Justin.
-Venga -aceptó, no muy convencida-. No voy a discutir, porque eres un terco y no entrarás en razón -negó con la cabeza.
Controlé mis ganas de ser un bruto y decirle cuatro cosas bien dichas por insultarme, de modo que, sonriendo falsamente le hice un gesto con la cabeza para que fuese detrás de mí.
Llegamos a mi coche y ella se quedó mirándolo como una boba. Suspiré, molesto.
-Si quieres mete la mochila y el casco en la parte trasera -ofrecí amablemente.
Ella asintió e hizo lo que le dije, iba a ir más cómoda. Subí al coche y miré hacia todos los sitios posibles para ver si Lieberman y Tradoss estaban otra vez rondando por el lugar. Lo último que quería era que ellos me viesen por ahí; no debían sospechar nada, si no, Mathew destruiría nuestro plan.
Se llevaría una buena sorpresa al ver a su pequeña hija muerta en la puerta de su casa. Estaba ansioso por ver su cara y regocijarme de su dolor.
No hablábamos nada en todo el camino, ella miraba por la ventana y de vez en cuando miraba la hora en el móvil. Deslicé mi mano en el bolsillo de la chaqueta, saqué el paquete de tabaco y cogí un cigarro. Palpando con mi mano izquierda los bolsillos del pantalón, encontré el mechero y encendí el cigarro. Di un calada muy placentera y eché el humo lentamente. Rápido se formó una nube dentro del coche y Olivia empezó a toser, mientras meneaba su mano para apartar el humo. La miré con una sonrisa de lado, me encantaba saber que la estaba molestando. Sin embargo ella no dijo nada.
Llegamos a una de las mejores pizzerías, nos sentamos en una mesa y comenzamos a mirar la carta que había encima de la mesa.
-¿De qué la quieres? -le pregunté mientras apoyaba los brazos en la mesa y entrelazaba mis dedos.
-De lo que quieras, mientras no lleve champiñones... -se encogió de hombros.
Asentí y a los pocos minutos, vinieron a tomarnos nota.
Pude darme cueta de que estaba muy callada, algo que era muy raro en ella; no la conocía una mierda, pero vamos no hacía falta conocerla mucho para saber que era una cotorra de primera.
-Estás muy callada, ¿no? sabiendo lo parlanchina que eres...me extraña mucho verte así -la miré atentamente, parecía estar totalmente metida en su mundo. No obstante, me sonrió sin pronunciar palabra alguna. Lo que me llevó a pensar que algo pasaba.
Sonó su teléfono. Y curiosamente, me alarmé. No entendía el por qué, pero a medida que veía como ella miraba el teléfono, tecleaba y suspirada repetidas veces, mi tensión aumentaba.
-¿Pasa algo? -pregunté alzando una ceja. En realidad no me importaba una mierda, mas algo hacía que me pusiese en tensión y me tenía completamente de los nervios.
También tenía que ser el chico agradable para ganarme su confianza.
Levantó la vista, terminó de escribir y dejó el teléfono encima de la mesa.
-No -negó-. Era mi entrenadora.
-¿Y qué quería? -volví a preguntar. Había que entablar alguna conversación. Aunque fuese una completa mierda.
-Tengo entrenamiento intensivo esta tarde -no puso muy buena cara.
-¿A qué se debe esa cara? Quiero decir, te he visto jugar y realmente lo vives. Se nota que te gusta -fingí una sonrisa.
Lo que había que hacer para enamorar a una perra, ¿a mí qué coño más me daba lo que le gustase?
-Sí, pero estoy muy cansada y se supone que hoy lo teníamos libre -hizo una mueca-. ¿Cuando terminemos de comer me puedes llevar a casa a coger mis cosas y luego llevarme al entrenamiento? Si no te importa claro -Ahí me dio un poco de pena, tenía una cara tan inocente...y de cansada.
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Invicto.© EDITANDO
Literatura KobiecaÉl estaba dispuesto a matarla para derribar y hundir en lo más hondo a su peor enemigo. Pero al cabo del tiempo un sentimiento se adueña de ellos. El amor. Tratarán de destruir esa relación de cualquier manera con el fin de separarlos, pero no serán...