Capítulo 15

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Tenía miedo de entrar. ¿Por qué me había llamado a su cuarto? ¿Qué era lo que tramaba? ¿Quería conversar de algo especial? No tenía ni la más remota idea. Pero, más que bien, cuando recibí su siguiente mensaje (‹‹No te tardes››), me di cuenta de que me requería de inmediato. Así que no me iba a hacer de rogar.

¿Querría preguntarme por mi papá? ¿Contarme cómo le estaba yendo en su nueva novela? ¿Quizá necesitaba de mi ayuda? Sí, esto podría ser. Y el saber que, por fin, podría serle útil a Dash, me produjo una sensación de mezcla de nerviosismo y emoción. Miles de hormigas revolucionaban dentro de mí al tiempo que sentía mis manos sudorosas.

No lo dudé ni un segundo más. Me puse una de las poleras más nuevas que tenía. Era una de esas que enseñaba un hombro y que tenía una frase graciosa como estampado (‹‹Felicítame por el Día de las Madres. No soy mamá, pero sí una mamacita››). Era de color plomo y en letras blancas y grandes podía leerse aquella. Me había causado gracia la primera vez que la había visto, como regalo en la Nochebuena. Y como era la única ropa nueva que tenía a la mano, aún a pesar de la frase que tenía, decidí ponérmela. Quería verme lo más presentable posible. Si era nuestra primera reunión de trabajo que tendríamos, como lo suponía, pues quería causarle una buena impresión.

Me amarré el pelo en un moño. Largos mechones de pelo rubio, debido a los rayitos que me había hecho meses atrás, delineaban mi rostro al tiempo que me acomodaba bien el flequillo sobre mi frente. Este peinado era el más adecuado para el verano. Normalmente lo llevaba suelto, pero con el calor que hacía, se me hacía imposible tenerlo así ahora. Aparte, era el peinado "más serio" que podría hacerme para una reunión de trabajo.

Abrí la puerta de uno de los armarios. Quería contemplarme en el espejo para ver si me veía lo más presentable posible.

Y ahí me hallaba. Con un leggin negro que hacía perfecto juego con mi polera, mis sandalias de tacos que había usado en la cena de Nochebuena y uno de los mechones que caía de manera armoniosa por mi lado izquierdo. No obstante, aunque al principio me pareció una buena impresión, decidí acomodármelo detrás de la oreja. No quería dar la impresión de que estaba lista para ir a una fiesta.

Peor todavía, cuando mis ojos pasaron de la oreja a mi hombro, me di cuenta de que se veía muy inapropiado.

¿Qué pensaría Dash al ver mi hombro? Conociendo su mal genio, seguro que se enojaría y creería que estaba lista para irme a un picnic. Pondría mala cara y me llamaría la atención. ¡Sin dudarlo!

Resoplé profundo al imaginarme dicha escena.

Me dirigí de inmediato hacia mi armario para tratar de hallar una vestimenta más apropiada para la ocasión, pero me detuve. En ese instante, el sonido de mi celular estaba sonando sin cesar.

—¿Aló?

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Dash de mala gana—. ¿Por qué no vienes? ¿Crees que te voy a esperar todo el rato?

—Bueno, yo...

—¡Ven de una vez!

—Ok, ya sal...

No pude terminar lo que iba a decir. Como en nuestra primera llamada, me dejó con la palabra en la boca y me colgó. ¡Vaya chico!

Sin tanto preámbulo, deseché la idea de buscar alguna blusa o polera para cambiarme. Me había tomado entre diez a quince minutos probarme y elegir la que llevaba puesta, como para perder otros tantos en una nueva. Total, parecía ser que a Dash poco le importaría mi apariencia y solo reclamaba mi presencia. Así que decidí no hacerlo esperar.

Cómo conquistar a un escritor [y no morir en el intento]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora