Capítulo 04. La mentira sobre los amigos reales.

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“Ya sabes lo que dicen: es mejor bueno conocido, que malo por conocer.”

«------♥--------»

Fubuki se reincorpora encarando a Hiroto Kiyama, esconde sus manos en su espalda, en una de ellas sostiene la carta. Pese a lo vergonzoso que resulta la situación, mi compañero no aparta la mirada del pelirrojo en ningún momento. Está serio y calmado. Hiroto mantiene una expresión de duda en su rostro; está confundido y tiene sus razones. Incluso, me atrevería a decir que siente desconfianza, aunque se esfuerce por simular que todo esto le divierte.

–¿Qué estabas haciendo en mi casillero?– vuelve a preguntar con una sonrisa amable.

Fubuki y yo temblamos, tengo que pensar en una excusa rápida y convincente, abro mi boca pero el albino se adelanta.

–Estoy haciendo un favor.– responde, su voz es más firme que otras veces. Está confiado y tranquilo. Suspiro de alivio, comienzo a ver el lado bueno de su indiferencia ante todo.

Hiroto alza una ceja roja, sus ojos verdes brillan. –¿Tú le estás haciendo un favor a alguien?– inquiere, su desconfianza aumenta. Sin embargo ese tono de voz incrédulo y su expresión de juez no consigue desbaratar a Fubuki Shirou.

–Sí.– responde con simpleza. Si me pongo a pensarlo, él está tranquilo porque en realidad no necesita pensar en una mentira. Está siendo honesto y es más sencillo mantener la compostura.

Pero Hiroto se cruza de brazos, denotando desconfianza y convirtiendo este momento en una tortura innecesaria. Me gustaría tocarlo y hacerlo desaparecer. Me gustaría poder borrarle la memoria a Hiroto Kiyama para que mi compañero pueda escapar. Pero no puedo hacer nada, estoy al lado de Fubuki pero es como si él estuviese solo.

–Fubuki, desde el incidente en el comedor muchas personas te tienen miedo.– señaló, no pretendía ser grosero y de hecho, su voz era comprensiva. –¿Qué escondes ahí? ¿Es para mí?– preguntó.

–Era para ti, pero ya no.– negó, él me mira de reojo y yo asiento a su decisión.

–¿Por qué? Dejame ver.– insistió, extendió su brazo para alcanzarlo.

Fubuki pegó su espalda a los casilleros, apretando con fuerza el sobre en su mano, protegiéndola de aquel chico que insistía con arrebatársela. Hiroto sólo estaba jugando, porque se estaba riendo y realmente no estaba siendo brusco, su risa resonaba en el pasillo solitario y la voz de Fubuki hacia eco "¡Oye, no hagas eso!". Hiroto lo acorraló, colocándole las manos a cada lado de la cabeza y mirándole a los ojos con una sonrisa cálida. Hiroto Kiyama era realmente agradable.
–Vamos, dejame ver.

Pero Fubuki era inmune a esos hechizos, frunció el entrecejo y exclamó.

–¡Alejate!

Vi como su rostro comenzaba a agrietarse y los colores se le derramaban por el cuello como maquillaje. Detesto esta parte de mí.

–No tienes por qué avergonzarte, eres un chico lindo.– dijo con un tono de voz aterciopelado, acercando su rostro al de Fubuki. –Vamos, dejame ver.

Antes de que Hiroto Kiyama pudiera agregar una palabra más Fubuki Shirou le surcó el rostro de una bofetada. Aquella atmósfera que se había creado entre ambos desapareció por completo, el silencio podía cortarnos por la mitad. Mi amor platónico se apartó lentamente, intentaba asimilar lo que había ocurrido, su mejilla estaba roja, cinco dedos brillaban en su piel. Sus ojos verdes no podían apartarse del rostro de aquel muchacho que lo había agredido. Yo quise reclamarle a Fubuki, pero cuando lo miré, no pude decir nada. Él se veía realmente molesto, colérico. Nadie dijo nada. Nadie hacia nada. El tiempo se había congelado.

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