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Bill despertó abrazando a Dipper, tal escena le parecía linda y entonces pensó en dos cosas, el futuro y el pasado. Ver a Dipper dormir a su lado, le hizo pensar en cuando ambos se casaran y vivieran felices por siempre, porque él se sentía merecedor de eso. Sonrió, se sentía tan feliz y orgulloso de tenerlo a su lado, era considerado un honor; Pues Dipper lo había elegido a él y solo a él. Eran el uno para el otro.

Tenerlo ahí, en la cama acostado le daban ganas de protegerlo por siempre. Entonces el rubio se hizo una promesa a si mismo, se prometió cuidar a Dipper en todo momento y en todo lugar; sin importar el tiempo que pase, sin importar las circunstancias o los errores cometidos, él lo protegería y lo amaría sin condición.

Seguía observando a Dipper, sin tocarlo, solo lo miraba como si fuera un delicado muñeco de porcelana. Y comenzó a ver todas sus cualidades, tanto físicas como mentales y emocionales. Él era de (físicamente hablando), delgado y con una piel tan pálida como un fideo recién cocido, unas piernas delgadas y largas, perfectas y sin ninguna marca aún, unas caderas tan pequeñas y hermosas, un torso pequeño, tan delicado que deseó tocarlo, y su cara, ¡ah! esa preciosa cara tan hermosa y delicada como si fuera hecha de cristal, algo hermoso y digno de admirar, su cara era perfilada y ovalada, unos labios tan delgados que daban ganas de besarlos, una nariz perfecta, una mejillas hermosas y con un par de pecas que cuando se sonrojaba se miraba aún más tierno que nunca y sus ojos grandes de un hermoso color avellana con un toque resplandeciente se enamoraba más cada ves que los veía. Luego estaba su hermosa marca de nacimiento, la osa mayor, y su cabello era algo hermoso un color castaño claro y con un olor como a Pino fresco. Francamente ese niño era perfecto incluso al cometer errores, le encantaba y comenzaba a tomarle un cariño especial y diferente. Tal vez era a lo que se le conoce como amor de verdad.

Y ahí estaba Bill Chiper, a su lado la persona con la que deseaba pasar el resto de su vida, sin importar la religión, sexo o edad. Ellos eran el uno para el otro. A Bill, le importaban un carajo la leyes internacionales o la misma ONU, después de todo era prácticamente intocable, gracias a su padre, además está seguro de que era amor.

No quiso despertar a Dipper así que seguió acostado ahí con él, el desayuno estaba por llegar a la habitación. 15 minutos más tarde Dipper estaba despierto, se levantó de la cama y se comenzó a tallar los ojos.

-Oh, despertaste. -dijo Bill muy animado- ¿Cómo amaneciste? ¿Dormiste bien? -preguntó amable. Tomando la atención del castaño y cautivandolo, como todo un casanova.

-Buenos días, Bill -dijo con timidez-. Amanecí bien, gracias. ¿Y tú? ¿Que tal? -dijo amable y sonriente.

-Bien, dormí muy bien, gracias. ¿Tienes hambre? -preguntó Bill, acariciando el cabello de Dipper. El cual sonreía con el toque de éste-. Tomaré eso como un sí. -dijo y Dipper asintió.

Tocaron la puerta, Bill hizo pasar a quien tocaba; era la sirvienta, tenía dos bandejas de comida arregladas de manera muy linda y elegante en un carrito.

Ambos tomaron su bandeja y comenzaron a comer, Dipper parecía totalmente hambriento, pues comía con rapidez, Bill solo disfrutaba de su café y su huevo revuelto, con eso él era feliz. Finalmente Dipper termino primero como era de esperarse.

Díez minutos después, Bill se levantó, dejando en la mesa la bandeja, caminó había el armario y comenzó a sacar algo de ropa. Dipper se quedó algo perplejo ante el tamaño del armario, pues creyó que era otra habitación, pero grande fue la sorpresa al ver lo que era realmente.

-Oye Dipper, me iré a tomar una ducha. ¿No quieres tomar una también? -preguntó. Dipper se comenzó a poner rojo y agachó la cabeza- ¡Espera! ¡No es lo que piensas! ¡O sea que tú tomes tú ducha aparte! ¡Cuando yo salga del baño! ¡Por favor no mal entiendas esto, no es lo que parece! ¡Lo juro! -gritaba, intentando corregir su malentendido. Dipper estaba totalmente avergonzado, solo podía agachar la cabeza y asentir a todo lo que decía el rubio.

Eres mi niño Where stories live. Discover now