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Olivia.

Tenía toda la cama llena de vestidos míos y algunos de mi hermana, me los había probado todos y no me gustaba como me quedaban ninguno de ellos.

Pasó mi hermana a mi habitación muy sonriente.

-¿No te decides? -preguntó, divertida.

-No -suspiré.

Ella se acercó a mí y me tendió una bolsa. Confusa, miré en el interior de esta.

Mi mandíbula cayó al suelo al ver un precioso vestido azul oscuro. La parte de la espalda la tenía descubierta y era corto, posiblemente me llegaría por la mitad de los muslos.

-Es precioso, Alexia... -seguí admirando el vestido, embelesada.

-Sabía que te iba a gustar -sonrió, satisfecha -. También hay unos zapatos dentro.

Umos zapatos negros de tacón alto, yacían en una caja. Era preciosos.

¿Cómo me las iba apañar para andar sobre tales andamios? Ni idea.

-Muchas Gracias -la abracé, era raro sí, pero últimamente ella era diferente conmigo.

-Ven, vamos a peinarte y maquillarte-me cogió del brazo y me llevó a su habitación, donde tenía un tocador con todo tipo de maquillaje.

Me senté en la silla frente al espejo y dejé que mi hermana hiciese lo que ella quisiese, pues ella era la que sabía de todo eso, por lo que me fiaba de ella.

Los lados de mi pelo estaban echados hacia atrás sujetos con unas horquillas, la parte delantera hacía un tupé (no muy grande) y caía todo el pelo hacia atrás en cascada. Me gustaba el peinado. Alexia sí que sabía de estilo.

-Ahora solo falta maquillarte -me miro a través del espejo y yo asentí, cerrando los ojos para que pudiese ponerse manos a la obra.

¿Cuanto tiempo había pasado?¿Unos veinte minutos? No tengo ni idea, pero se me estaba haciendo eterno.

-Abre los ojos.

Así hice, me miré. Esa no era yo.

No, definitivamente, no.

Mis ojos tenían un efecto ahumado, me quedaba muy bien y me gustaba muchísimo. Las mejillas tenían un tono claro, resaltando mis pequeños pómulos. Y para acabar, mis labios solo llevaban una pequeña capa de brillo, ya que era consciente que no era muy partidaria de los pintalabios, pues básicamente no me favorecían demasiado. Fuere cual fuere.

-Me encanta, Alexia.

-No pareces tú -rió y yo negué dándole la razón.

Ni yo misma me reconocía.

Me llevó a mi habitación de nuevo y me ayudó a vestirme.

¿Por qué ? ni idea. Sólo que ella decía cómo debía colocarme el vestido.

¡Ni que fuese tan difícil! Si eso es más sencillo que el mecanismo de un reloj.

Sin embargo, debía dejar que tuviese su momento de gloria conmigo.

Bien, llegó el momento de mirarme al espejo.

Jamás en mi vida esperaba verme de aquella manera... ahora sí que parecía una mujer, antes sólo era una chica vistiendo de chico. Sin duda alguna.

-Cuando te vea Justin, se le va a caer la baba -Me dio una palmada en el culo, mientras reía.

-¿A qué viene eso? -pregunté, alzando una ceja.

Invicto.© EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora