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Otro día más que me despertaba a las siete y media de la mañana para prepararme e ir al instituto.

Me levanté de la cama y mientras iba al baño, frotaba mis ojos aunque no veía nada debido al sueño que tenía.

Me quité el pijama dejándolo en el suelo y me adentré en la ducha con el agua caliente, provocándome escalofríos.

Me vestí con unos pantalones de chándal caídos de color gris,una camiseta de tirantes blanca y una sudadera del mismo color con la marca de adidas en azul.

De nuevo pasé al baño a peinarme y a secarme un poco el pelo, pues no quería constiparme.

Bajé a la cocina con prisa. Llegaba tarde. Mas no impidió que me preparase un vaso de leche.

Mientras lo bebía rápido, apareció mi hermana, Alexia, con el pelo alborotado. Era extraño verla despertar, ya que siempre estaba de fiesta en fiesta y, básicamente, cuando yo salía para ir al instituto, ella entraba a casa.

-Hola, Oli -saludó,mientras abría la nevera.

-Qué raro que estés despierta a estas horas -llevé el vaso, ya vacío, al fregadero provocando una pequeña risa de mi hermana.

-Anoche no salí, estuve en casa de Kevin viendo películas -se sentó sobre la mesa. Le reproché con la mirada. Odiaba cuando hacía eso.

No nos llevabámos muy bien, para qué mentir. Teníamos bastantes diferencias. Pero convivíamos juntas así que no nos quedaba más remedio que comunicarnos, aunque fuese de forma breve.

-Adiós, luego nos vemos -me despedí y salí a la entradita donde se encontraba mi mochila, el casco y las llaves de la moto y de casa.

Salí y vi a mi princesa esperándome para que le diese vida. Sí, así es como llamaba a mi moto. Era una KTM 250 sx color azul cían con el sillín en blanco. Un caprichazo que mi padre, con gusto, me dio. Sabía que lo hacía porque se sentía culpable, ya que no nos había dado una vida maravillosa, pero intentaba enmendar sus errores con regalos y caprichos que ambas deseábamos. No obstante, aunque suene mal, nosotras nos aprovechábamos de ello.

Sacando el pedal que estaba a un costado, con un leve movimiento de pierna hacia abajo, mi princesa rugió. Me puse el casco y lo abroché. Con mi otro pié retiré la patilla e impulsándome hacia atrás para quedar frente a la carretera. Apreté el embrague y metí la primera marcha con mi pié izquierdo, saliendo a toda velocidad hacia el instituto.

Aparqué en el estacionamiento para motos y puse un candado en la rueda para que no me la robasen. Reposando mi casco en mi codo, entré al instituto, busqué con la mirada a mi amiga hasta que la encontré hablando con un chico muy guapo, para ser honesta. No quise interrumpirla, pues se le veía muy entusiasmada.

Abrí mi casillero y metí el casco dentro, se suponía que era para meter los libros pero como no cabía todo ahí dentro, los libros siempre los llevaba en mi mochila.

El timbre sonó indicando que las clases comenzaban, de modo que cerrando el casillero di un largo suspiro y fui al aula de filosofía.

*

-¡Dios! estoy reventada -me tiré al sofá.

No sabía dónde estaba mi hermana ni quería saberlo. Sin embargo, podía hacerme una idea.

Tenía prácticamente una hora para comer, por lo tanto no me demoré en ir a la cocina para prepararme algo rapidito. Esos entrenamientos intensivos iban a acabar conmigo.

Cuando ya había terminado de comer y me senté en el sofá para rebajar la comida, una música retumbó por toda la casa. Mi vecino volvía a hacer otra se sus fiestas alargadas de viernes a domingo ¿es que no se cansaban de tanta fiesta?

*

Entré al vestuario con mis compañeras de equipo. Me puse unos pantalones cortos que llegaban hasta un poco por encima de mis rodillas, una camiseta larga de tirantes anchos, unas calcetines altos que me llegaban por debajo de la rodilla con el logo de Jordan y unas zapatillas Nike negras y rojas a juego con la equipación.

Me sentía estupendamente bien con esta ropa tan ligera y ancha. Iba muy cómoda.

Salimos juntas a la cancha donde nuestra entrenadora, Laura, aunque la llamábamos Laurita, estaba esperándonos sentada en el banquillo.

Calentamos los músculos como ella nos había dicho y después comenzamos con el entrenamiento duro. El mes siguiente teníamos dos partidos muy importantes para nosotras, si ganábamos pasaríamos a los PlayOff. Esto era nuestra vida, el baloncesto hacía que no existise nada más a nuestro alrededor, nos liberábamos de todas nuestras cosas cada vez que cogíamos un balón y saltábamos a la cancha. Poníamos toda nuestra alma y por eso me sentía tan orgullosa de ellas.

_______

Cuando llegué a casa, destrozada, sólo con ganas de comer un poco e irme a dormir, la música seguía sonando. Presentía que esa noche iba a descansar bien poco. Y eso me enfadaba, necesitaba descansar.

Me tiré en la cama y en menos que cantaba un gallo me quedé totalmente dormida, a pesar de la música alta retumbando en toda la casa.

Dando vueltas y vueltas por los ruidos provenientes de la casa del vecino, a tientas busqué el móvil por la mesilla de noche.

La iluminación de la pantalla me cegó por completo. Cuando me acostumbré, vi la hora que era. Cuatro de la madrugada.

-La madre que los parió -gruñí.

Escuché ruidos abajo, me asusté y me metí debajo de las sábanas tapándome hasta la cabeza para que no se me viese nada. Ahí me di cuenta de lo estúpida que podía llegar a ser... ¡como si una sábana fuese a protegerme de algo! si vienen a robar me van a ver de todos modos.

Pero en mi defensa diría que fue inconscientemente.

Oí una risa femenina, me tranquilicé porque sabía que era mi hermana, pero no estaba sola porque se escuchaba la voz de un chico. Ya tenía asimilado que no iba a dormir hasta dentro de un par de horas, pues sabía con creces lo que venía a continuación.

Aún así tuve la esperanza y me di media vuelta para, por lo menos, intentar conciliar el suelo nuevamente.

Tras unos cuarenta minutos, los golpes, los gemidos de mi hermana y la fastidiosa música seguían. Era desesperante. Podría jurar que me vengaría por no dejarme dormir.

Ocho de la mañana. No había pegado ojo. Estaba muy pero que muy enfadada, y como los ruidos- hacía una hora más o menos- cesaron, decidí actuar.

Me tocaba a mí.

Bajé corriendo a la cocina,seguía en pijama y con mi pelo alborotado pero me daba igual. Cogí una cacerola de metal y un cazo sopero del mismo material. Salí corriendo a la calle y me planté en la puerta de mi vecino.

¿Le gustaba la musica? pues la iba a tener.

Llamé como seis o siete veces al timbre y nadie me abría. Insistí una vez más y escuché una voz masculina que no transmitía nada de felicidad. Hasta podría decir que estaba insultando a la persona que estaba tras la puerta. Sonreí con malicia, mi plan de fastidiar solo comenzaba.

Abriendo la puerta de mala gana él se quedó mirándome, fulminándome con la mirada. Era atractivo, claro que sí; alto, castaño, me atrevería a decir que media metro noventa, fuerte y terriblemente guapo. Pero era muy fastidioso.

No me importó en absoluto su enfado y agarré fuerte la cacerola. Empecé a aporrearla con el cazo, haciendo un ruido muy molesto.

-¿Te gusta la música gilipollas?

Sentía rabia y...mucha adrenalina.

Esto estaba pasando porque él quiso y hasta día de hoy no habíamos dicho nada sobre sus numerosas juergas, pero ya era suficiente ¿era mucho pedir que dejasen descansar?

Invicto.© EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora