Episodio 3

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– ¡Eres un imbécil, duende! –Le grité al peliazul mientras me limpiaba los ojos.

Había entrado a la biblioteca porque "alguien" me había llamado, ese alguien era Zafiro, necesitaba que le trajera las hojas de una planta roja, cuando entré, obviamente abrí la puerta, pero al hacerlo, un balde con unos polvitos naranjas me cayó encima, un poco cayó en mis oculares y por eso me tallaba. Me ardían los ojos, al momento de abrirlos, vi todo borroso, me picaron más, por lo que instantáneamente los cerré de nuevo.

– ¡Esta vez fuiste demasiado lejos! –grité.

Sabía a ciencia cierta que el mísero culpable era el elfo cara de pedo.

Un poco después comencé a escuchar su risa, para proceder una carcajada.

– ¡Mírate! –se regocijaba.

– ¡Estoy harta de ti, Israel! –le grité cuando al tratar de salir me di con un estante de libros.

–Es Ezarel –dijo con tono molesto–, estúpida humana...

Lo último lo dijo lo suficientemente bajo como para no ser escuchado, pero yo sí lo oí. Choqué por segunda vez con un estante, el chico comenzó a reír, al salir me di con la puerta.

–Te acompaño –dijo Zafiro cuando por fin entendió que antes de escapar terminaría con un millón de moratones.

– ¡Yo puedo sola! –le grité.

En parte también estaba enojada con él, le había seguido el cuento a su hermano y sin haberse dado cuenta, había ayudado a su hermano con su bromita. Me encaminé a la enfermería dando tumbos, mi vista no había mejorado mucho, pero al menos ahora podía diferenciar un muro de una columna.

–Eweleïn –me quejé cuando entré.

– ¡Estoy acá! –gritó moviendo una mano, estaba atrás de la cortina azul que se encontraba al fondo de la enfermería.

Me tropecé con el pie de una cama y caí al suelo.

Eweleïn se levantó de su asiento, corrió a mí, me levantó y me sentó.

–Vaya, ¿Qué te hicieron? –preguntó cuándo me revisó los ojos.

–Ezarel –fue lo único que dije.

Miró mis ojos, son su boca les sopló un poco, pero me ardió lo suficientemente para soltar una lágrima, cerré los ojos rápidamente y chillé. Sentí una picazón exagerada en la espalda, me empecé a rascar, pero después me pico un brazo, luego el cuello, la mano, el pie...

–Tengo mucha comezón –le dije a Eweleïn.

– ¿Qué fue exactamente lo que te hizo Ezarel? –me preguntó.

Le expliqué lo de la arena extraña que el duende me tiró encima.

–Ay, Ágata –negó la muchacha–, creo que ya sé que te echó, no es arena, son polvos de vulcano, producen una picazón insaciable donde tiene contacto con la piel. Pero no te preocupes, tenemos la cura por aquí.

Caminó a un gabinete, lo abrió y sacó un par de frnquillas de vidrio, uno tenía la botella rosa y la otra era azul, trajo también un plato hondo con forma de concha, destapó el primer frasco y lo vertió en la bandeja, un líquido espeso color gris salió por la boquilla del bote y, sin exagerar, se movía solo. Tomó el segundo frasco, pero cuando lo inclinó para vaciar su líquido, no salió nada.

–Oh, no –se lamentó–, creo que las lágrimas de ángel se nos han cavado... Son fundamentales para que se te quiten esos polvos...

Frunció un poco el entre cejo, levantó la cabeza y la llevó con vista a la puerta.

CANCELADA•••|Eldarya|••• Tus Ojos En Mi (Ezarel) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora