Acuerdo

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Un aullido lastimero, se introdujo en los plácidos sueños de Hermione; un lobo en ellos, la miraba con tristeza desde una maraña de maleza en un bosque oscuro y laberíntico. No veía un gesto salvaje en él. A pesar de sus fauces hambrientas, sus dientes afilados y sus garras puntiagudas enterrándose con rabia en la tierra hastiada de gusanillos blancos, provenientes de dos cuerpos descompuestos con cabellos rubios brotando incipientemente de sus cráneos secos.

Frunció el ceño ante la confusión del escenario, los cadáveres no eran su cena, los estaba cuidando de cualquier criatura que pudiera lastimarlos. No tenía sentido. Ya estaban muertos.

Todo en él la invitaba a huir, sin embargo ella anhelaba quedarse, su cuerpo, era atraído por un extraño magnetismo a protegerlo. Intentó acercarse desde su posición pero sus músculos contraídos no se lo permitían.

Un segundo aullido, la ayudó a mover las manos que previamente descansaban sobre su regazo sosteniendo una pequeña cobija de terciopelo roja. La sensación en su tacto fue de ayuda para volver al plano terrenal, olvidándose al instante del sueño. Escurrida sobre una silla de amplio respaldo, su cabeza descolgaba hacia un lado y al parecer, su boca permaneció abierta durante las tres horas de descanso, la sentía pastosa y su garganta deshidratada pedía a gritos un poco de agua.

—Shhh, largo de aquí estúpido perro.—murmuró Draco desde algún rincón de la casa. En respuesta, Fang rasgó su garganta con un gruñido poco amable.

Hermione se incorporó no sin cierta dificultad, su cuello resentido por la mala postura le obligó a llevarse la mano al mismo y hacer un gesto de dolor. Adormilada como estaba, se condujo arrastrando los pies en dirección al cuarto de Hagrid, no coordinaba bien sus movimientos así como tampoco lo logró con sus pensamientos, imaginó que la voz de Draco provenía del dormitorio del gigante.

No tuvo que avanzar mucho cuando tropezó con las patas traseras de Fang que retozaba en el suelo con el hocico pegado a la puerta del baño. Girando su cabeza con ánimo de aliviar su dolor, dedicó tres suaves golpes a la puerta del sanitario.

—Fuera estúpido perro—se quejó Draco desde su interior

—Soy yo —murmuró Hermione, aun somnolienta —.¿Estás bien? —sólo un silencio obtuvo como respuesta —.¿Quieres ayuda Malfoy?

—Déjame en paz —pujó su voz desde el interior, y una lluvia de ventosidades se escucharon vibrando sin armonía

Hermione ahogó una risa entre sus manos, despabilándose ante la gracia que le producía el malestar del joven. Fang, por su parte, expelía suspiros lastimeros de preocupación.

—¿Te ha sentado mal la cena cariño? —indagó socarronamente.

—No te hagas la estúpida Granger y tráeme algo que me alivie inmediatamente.

—Vuelve a soñar Malfoy. No estoy a tu servicio. Es simplemente un malestar, ya te recuperaras.

—Lo dices como si fuera cualquier cosa —se quejó el rubio con la voz pastosa —. Me tienes mal herido con esa mierda que hiciste en mi brazo, ahora me enfermas con esa comida de asco que dan en Hogwarts y yo... yo necesito cuidados especiales.

Hermione abrió la boca presa de consternación, se había pasado los últimos días llenando de cuidados a aquel niño malcriado y demandante, para que le reclamara ahora por ello. Sin dejarse llevar por el sentimiento de molestia que dilataba en su interior, suspiró llevándose la mano al entrecejo, asumir la responsabilidad de sus decisiones era parte de la cruz de la cual se había hecho cargo. Otra sonora sinfonía repicaba en el interior del sanitario, y esta vez, su risa se hizo notar.

—Granger, ¿qué esperas para darme una poción?

—Relájese en el trono,

Hermione, con una sonrisa en sus labios se dirigió hacia la cocina escuchando crujir el suelo ante sus pasos. Abrió el grifo, olvidando las precarias condiciones de la cabaña de Hagrid e introdujo sus manos, resoplando al instante por la gelidez del líquido, con valentía tomó un poco entre sus manos y salpicó su rostro. Necesitaba despabilarse o estaría con sueño en su primer día de clases. Su corazón palpitó de alegría, hubiera deseado enseñar transformaciones o encantamientos, una materia que implicara una verdadera muestra de su intelecto, sin embargo el hecho de no haber terminado sus estudios era un soberano estorbo en su desarrollo profesional, además no estaba mal para ella, sería la forma ideal de aportar a la nueva construcción del mundo desde su experiencia personal e impartir conocimiento a los nuevos magos, que como ella, llegaban sin conocer nada presos de dudas, inseguridades y temores.

Luna de PlataWhere stories live. Discover now