al fin y al cabo, ninguno de los dos había tenido algo así con alguien antes, y parecía ser el momento perfecto para probarlo.

El mayor comenzó a darle breves y húmedos besos en el cuello, provocando un estremecimiento que le parecía curioso en Chanhee, como si los besos le causaran más cosquillas que placer.

Lo deseaba más que nunca.

Seguía besándolo con desenfreno, esperando que ese momento perfecto a sus ojos nunca se acabara.

Que fuese eterno.

Lo tomó de la cintura para poder tenerlo completamente frente a él, y le sacó la camiseta de pijama con cuidado, esperando no recibir una respuesta negativa por parte del menor.

Todo en él era perfecto, pero por una razón incomprensible Chanhee no lo dejaba apartar la vista de su rostro, como si no quisiera que él examinara tan detenidamente su cuerpo con la vista.

Se quitó su propia pijama, y pudieron verse el uno al otro con la tenue luz que entraba por la ventana. Era como un sueño que jamás creyó posible, imaginando todas las cosas que le gustaría hacer y tendría que guardarse para sí.

―Seokwoo ―lo detuvo, cortando cada pensamiento que éste tenía en la cabeza―. Yo también te amo.

Sintió que el corazón se le paralizaba. Sus mejillas enrojecieron de repente, y no quería que Chanhee lo viera reaccionando de ese modo a algo que se suponía debía estar acostumbrado a que le dijeran.

Pero ¿quién le diría te amo aparte de su mamá?

Ya no existía ni el frío ni la pena.

Eran sólo ellos, mostrando la versión más sincera de sí mismos al otro.











Por decisión propia [RoChan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora