Una triste vida solo puede acabar en tragedia. Nada importa si siempre fue así.
Sin embargo... ¿Si tan solo hubiera una esperanza de ser feliz, destrozarías esa esperanza o dejarías que ella terminara contigo?
La historia de un hermoso chico llamado...
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Había sido ya una tarde muy larga. Mucha gente se encontraba en el centro estos últimos días por la presencia de nuevos comerciantes extranjeros que abrían comercios y construían nuevos edificios cerca de la calle principal. Todos sorprendidos y emocionados por la llegada de los extranjeros con sus novedades, parecía incluso un festival.
-Está bien si vas a dar un paseo Yuuri. Un poco de distracción no te caería nada mal.
Mi madre había notado la curiosidad en mi mirada. Era bastante obvio que tenía muchos deseos de ver las cosas que se estaban mostrando en las calles y en aquella pequeña plaza.
Desde el comienzo de la era Meiji, muchos extranjeros habían comenzado a visitar nuestras tierras. La cantidad de gente que llegaba a la costa con esos barcos ostentosos era mayor cada año y ese, al parecer, era el mejor de todos. Era como si hubieran decidido presentar más de aquella cultura europea en nuestra zona. Cosa que regularmente ocurría solo en sitios como Kyoto, Edo y Tosa. ¿Cómo podría no estar emocionado con su llegada a Kyūshū?
Podía avistar a los grandes barcos que llegaban a la costa desde el castillo, pero era completamente diferente a interactuar directamente con las personas que venían en ellos.
Corrí hacia la plaza donde se encontraba el mercado de especias nuevas y exóticas que se decía los europeos habían recolectado de diversas partes del mundo. Todos estaban emocionados intentando ver qué podían comprar.
Seguí por la calle central mirando de lado a lado la nueva instalación de varios negocios exponiendo diversos artefactos. Unos conocidos y otros que jamás en mi vida había visto. Podía distinguir entre las armas y juguetes e incluso se podían apreciar las joyas y vestidos, de colores sobrios y brillantes con diversas piedras y metales que desconocía y otros tantos que se podían encontrar en nuestra tierra.
Al seguir caminando por la zona me topé con unas cuantas personas de cabellos de diversas tonalidades desde el marrón hasta casi llegar al blanco hablando con idiomas cuya pronunciación era imposible para mí. Era tan llamativo todo. Tan nuevo. Tan mágico y misterioso que tenía tantos deseos de conocer más, de saber qué era lo que decían. Tenía una extraña necesidad por saber qué era lo que estas personas pensaban. Lo que pensaban de Hasetsu y del mundo en general.
Aún inmerso en mis pensamientos una pequeña niña con uno de esos "vestidos" con muchos vuelos cruzaba la calle con un pequeño muñeco entre las manos. La niña tenía un cabello muy claro enroscado en espiral y unos ojos del color del mar. Definitivamente era europea, pero era realmente hermosa a pesar de lo extraña que lucía rodeada de muchas personas con el cabello totalmente oscuro y lacio. Aún siguiendo con la mirada a la niña, sin darme cuenta, choqué contra alguien y el impacto fue tal que ambos caímos al piso.
-¡¡Perdóname!!... ¡perdón, yo...!-Al voltear mi mirada hacia la persona a quien había aventado accidentalmente, me percaté de lo extraña que era, incluso en esa mezcla de culturas en la plaza de la ciudadela.