5| Plan de reconciliación

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Estábamos estupefactos, era Luna, tenía el semblante serio, con el ceño fruncido

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Estábamos estupefactos, era Luna, tenía el semblante serio, con el ceño fruncido. Bajó las escaleras lo suficiente para estar a nuestro alcance, y le arrebató la caja a Ámbar.

- ¿No van a cambiar? - preguntó acomodando su falda.

- Luna, no te metas - dijimos al mismo tiempo que quisimos tomar la caja.

- Chicos, los quiero, y por eso, Simón, fue un error darte esta caja - la miré confundido -. Me la quedaré yo, y ustedes - nos arrastró a una habitación, nos empujó y la cerró con llave.

- ¡Luna, abre la puerta! - golpeé esta última con mucha fuerza, estaba desesperado.

- Es inútil - la rubia se sentó en un sofá que estaba allí, seguido de eso, acomodó su falda color negro -. No lo hará - cruzó sus piernas y me miró -. ¿No vas a decirme?.

- ¿Decirte qué? - dije confundido y ella rió.

- ¿Por qué me rechazaste? - abrí mis ojos.

- Yo... Me dolía...

- ¿Dolerte qué? - frunció el ceño.

- Qué no confiaras en mí... - susurré y me senté al lado suyo.

- ¿Uh? - sentí un ardor recorrer mi mejilla, cerré mis ojos -. Simón, lloré por vos, te dije que te quería, te supliqué, me humille ante vos - su voz iba perdiendo la fuerza -. Pero veo que no fue suficiente.

- Basta, bonita - dije -. Basta con esto, no deseo que te sientas así, pero también debes entender que con las mentiras no podíamos llegar a ningún lado - la miré y ella se secó unas lágrimas que corrían por su mejilla.

- Lo sé - bajó la mirada -. Pero no era necesario rechazarme de esa forma, de decir te amo sin sentirlo, porque yo por lo menos nunca lo hice. Y bien, ¿Querés saber la verdad?, al principio eras parte de mi plan - miró un punto fijo -. Luego con tus estúpidos encantos caí rendida a tus pies, desde nuestro primer acercamiento, las cosas eran verdaderas...

Cada palabra era una estaca en mi corazón, me sentía estúpido e inútil, tenía un fuerte impulso por darle un beso y que todo cambiara, pero las cosas no eran así. ¿Será hora de qué cambie mi terquedad y quiera ayudarla?, prometí ser su salvación, no dejarla sola y yo, estoy reclamándole como un inútil.

- No resisto más - dije y tomé su rostro entre mis manos, para acercarla a mí y poder besarla.

Ella se tensó, pero después de un momento correspondió el beso, tomé su nuca para profundizarlo y ella tomó mis mejillas. Sus manos se deslizaron a mi cabello, el cual comenzó a revolver, mientras que las mías vagaban por su espalda. En un pequeño instante nos separamos, para mirarnos con deseo, pero el ruido de una puerta siendo abierta nos asusto a ambos. Nos levantamos inmediatamente de aquel sofá, ella se acomodo su ropa y yo mi cabello.

- Chicos, creo que ya es suficiente, además mi mamá nos llama, Ámbar - Luna entró mirando su celular, por suerte no nos vio, levantó su mirada y sonrió -. ¿Se reconciliaron?.

Cruzamos miradas y negamos, ¿Por qué lo hicimos?, no tengo idea. Capaz fue una confusión, o tal vez nos dejamos llevar por el momento, no lo sé. Ella bufó y tomó a Ámbar de la mano, arrastrándola hacia la salida. La rubia me miró sonriente antes de irse, estaba confundido. Lo mejor era irme.

 Lo mejor era irme

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Maldita Luna.

Mil veces maldita.

Le sonreí como idiota a Simón, le demostré debilidad, que horror. Mi plan se iría por el caño, no, no no. Resiste, Ámbar, resiste. Muy pronto verás a Simón retorcerse del dolor, llorar, suplicar, humillado.

Fuimos con Mónica que nos pidió que viniéramos puntuales a las diez de la noche, si es que salíamos, porque tendríamos la visita de un empresario. Algo de negocios, qué sé yo. Después de eso, salí de la mansión en dirección al parque, ya que ahí sería donde me encontraría con Ramiro, últimamente pasamos mucho tiempo juntos. Adivinen que, descubrí que es una estupenda persona, incluso podría decir que se esta convirtiendo en mi amigo.

- Hey, rubia - me llamó.

- rulitos - reí.

- ¿Vamos a la feria? - pasó su brazo por mi hombro.

- Claro - contesté sonriente

(...)

- Pequeña pinocho, pensé que te gustaba esto - enterró su cara en sus manos riéndose.

- Obvio no, psonriente.la pena intentar - tomé su mano.

La comenzó a andar, estaba muerta de miedo, demasiado. Comencé a gritar del miedo que sentía, la adrenalina comenzó a recorrer todo mi cuerpo, Ramiro solo gritaba y reía. En un momento como este, hubiese deseado quedarme en la mansión. Después de que terminara el recorrido, salimos algo mareados de allí, caminamos en dirección a un puesto de comida que vendía panchos y conos de papa fritas.

- ¿Qué querés comer, rubia? - preguntó.

Por impulso miré la hora, vaya, ya era muy tarde. Lo vi preocupada.

- ¿Qué? - volvió a preguntar.

- Ya es tarde - besé su mejilla como forma de despedida -. Tengo que llegar antes de las diez para vestirme y todo eso - comencé a caminar en dirección a la salida.

Amarte © [Simón Álvarez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora