Capítulo 12. Un pueblo que no existe.

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“Ya sabes lo que dicen: No juzgues un libro por su portada.”

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De todas las cosas que podrían presentarse en una aventura de carretera, consideras que es mejor ser atacado por un oso que ser amenazado por un hombre con la cara llena de marcas por el acné y portando una navaja. Primero porque no es muy probable encontrar osos en las ciudades de Japón. Y segundo, seria más fácil razonar con el oso. No es sólo un tipo feo, son tres tipos feos contra Hiroto Kiyama quien ni siquiera parece perturbado por la situación (esto, obviamente debe ser una fachada. Tiene que ser). Se mantiene sereno y muy serio. Impertérrito.

–¿Qué se les ofrece?– pregunta, ignorando el arma blanca que podría atravesarle el estómago en cualquier momento.

Estoy muy nervioso, aún no han pasado los cinco minutos pero creo que es buen momento de buscar a Shirou.

–Danos las llaves del auto, eso queremos.– respondió uno de ellos. Tenía el cabello lleno de gel y olía a perfume barato. Me daban nauseas.

–Evidentemente, ustedes no están en todas sus facultades mentales.– expresó con ironía.

Hiroto, vas a ganarte una paliza por imbécil. Te mataran y cuando llegues al cielo te preguntarán cómo moriste, entonces morirás por segunda vez de vergüenza al tener que explicarles que un sujeto apestoso y feo te apuñaló con una navaja de bolsillo. Quiero comprenderlo, obsequiarles un deportivo rojo que cuesta más que la vida de esos tres no es sencillo; más cuando el respeto por tu padre sobrepasa niveles inimaginables. Pero se debe tener un poco de sentido común y amor por la vida. ¡No creo que el señor Kira soporte perder a otro Hiroto! Pero, quizás debería buscarse un reemplazo en algún orfanato. Quizás el señor Kira debería hacer muchos clones de Hiroto en un laboratorio. Estoy tan asustado que ni siquiera sé en qué estoy pensando.

–¿Te crees muy gracioso?– inquirió con el ceño fruncido.

–No, ustedes son los graciosos, pensando en que voy a dejarles mi auto por las buenas.– Su arrogancia me crispa los nervios y no soy el único.

–¿Acaso te quieres morir, imbécil? – El sujeto empuña su arma y se acerca de una manera amenazante con todos sus músculos contraídos y una ira que nubla su aura.  Mira a Hiroto como si no le importase apuñalarlo y dejarlo morir allí. Sé que lo haría y si estoy equivocado, no quiero quedarme para medir su humanidad.

¡Necesitamos refuerzos!

Sin perder más tiempo corro en busca de Shirou Fubuki, puede ser muy irónico recurrir a la ayuda de un chico que mide 1.60 metros, pero él es de los pocos chicos que se atreven a enfrentar a Fudou Akio sin que le tiemblen las rodillas. Lo encuentro al lado de un kiosco fumándose un cigarrillo y verlo tan tranquilo me hace enojar aún más. Me acerco a él rápidamente y lo encaro.

–¿Qué estás haciendo?– pregunto histerico, y antes de que él pueda decir alguna tontería como "Estoy fumando" me adelanto. –¡Hiroto está en problemas, quieren robarle el auto!

Shirou deja caer su cigarrillo y me mira con sus ojos abiertos de par en par. Su rostro palidece y sus pupilas se contraen.

–¿Quién?

–¡No lo sé, no me paré a preguntar nombres!

No se detiene a responder mi burla, se limita a correr de vuelta con Hiroto y yo voy detrás de él, está ignorando por completo la molestia en su tobillo, puedo verlo por la manera en la que corre; obligandose a ir más rápido. El trayecto se sintió lejano, demasiado para la verdadera distancia que nos separaba. Cuando llegamos al lugar de los hechos, ni siquiera me esperé a observar cómo se habían desarrollado las cosas. Simplemente le lancé una suplica a Fubuki.

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