Abrí la puerta mostrándome a un Justin con la cara magullada. Abrí la boca a más no podef al verlo así, ¿Qué era lo que le había pasado?
-Vamos -lo cogí del brazo y lo adentré en mi casa, cerrando la puerta a mis espaldas de un puntapié, sin importar que estuviese mi hermana arriba durmiendo.
Subimos las escaleras hasta que llegamos a mi cuarto.
-Siéntate ahí -señalé la cama y así hizo. Era extraño, muy extraño, ya que jamás él atendía a mis órdenes, mas esta vez estaba sorprendiéndome.
Pasé al baño y del armario saqué el botiquín, material que se le antojó a Alexia poner ahí. Siempre había dicho que era una estupidez porque no solía utilizarlo y su única función era ocupar espacio.
Encendí la luz y me cegó al instante, había sido como si me hubiesen flasheado.
-¿Qué es lo que te ha pasado? -me atreví a preguntar, mientras tocaba con suavidad una herida de su ceja.
En el resto de la cara tenía algún que otro moratón, nada importante. Lo que me preocupaba era la ceja. Él me miraba raro pero no le di importancia, quería escuchar lo que le había pasado.
-Hemos salido de fiesta los chicos y yo, y hemos tenido problemas con unos bastardos -se encogió de hombros, como si fuese lo más casual del mundo.
Cogí una gasa vertiendo en ella agua oxigenada, la puse en la herida fea de la ceja y la limpié delicadamente. Omitiendo, claramente, sus muecas de molestia.
Después pasé a sus nudillos, ya que estaban muy rojos y tenían alguna que otra herida.
Una vez que terminé, tiré todo lo que había utilizado a la basura y me senté a su lado, observándolo. Pensativo, inquieto, semblante serio.
-Gracias -susurró con una pequeña sonrisa.
No dije nada, simplemente asentí.
Continuó mirándome raro y ya me estaba empezando a incomodar, pero mis palabras no salían para hacer que disparase por esa bonita y deseable boca.
-Vas muy sexy así -al fin habló, aunque con la voz ronca. Lo cual volvió a producir un efecto en mí.
Mirándome para ver de lo que hablaba, abrí los ojos como platos.
¡Ay, la Virgen!
Mis mejillas ardían a más no poder. Iba en ropa interior.
Rápidamente me levanté y cogí un pijama para ponerme.
¡Qué bochorno!
Me tapé la cara con las manos, sintiendo como el cuerpo me temblaba por la vergüenza y por esa mirada tan intensa que estaba clavada sobre mí.
¿Por qué no me había dado cuenta antes?
Él se levantó de la cama y vino hacia a mí, riendo por lo bajo. Nunca había pasado más vergüenza. Agarró mis mejillas con las palmas de su mano y se acercó a mi rostro.
-No tengas vergüenza, tienes un cuerpo muy bonito, pequeña -susurró cerca de mis labios.
Tragué fuerte, no podía apartar mi mirada de sus labios, se veían tan carnosos, tan... tentadores. Quería que me besara, quería saber a que sabían sus labios.
-Hazlo -susurró más cerca de mis labios, como si me hubiese leído la mente.
Humedeció sus labios, haciendo que mi deseo por rozarlos creciese. Y que él me instase con su cercanía, y aquellas palabras, no ayudaba demasiado. Estaba muy dudosa.

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Invicto.© EDITANDO
ChickLitÉl estaba dispuesto a matarla para derribar y hundir en lo más hondo a su peor enemigo. Pero al cabo del tiempo un sentimiento se adueña de ellos. El amor. Tratarán de destruir esa relación de cualquier manera con el fin de separarlos, pero no serán...