Noticias

404 29 3
                                    

Una nube de humo bailoteo como un vórtice al interior de la bola de cristal estática sobre la mesa de noche, llevaba varios minutos sin detenerse y la paciencia de Andrómeda se resquebrajaba a cada giro.

En su cuarto descansaban de cualquier manera encima de la alfombra, un sinnúmero de elementos dedicados exclusivamente a la búsqueda incansable de Draco Malfoy.

Le dio una pausa a la esfera de cristal y desplegó un mapa sobre su cama, murmurando oraciones inteligibles, desenredo de su muñeca una cadena egipcia con un talismán blanco colgando de ella. Movió su mano a través de la extensión del mapa abarcando de polo a polo y de cabo a rabo, desando que el magnetismo de la joya la arrastrara al lugar exacto para ir en pos del joven.

Cerró sus ojos, lo deseó con tanta fuerza que en el proceso le nació una cana nueva en su oscura cabellera, y cuando abrió las orbes, el condenado talismán continuaba dando vueltas sobre el papel.

Revisó el tarot esparcido sobre la mesilla, barajando las cartas en diferente orden y de distinta manera, intercalaba sus manos pronunciando variedad de rezos en el procedimiento, sin embargo las diecinueve veces que lanzó los naipes siempre triunfaban en sus lecturas la carta del ermitaño acompañada de la tarjeta de la luna. Resoplando enérgicamente leyó una y otra vez el significado de la combinación y fue lo único con sentido después de arrojar las runas, observar la llama de la salvia y leer las alas de las mariposas nocturnas.

Draco se había distanciado a voluntad, haciendo una búsqueda en aislamiento solitario para entender mejor lo aprendido y desaprender lo innecesario. La imagen de la luna simbolizaba sus miedos más profundos y oscuros.

Desgastada por las horas invertidas y mareada por los olores emanados de las fragancias vaporizadas en la habitación, se sentó sin culpa sobre la cama comprendiendo que no se puede encontrar a quien no quiere ser hallado.

Unos cuantos pasos en la planta inferior le avisaron de la llegada de Harry, tomo la varita entre los pliegues de su vestido negro y con un hechizo las cosas en aparente desorden volvieron a su respectivo lugar. La única muestra de su labor previa fue la mezcla redundante de fragancias en el aire.

Bajó los escalones de dos en dos para encontrarse con Potter escurrido en un sofá con ademán exhausto. Su trabajo en el Ministerio consumía la mayor parte del día, dejándole unos gramos de energía que invertía cuidando de Teddy.

Ignorando el estado extenuado del joven, Andrómeda se sentó en el extremo del sillón. Con impaciencia revolvió entre sus manos la tela viscosa de su falda que llegaba hasta el suelo, dando largas a la pregunta reiterativa realizada todos los días al recibir al joven ¿se han tenido noticias de Draco?, nunca las respuestas eran positivas sin embargo su voluntad era de hierro y tampoco se daba por vencida en la labor.

En esta ocasión, Harry, con el gesto ceñudo tomó la delantera.

—Andrómeda, no tenemos noticias de la ubicación de Malfoy —acotó de manera seca y rutinaria.

La mujer pasó una mano por su cabello mientras la otra se mantenía atada a su regazo con el peso de la tristeza.

—Entiendo —respondió, con un cariz resignado—, es sólo que él es mi única familia aparte de Teddy.

Harry se irguió sobre el sofá, paso una mano a través de los caminos de la negrura de su cabello debatiéndose entre compartir la información que presionaba su lengua para ser expuesta o callarse y ser leal a la promesa realizada al Ministro. Sus ojos verdes se posaron en el rostro macilento de Andrómeda quien se ahogaba día tras día en una vejez angustiosa, detalló las marcas contraídas de su rostro, la cabellera alborotada salpicada de canas y el eterno luto sobrepuesto tantas veces que la vida se asfixiaba por debajo de la oscuridad de sus prendas.

Luna de PlataWhere stories live. Discover now