3.

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Estábamos todas en la cancha calentando un poco antes del partido. Nuestras contrincantes que estaban en la otra mitad de la cancha, hacían lo mismo que nosotras.

Nuestros aficionados, que eran pocos, nos animaban. Mi hermana y Kevin estaban comiendo pipas sentados en las gradas. Aún no podía creer que ella estuviese tan de buen humor conmigo.

—¡Chicas! ¡ cuarenta abdominales ya! —Laurita gritó e hicimos lo que ella dijo, tirándonos al suelo rápidamente.

A veces era muy dura, mas lo hacía por nosotras y si no fuera por ella no habríamos llegado a dónde estábaamos.

Cuando terminamos, nos levantamos y Laura nos hizo un gesto para que fuésemos hacia donde estaba ella. Nos dio unas botellas de agua y, sin pensarlo dos veces, bebimos sin exceso para que no nos diese flato.

—Nena, mira a esos chicos de allí —Teresa, una compañera, hizo un gesto con la cabeza mientras se secaba con la mano los labios.

Girándome don la botella pegada a la boca, miré donde me indicó ella. No sabía de qué chicos me hablaba hasta que vi a Justin con dos chicos a su lado. Tragué rápidamente el agua con dificultad. Comencé a toser y me giré hacia mi amiga que me miraba con una sonrisa.

—Están buenos, ¿eh? —movió las ceja, divertida, acompañado de unos leves codazos en el costado.

¿Qué hacía Justin allí?

Sacudí la cabeza para dejar de pensar que él no estaba allí y comencé a escuchar a la entrenadora que nos decía qué jugadas teníamos que hacer hoy.

En el centro de la cancha, cada una en su posición, nos prepararamos. María, una de las pívot del equipo, tenía que saltar, así que en lo que el árbitro terminaba de hablar con la mesa, me arrodillé rápido y comprobé que mis zapatillas estaban bien sujetas a mis tobillos. Me levanté rápidamente y miré hacia nuestra afición dejando mi mirada en mi hermana, que gritaba como loca mi nombre y alzaba sus manos hacia arriba. Murmuró un "suerte" y yo asentí con la cabeza agradeciéndole.

Inconscientemente miré hacia donde estaba mi vecino, su mirada estaba clavada en mí, nuestras miradas se cruzaron y me guiñó un ojo. Mi piel se erizó por completo y, rápidamente, quité mi mirada de la suya, atendiendo al árbitro que iba a lanzar el balón hacia el aire.

El partido acababa de comenzar.

—Dos tiros —el árbitro informó porque me habían hecho una falta y me puse en la línea de tiro libre. Me pasó el balón dando un bote en el suelo y me preparé como siempre. Boté tres veces el balón, toqué las suelas de mis zapatillas, flexioné dos veces las rodillas y, con un ligero movimiento de muñeca, tiré la pelota haciendo que entrase en el aro.

El otro tiro fue igual.

Dándonos la mano con las contrincantes nos despedimos de ellas, habíamos ganado 64-62. Estaba muy bien para ser un partido amistoso. Nos reunimos todo el equipo en el centro de la cancha, nuestra afición gritaba por nuestra victoria.

Pusimos nuestras manos en el centro y gritamos:

—Uno, dos, tres ¡C.B Stratford! —y elevamos nuestras manos hacia arriba.

La afición aplaudía y nosotras nos giramos hacia ellos aplaudiendo. Mi mirada se clavó en la de Justin, el cual tenía una sonrisa de lado y asintió con la cabeza.

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Ya habíamos cenado, mi tripa parecía una bola de lo que había comido, podía jurar que si me daban una patada, rodaba. Miré el reloj del comedor. Diez menos cuarto ¡Mierda! había quedado con Justin. Cabía la posibilidad de no ir, pero sería un intento en vano, ya que sabía donde vivía y si no iba yo, el vendría. Realmente no me quería arriesgar, no quería verlo como lo hice la otra vez.

Invicto.© EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora