Capítulo 07. La mentira de Hiroto Kiyama.

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“Ya sabes lo que dicen: cuánto más amigos, más claridad.”

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Quise enojarme con Fubuki, en serio tenía la intensión, pero cuando el se despertó y me saludó con una sonrisa inocente en su bello rostro; no pude hacerlo. No podía odiarlo porque él no lo sabía; ignoraba por completo los sentimientos que había despertado en Hiroto Kiyama. Sus ojos grises tan honestos. Su sonrisa amable. Sus facciones finas. No puedes enojarte con alguien tan adorable. No puedes odiarlo y menos si no te da razones para hacerlo.

–¿Y bien? ¿Pasó algo bueno ayer?– Su maldita sonrisa. Quisiera que me des razones para odiarte, Shirou Fubuki.

Él se encerró en el baño y ni siquiera pude desear que se ahogara en la bañera. La simple idea era para mí algo repugnante que me hacia sentir como un monstruo. Me detengo en la puerta, no sé qué es lo que quiero. No sé qué estoy haciendo.

–Fubuki, ¿puedo acompañarte?– pregunto desde afuera.

–Bueno.– responde.

Atravieso la puerta y me encuentro en un escenario nuevo para mí. En todos estos días jamás me he aventurado en el baño de Fubuki Shirou. Es pequeño pero muy organizado y huele bien. Tiene varios productos para el cabello, el rostro y para el resto de su cuerpo. Hay toallas limpias que huelen a vainilla. Supongo que es por eso que él siempre huele tan bien. Fubuki está sumergido hasta el cuello, mantiene los ojos cerrados y una expresión de paz en su rostro. Me siento a su lado, en un estrecho muro.

–¿Podemos visitar a Hiroto hoy?– pregunto.

Fubuki apenas me mira con el rabillo del ojo. Suspira.

–Quisiera descansar de las personas por hoy.– responde con simpleza. –Si quieres, puedes ir tú. De hecho lo preferiría, me gustaría estar solo.

Asiento varias veces, no me siento ofendido ni mucho menos. Todos tenemos derecho a estar solos y todos queremos momentos para estar solos. No significa que he dejado de agradarle. Y, por como están las cosas ahora. Por cómo me siento. Creo que es mejor que estemos alejados por el día de hoy? Necesito aclarar mis pensamientos.

–Volveré antes de la cena.– digo con una sonrisa ligera.

–Diviertete.– Alza su mano, que gotea agua tibia y me despide con una sonrisa cálida.

Salgo del baño y me quedo en el medio de la habitación con los ojos cerrados. Me imagino la calle de Hiroto, observo vada detalle, cada casa y casa auto. Los árboles, arbustos y flores. Escucho el viento, a las personas y a los animales. Es una residencia solitaria. Los alrededores son habitados por personas muy mayores que disfrutan de pasar un domingo en los templos o dentro de sus casa sin importunar a nadie. Cuando abro mis ojos me encuentro allí. Ahora, saber cuál de todas es la casa de Hiroto Kiyama no será tan sencillo.

Cierro los ojos y escucho. Hay muchas casa, pero sólo en una está él. Me concentro.

–Mamá, ¡tengo hambre!”

“–Mira, así con las cosas. No puedes cambiar la manera en que se mueve al caballo.”

“–Ya es tarde, deberías despertar.”

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