Something

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John me llevaba casi a rastras al parque de luces que habían instalado en la ciudad este año. Según él debía salir más de casa y tratar de despejar mi mente. Es cierto que no he estado muy bien desde hace un tiempo, y es porque George, mi novio de hace 8 meses, y yo nos hemos distanciado un poco. No sé qué pasó. Nuestra relación marchaba de maravilla y de pronto se derrumbó de un día para otro. Ya nada era igual, y tengo el presentimiento de que él me va dejar, o sucederá algo que hará que todo se acabe.

Habíamos llegado al dichoso parque, y John me sostenía la puerta del auto para que bajara. Así lo hice, y tengo que decir que quedé impresionada con la belleza del lugar. La temática consistía en que adornaban los árboles, y todo lo que estuviera alrededor, con hermosas luces, como las de navidad, en diferentes colores. Esto parecía una galaxia llena de miles de millones de estrellas.

—¡Wao! ¡John, esto es genial! —le dije a mi mejor amigo observando todo.

—Sí, lo sé. Es la tercera vez que vengo. Sabía que te gustaría —respondió admirando todo al igual que yo.

Comenzamos a caminar, y yo no paraba de sonreír y tomar fotografías a todo lo que veía. Era simplemente hermoso, se sentía como algo mágico. Si solo estuviera George aquí, sé que a él también le fascinaría.

Pasó un buen rato, y John y yo nos sentamos en una banca bajo un árbol con luces azules.

—Así que cuéntame, ¿no has hablado con George? —me preguntó.

Si había algo que me encantaba de John era que a pesar de ser un rebelde sin causa, en el fondo era una persona muy buena que se preocupaba por sus seres queridos y en el que podía depositar toda mi confianza.

—No, aún no —contesté un poco desanimada, con la cabeza gacha.

—¡Demonios! Lucy sabes cuánto odio verte así. Eres una chica muy madura, sabes que debes hacerlo. Si no hablas con él continuarás en la misma situación, con la duda de lo que sucede. Es mejor que le preguntes de una buena vez y si las cosas terminan, lo superaras y por lo menos ya no estarás todos los días sufriendo por esto —dijo.

John tenía razón, debía afrontarlo, buscar a George y preguntarle qué sucedía, por qué había cambiado todo tan repentinamente. Pero una parte de mí me decía que no lo hiciera porque tenía miedo; miedo de que George me dijera que se había cansado de mi, o que tenía a alguien más, y entonces me dejara. Aún así sabía que lo correcto era hacer lo que John me decía en ese momento.

—Lo sé —le dije. Suspiré—, pero ya sabes lo difícil que es. Lo amo John, tú mejor que nadie lo sabes. Me enamoré de él en tan poco tiempo y me asusta perderlo —estaba desanimada con este tema.

—No tienes la certeza de que así sea. Si no te atreves a hacerlo, ¿cómo estás segura de que suceda lo que dices? —él estaba en lo cierto.

No supe cómo responder a eso. Era algo complicado porque yo era muy insegura, y no quería dañar todo más de lo que estaba. Pasaron unos minutos en el que ninguno de los dos dijo nada hasta que John se levantó de la banca y me ofreció su mano.

—Ven, quiero mostrarte algo —me dijo.

Me paré no muy animada y tomé su mano. Comenzamos a caminar hasta que nos fuimos a un lugar donde no había tantas personas. Poco a poco nos fuimos acercando a un gazebo de madera. Este tenía luces moradas, mi color favorito, y rosas azules, también mis favoritas. Era lo más hermoso que había visto en todo el recorrido. En el centro del mismo estaban colocados unos instrumentos que se me hacían conocidos, juntos con unos micrófonos y amplificadores. Miré a John frunciendo el ceño y él solo me contestó que aguardara ahí.

One Shots de George HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora