De aves y lobos

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De Aves y Lobos

Tres pares de ojos observaban sin parpadear el nudo de hojas que se movía sin fuerza, revuelto por una diminuta forma de vida bajo la naturaleza.

Hermione, más preocupada que intrigada, levantó la mirada detallando el rostro anguloso de Draco apenas iluminado por el candor de un par de lámparas de gas.

Él, mantenía su mano aferrada a la cintura de la castaña con un suave contacto, indicando que seguía allí, con ella. Su rostro tenía un gesto travieso y cierto toque de alegría infantil que le hizo recordar a Hermione la felicidad de Hagrid al adquirir una nueva y espeluznante criatura. Se sentía viviendo un deja vú con la persona equivocada.

Con una evidente ausencia de voluntad, Draco, deslizó su mano rozando con las yemas de los dedos el costado de Hermione para liberarla. Ella, percibió bajo la ropa una sesión de escalofríos al paso de su movimiento lento y marcado resignandose a la cruel soledad ante la ausencia de su roce. Se reprendió por el rumbo que tomaba su cuerpo y su mente ante la proximidad de Draco, mientras observaba la delicadeza del joven, quien con la precisión de un cirujano y sin hacer demasiada presión, removió la maleza entre la caja para acunar entre sus manos una pequeña ave blanca.

Las cabezas se juntaron para detallar al débil polluelo que abría un largo pico en suplicantes silbidos, demandando comida.

—Que bello —suspiró Hagrid, llamando la atención de los azules ojos del ave—, es un cuervo.

El gesto interrogante se marcó enfático en la cara de Hermione, desconcertada por la imagen mental de un cuervo relacionando inicialmente su plumaje oscuro y aunque no sabía mucho de aves, tenía la clara certeza que ellos no transformaban su color de una forma tan desmedidamente radical.

Draco, reparando en el rostro confuso de Hermione y previniendo que ella no demostraría ignorancia en ningún tipo de tema, le hizo un gesto con la cabeza sugiriendo que lo siguiera, entretanto cruzaba la estancia de camino al sofá.

—No sé cómo alimentarlo —lamentó Draco buscando un lugar despejado en el sillón, dirigiéndose a Hagrid

—Eso no es problema muchacho —sereno el gigante, caminando pesadamente hacia la salida en compañía de Fang—, he alimentado muchos animales en mi vida y las aves en general comen insectos—, abriendo la puerta y guiñando un ojo a Malfoy, finalizó—, voy a buscar algo para ese pequeño.

Cerrada la puerta, los jóvenes se sentaron en el sofá, acomodaron sus piernas perceptiblemente cercanas y juntaron sus rostros con la excusa de observar al animal.

—Es un cuervo albino —explicó Malfoy, clavando sus pupilas en la mirada evasiva de Hermione—, son criaturas muy extrañas de encontrar ya que no logran sobrevivir mucho tiempo. La madre los expulsa del nido al ver su apariencia diferente. A éste lo hallé bajo un montón de hojas en el bosque.

—¿Estuviste en el bosque? —indagó Hermione, con un toque de alarma en su voz. Angustiada por la idea que alguien en Hogwarts lo hubiera visto.

—Sí —respondió él, inclinando su cabeza para verla de lleno—, estuvimos con Hagrid un rato por ahí, buscando mi varita.

—¿Los vio alguien? —cuestionó preocupada, acercándose un grado más al rostro de Malfoy.

—Sí —respondió malicioso, notando la angustia acrecentarse en Hermione—, cómo cien libélulas, mil pájaros y un montón de mariposas. ¿Crees que soy estúpido Granger? Obviamente no me iba a dejar ver.

Hermione dejó caer los hombros aliviada y frunció el ceño ante la imprudencia de permitirse engañar por Malfoy. Deseosa de cambiar la conversación destinó sus ojos al pájaro que los miraba de vez en vez.

Luna de PlataWhere stories live. Discover now