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Se había despertado con un intenso dolor de cabeza y su cuerpo le dolía, sentía las manos y pies adormecidos. Al despertar estaba en un cuarto oscuro, no estaba seguro de si estaba solo o no, pero la habitación desprendía un aroma fuerte a carne echada a perder y a fierro. Comenzó a mover las manos poco a poco, buscando algo para poder identificar el sitio donde se encontraba. Rápidamente, enfocó su tacto en algo terso y suave, era parecido a la piel de alguien menor, continuo tocando, intentando adivinar de lo que se trataba el objeto o animal que se encontraba a su lado.

—¿Que demonios es esto? —susurró molesto.

—¡Ah! —el grito de una niña se escuchó y de inmediato apartó las manos con vergüenza y miedo.

—¡Lo siento! ¡¿Te lastime?! —preguntó apenado, seguido de mas disculpas.

—¡¿Quién eres?! ¡¿Donde está mi mami?! —gritó asustada, cosa que el chico no tenía ni idea de cómo manejar puesto que, ni siquiera él mismo lo sabía.

—Cálmate, por favor no grites —dijo intentando tranquilizarla—. Escucha, sé que estás asustada y créeme que yo también lo estoy, pero no tengo idea de en dónde estamos. Así que por favor no grites, siento mucho si te asusté, te pido una disculpa. —dijo a punto de llorar por la desesperación.

Todo se volvió a quedar en silencio una vez más, la oscuridad que los acompañaba daba un aspecto más espeluznante al lugar.

—¿Cómo te llamas? —preguntó con tranquilidad, pues sabía que si se alteraba lo más probable es que la niña también lo hiciera y pues no era el mejor momento para hacerlo.

—Me llamo Lucía —dijo con un leve tartamudeo en sus palabras.

—Bien Lucía, mi nombre es Dipper. ¿Puedes decirme tu edad?

—Tengo 12 años.

—Bueno, Lucí. ¿Puedo llamarte Lucí? —preguntó intentando mantener la conversación y la calma.

—Sí.

—Okey Lucí, necesito que me digas tú nombre completo con apellidos, ¿De acuerdo?

—Sí. Me llamo Lucía Thompson.

—¿Sabes tú dirección? —cuando la niña estaba a punto de contestar, fue interrumpida por una voz que venía aparentemente del otro lado de la habitación.

—¡Traelos a todos! —gritó una voz muy gruesa y pesada.

La velocidad cardíaca de ambos se elevó con rapidez al escuchar el sonido de pasos que se acercaban más y más rápido a ellos.

—Dipper tengo miedo... —dijo con miedo y con un nudo en la garganta.

—No te separes de mí, para nada. Y hazte la dormida. —le susurró con desesperación. Comenzaba a sudar frío y comenzaba a hacer teorías de dónde se podía encontrar posiblemente.

Finalmente, la puerta se abrió. Un rechinido horrible salió de esta a causa de la falta de cuidados. La luz entró en la puerta, lo primero en identificar fue donde se encontraba y con quién. El tipo que estaba en la puerta lucía rudo, a su alrededor, había al rededor de 22 personas, en su mayoría adolescentes y niñas. Muy pocos hombres y en su mayoría menores.

Se quedó estupefacto ante aquello, estaba en una habitación de mala muerte, con algo que parecía se sangre tirada en los pisos.

—¡MUY BIEN! —gritó el grandulón que estaba en la entrada, con algunos aplausos que resonaban con fuerza en la habitación. Una sonrisa cínica le acompañaba, de inmediato, todos comenzaron a despertar con miedo y confusión. Los gritos y llantos no tardaron mucho en aparecer, sin embargo, el castaño se mantenía fuerte ante la situación y evitaba las lágrimas.

Eres mi niño Where stories live. Discover now