Capítulo 14. Una lección aprendida.

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“Ya sabes lo que dicen: El pasado es aquello que no te deja dormir por las noches.”

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Sólo fueron diez minutos hasta llegar al cruce que nos llevaría al pueblo, la calle no estaba asfaltada correctamente y la naturaleza había comenzado a reclamar su territorio. Hiroto tuvo que bajar la velocidad, pues el camino irregular podría repercutir en su coche. Aún así, su interior se agitaba como herramientas en una caja y Fubuki debía sostenerse fuerte para no salirse por la ventana(tenía la mitad del cuerpo fuera, observando con fascinación todo a su alrededor). Habían decoraciones entre los árboles, estatuas con caras extrañas que daban miedo y pequeñas casitas estratégicamente distribuidas en todo el terreno. Las sombras caminaban de un lado a otro; era un bosque muy activo.

–¡Midorikawa, mira! ¡Un Hokai!– expresó, señalando con su delgado dedo.

Parecía un niño pequeño en una excursión. Pero sí, allí estaba aquel espíritu deslizándose entre los árboles. ¿Cómo se veía? Es difícil describir, no tenía una forma que puedas comparar con algo de este mundo, su rostro estaba cubierto y su cuerpo también por un ancho kimono y un sombrero de bambú. La vibra en torno al bosque, era nostálgico y cargada de pesar. Tanto que no podía evitar sentir desgano; como si los árboles se hubiesen robado mi energía. Me giré para mirar a Fubuki y me percaté de que él se sentía igual.

Observar por la ventana perdió su atractivo así que se reincorporó en el asiento, con una expresión melancólica y distante. Las energías del lugar habían conseguido afectar su estado de ánimo. Es algo que simplemente no puedes explicar, un peso de plomo se instala en tu pecho y no puedes respirar. Quieres llorar y gritar, pero las fuerzas te han abandonado: al igual que tus sueños y esperanzas.

–¿Pasa algo?– preguntó Hiroto, quien se había encontrado en silencio durante todo el camino. Concentrándose en no chocar con nada.

–Estoy muy triste.– confesó, con una voz suave y apagada.

–¿Por qué? ¿Viste algo malo?– preguntó preocupado.

Pero Fubuki no respondió. Colocó su mano en la manilla y miró hacia afuera, el bosque era iluminado por los cálidos rayos del sol, no había oscuridad en él y sin embargo eso lo envolvía en más tristeza.

–Estoy tan triste, que podría saltar de un puente.

Fubuki abrió la puerta y se inclinó hacia delante con intensiones de precipitarse fuera del auto, yo grité y Hiroto se volteó para mirar "¡Shirou!" exclamó, con sólo una mano logró alcanzar al muchacho y sostenerlo del cuello de su camiseta. El albino no hacia nada para liberarse y el pelirrojo, viendo que perdía el control en tal terreno irregular se apresuró a jalar a su novio hacia él. Frenó y la puerta se cerró. El miedo impreso en sus facciones, sus manos temblando aterrado. Lo amarró con el cinturón de seguridad y se echó en el asiento, jadeando.

–¡¿Qué mierda te pasa?! ¡¿Te volviste loco?!– inquirió con la voz rota. –¡No hagas eso! No lo vuelvas a hacer.– Y su voz se fue apagando para dar paso al llanto.

Aunque Hiroto Kiyama no pudiera vernos, podía también ser afectado por la energía triste que rodeaba aquel bosque lleno de espíritus. Me quedé observándolo sin decir nada, es la primera vez que veo llorar a Hiroto y me enternece el corazón. Es como si de pronto se convirtiera en un niño otra vez. Entonces no es Hiroto Kiyama sino, Hiro-chan. Sonrió, aunque no es momento para sonrisas. Fubuki ha salido de su letargo y se acerca a Hiroto, colocando su mano en el hombro de él.

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