El ℑncio

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El primer recuerdo de mi antigua vida viene de la oscuridad

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El primer recuerdo de mi antigua vida viene de la oscuridad.
En esa época la energía eléctrica aún no existía y mi mundo de por sí siempre se encontraba en tinieblas. 

Vivía en una choza de algún pueblo que sinceramente no sé su nombre. Ha pasado tanto tiempo desde que me fui de ahí que perdí la noción de donde se encontraba localizado, y el nombre con el que lo llamaban ha desaparecido por completo. "Lorbet".
Cada día, mis 8 hermanos y yo nos la pasábamos encerrados en un pequeño cuarto en donde apenas podían vivir cómodamente 3 personas, luego, 9 era insufrible. Los llamo hermanos porque esa era nuestra única familia, aunque ninguno de nosotros había sido engendrado por la misma madre o padre, y de hecho, ninguno los conocía.

No era ni el mayor ni el más pequeño, pero todos acostumbraban a tratarme con delicadeza por mi frágil aspecto y mi muy común ola de enfermedades que me atormentaban tan seguido. Nunca fueron contagiosas o mortales y eso lo agradezco, pero la vida ahí era bastante parecida a un infierno, y eso no hacía más que empeorarla.

Nosotros no eramos esclavos... más bien algo parecido al ganado. 

El dueño de esa choza nos daba de comer una vez al día una ración que equivaldría una miseria para una pequeña familia, por lo cual, era necesario que algunos, en pos del bien de otros, renunciaran a su comida para alimentar relativamente bien al más necesitado. Todo esto justo antes de comenzar nuestro trabajo. 

Eramos "Alquilados" para realizar cualquier servicio en un rango de 12 horas. La gente del pueblo y de zonas cercanas, pedían a un niño para cumplir ciertas diligencias. Ya los niños alquilados que eran menos caros que contratar trabajadores y eran sumamente obedientes, nos utilizaban para cualquier trabajo que no requiriera la capacidad de un adulto en cuanto a fuerza o conocimientos. Trabajos que iban desde ayudar a las amas de casa con sus mandados, a los comerciantes con sus puestos y a los sacerdotes con sus templos, hasta trabajar arduamente en las minerías como un hombre más, en los aserraderos y construcciones como si fuéramos cualquier hombre de gruesa complexión. Aunque en estos últimos terminábamos deshechos y completamente cansados, eran bastante buenos pues nos daban carne y más ración de alimento los contratistas para evitar que nos desmayácemos. Otras veces, alguna ama de casa o algún monje sentía lástima de nosotros y nos alimentaba también por su cuenta aunque no fuera necesario en el alquiler de nuestro cuerpo. Por último estaba el trabajo más nefasto; en este claro que conseguíamos alimento, de hecho, eramos capaces de comer hasta los más finos manjares pero a un costo más alto. Grandes políticos y comerciantes eran capaces de alquilar nuestros cuerpos para su propio placer y disfrute y para alegrar sus fiestas de indecencia. Era bastante repugnante, pero nadie lo prohibía y desgraciadamente, hasta el más pequeño lo había vivido.

Esta era mi vida día a día, protegiendo y siendo protegido del frio y los golpes hasta que alguien pedía nuestro cuerpo por un precio.

Sin embargo, todo cambió un día. Era un hombre con una muy buena apariencia. Era obvio que era de otro lugar, incluso de otro país. Su forma de caminar e incluso de hablar era demasiado diferente a la gente con la que había estado rodeado. De cabello casi plateado y una piel tan pálida y delicada, se acercó a nuestra choza apenas durante el amanecer. El día era nublado y no se mostraba la luz lo suficiente, pero se podía percibir su belleza en medio de la oscuridad y la tierra de los carruajes.

Él se acercó al dueño y pidió un niño para una tarea especial. Se podía ver desde la ventana como el dueño lo traía hacia nuestro cuarto y  al abrir la puerta le dijo que eligiera al que gustase. Esto era muy normal pues dependiendo del trabajo se podía necesitar cierta complexión y sobretodo si requerían nuestros servicios sexuales, tenía que ser del gusto del solicitante.

-Le daré 20 monedas de oro si me deja por un momento con ellos para elegir- dijo mientras le entregaba la bolsa cuyo peso se notaba. El dueño, totalmente perplejo tomó la bolsa y al recobrar su compostura y profesionalidad alcanzó a señalar que solo tenía 5 minutos, pero no hubo protesta de parte del elegante hombre frente a nosotros.

Él se acercó a cada rostro examinándolo y levantando los brazos y barbillas de algunos, sintiendo la ligereza del cuerpo de cada uno. Al final tocó mi turno. Yo, estaba postrado aún en la cama intentando recuperarme de la enfermedad que había adquirido en ese invierno. Era obvio que no sería elegido ante esa situación, sin embargo, sus ojos resplandecieron en cuanto se encontró con mi mirada.

-Eres hermoso Yuri- susurrró y al percatarme de que nadie le había dicho mi nombre sentí que mi cuerpo se estremecía. Comenzó a sacar algo de su bolsa y poco tiempo después me di cuenta que estaba entregando una moneda de oro a cada niño que se encontraba en el lugar- Cuídenlo y guárdenlo todo el tiempo que puedan hasta que sea necesario. Será suficiente para que puedan comenzar una vida lejos de aquí- de nuevo volteó a verme, me tomó en brazos y me sacó del cuarto hasta donde se encontraba el dueño. Pagó la cantidad normal con monedas de cobre del precio que se acordaba por cada niño y me subió al carruaje.

-Eres un tonto... 20 monedas de oro fue mucho- le dije aún con la pesadez  de la enfermedad presionando mi pecho.

-Fue realmente poco. Esas 20 monedas de oro no fue para que me dejara estar 5 minutos con todos ustedes.  Esas 20 monedas, no, esas 28 monedas fueron un adelanto del pago para poder estar contigo toda la eternidad Yuri.

  Esas 20 monedas, no, esas 28 monedas fueron un adelanto del pago para poder estar contigo toda la eternidad Yuri

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° R É Q U I E M ° | Yuri On Ice | Au VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora