Capítulo 10

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Me sentía desilusionada, ¿ok?

Si bien ya sabía que era desaseado, huraño y alguien difícil de tratar, no intuí que me demostraría tanto rechazo en nuestro primer encuentro. Una cosa era que te lo contaran y otra vivirlo en carne propia. Y no supe muy bien cómo asimilar este trago amargo que me recorría cada centímetro de mi ser. Me había dedicado una mirada tan acuciante antes de desaparecer por la puerta, que me di cuenta de que sería difícil, muy difícil, entablar siquiera una relación cercana a él. Mis ilusiones que había albergado durante años se vieron rotas, las cuales empezaron a conjugar con mi corazón que me dolía, el cual se hallaba hecho trizas en mi interior.

Me agarré el pecho para tratar de menguar el dolor que sentía. Sentí un nudo en la garganta que quería obligarme a llorar, pero no lo haría. Apenas conocía a estas personas, que aunque se habían mostrado muy amables, mi orgullo herido me impedía abrirme con ellas. Me mantendría fuerte, no les demostraría que el ninguneo de Dash me había afectado para nada, nada. Yo era la gran Eli, que había venido de la capital con solo quince años, que había sido una escritora best seller, que había vivido sola durante tres años sin que nada la amilanara, que podía hacer frente a cuanto hombre maleducado tenía delante de sí, que…

Sin embargo, cuando percibí la mano cálida de doña Daría sobre mi hombro dándome palabras de ánimo, me di cuenta de que poco tiempo me había durado la farsa. De inmediato, la pequeña lágrima que salía de mi mejilla dio paso a un río de lágrimas incontenibles.

No sé por cuánto tiempo lloré, mas agradecí que tanto Turri como la doña se mantuvieran en silencio a mi lado, sin dedicarme las típicas palabras de lástima que creí que lo harían. Detestaba causar compasión en alguien, menos en personas que acababa de conocer. Quería causarles una buena impresión, pero Dios, qué difícil era teniendo a alguien como Dash a pocos metros de mí.

—Al principio te choca, pero luego termina dándote igual —dijo Turri mientras se miraba sus uñas—. Es decir, o te enojas o lo ignoras como hacemos muchos. Los chicos prácticamente no le hablan, yo incluida. Aunque de vez en cuando me gusta hacerlo rabiar, como habrás podido ver. —Me guiñó el ojo—. Y es que con mis amigas nadie se mete, ¿ok? Podrá decirme muchas cosas, pero a Milena me la respeta. Es casi una hermana para mí y no voy a permitirle que la llame verdulera.

—¿Quién es Milena? —pregunté mientras comía unos piqueos de aceitunas rellenas que Doña Daría me había dado.

—Mi mejor amiga de la universidad.

—¿Y qué es de la vida de esa muchachita tan simpática? —preguntó la señora para luego sentarse con nosotras—. Hace tiempo que ya no la veo por aquí. Creí que no venía desde que mi hijo les gritó el otro día —añadió triste—. Lo siento tanto. Ya no sé qué hacer con este muchacho.

Turri sonrió.

—¡Nada que ver, doñita! Milena no es alguien que se amilane por tan poco. Tiene mucho carácter.

—¿En verdad?

Ella asintió.

—Lo que pasa es que ya hemos pasado a facultad. Cada quien está estudiando lo suyo y bueno, es difícil coordinar nuestros horarios. Y es una lástima. —Resopló profundo y puso una mirada de nostalgia—. Así ya no me quedan pretextos para preguntarle por el guapísimo de su hermano. Desde que terminó la universidad, ya no he tenido ocasión de deleitarme con sus ojos verdes. —Soltó un suspiro—. ¿Alguna vez has tenido como crush un escritor, Eli? —me preguntó dedicándome una mirada de complicidad.

Enarqué un ojo sorprendida. ¿Acaso era vidente o qué?

—Bueno, yo…

— Tiene unos ojos verdes, de esos que asemejan el mar de Caribe, preciosos. —Volvió a suspirar, mientras su mirada se perdía a lo lejos, en la ventana que daba para la calle—. Parecen dos hermosas esmeraldas por las que babeas de solo contemplarlas.  —Suspiró con gran fuerza, que casi sentí su respiración encima de mi cara.

Cómo conquistar a un escritor [y no morir en el intento]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora