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Los días habían pasado, 63 para ser exactos. Se había reportado el secuestro de Dipper y se le buscaba por todo California e incluso en el país. Desde los lugares más recurrentes hasta los barrios más bajos y peligrosos. Bill había sido el primero en hacer el reporte, después de haber perdido el rastro de él, ayudaba a la policía con la búsqueda, pero no tenía mucho éxito. Había visitado todo tipo de lugares, burdeles, prostíbulos, moteles e incluso el mercado negro, dónde también había tráfico de blancas. Le quedaban dos lugares, dos prostíbulos de lo más bajo; había todo tipo de cosas ahí, y con solo pedirlo podías participar en una violación real. Había escuchado mucho de ese lugar, las prostitutas y la trata de blancas abundaba, las personas que habían estado dentro, ya fuera para reportajes o por mero placer, habían visto un mismo infierno.

Y algo dentro de Bill le decía que Dipper estaba ahí. Había conseguido algo de información, pero no la siguiente como para asegurarlo. Hasta ahora sabía quién era el jefe mayor y como se manejaba todo ahí dentro, también se imaginaba para que tipo de cosas lo querían; pero no lo iba a perder, él era de Bill Cipher, ¿Acaso no lo sabían? Y si había algo que de verdad le molestaba al Cipher era que se metieran con su propiedad y sabía que se habían metido con el tipo equivocado.

Caminaba por las calles, con algunos volantes en la mano. En ellos venía información del pequeño, una foto y una recompensa a cualquier tipo de información, así como varios números telefónicos. Entregaba los volantes a toda persona que veía en la calle, preguntaba sin tener alguna respuesta. De repente, cuando menos lo esperaba, fue derribado por un chico que venía corriendo en dirección contraria, corría fuerte como si de eso dependiera su vida. Quedando en el suelo, con una respiración baja y agitada, Bill se levantó del piso y estiró la mano, para ayudar al chico a levantarse. Al momento de levantarlo del suelo, quedó perplejo al contemplar el rostro y cuerpo del chico, ¿Ese era Dipper?

No podía ser, era imposible por las condiciones en las que venía, parecía haber sido golpeado y torturado. Lo tomó de los hombros y lo miro con tristeza. No podía expresar cuan grande era su enojo, pues se habían metido con su niño y no solo eso, lo habían lastimado. Nunca debieron haber hecho eso.

—¡¿Dipper?! —le toco la frente, pues el chico entre cerraba los ojos— ¡¿Estás bien?! ¡¿Quién te hizo ésto?! —el castaño abrió los ojos y suspiro con alegría, seguido de algunos jadeos, apoyándose sobre sus rodillas. Miró al suelo y eventualmente alzó la vista con alegría y algo de tristeza

—Bill... —con la poca fuerza que aún tenía, levantó la mano y acarició su mejilla con cariño. Sus orbes cafés se ilunarln cual estrella al ver el rostro del mencionado—. Estás bien... —sonrió y soltó un suspiro de alivio, seguido de un par de lágrimas—, creí que te había pasado algo, pero ya estás aquí... estás conmigo... —se limpió las lágrimas y abrazó con fuerza. Bill también se encontraba llorando, pues aquella trágica escena de su niño le partía el alma, colocó las manos sobre su contrario y lo atrajo hacía él con más fuerza, dejando salir las lágrimas y una leve sonrisa; es cierto, estaba molesto por el trato que había recibido Dipper pero, justo ahora estaba tan aliviado por haberlo encontrado, tan feliz.

—No me sueltes nunca —dijeron ambos al mismo tiempo.

—¿Quién fue? —preguntó con cierto coraje y rabia. El castaño solo agachó la cabeza y negó con la cabeza— ¿Que mierda significa eso? —pensó.

— Aquí no puedo, él nos encontrará. Tenemos que irnos, me venían siguiendo. Y no tengo puta idea de si aún están ahí o si les perdí el rastro, por favor vámonos. —insistió con miedo, su rostro reflejaba miedo y nervios, estaba temblando y parecía que pronto se desmayaría. Se veía realmente mal.

Dipper escuchó algunos ruidos cerca, parecían motos y de inmediato lo supo. Volteó a ver a todas partes, tomó del brazo a Bill y comenzó a correr y correr, con fuerza y sin parar, los volantes que Bill había llevado en la mano hasta hace unos momentos, se cayeron al piso, dejando un pequeño rastro. Después de unos momentos Bill jalo al castaño del brazo, atrayendo lo hacia un callejón

Eres mi niño Where stories live. Discover now