Naufragio en la 338

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"Se cierra la puerta, abandonas tu vida, dejas atrás los únicos cimientos que has conocido

y empiezas a andar. Cada kilómetro de asfalto te arde en el pecho, cada semáforo que parpadea tambalea tus lagrimales y te sientes más niña que nunca. A lo mejor madurar es entender que puedes decir adiós sin irte e irte sin decir adiós. Todo el miedo que guardas entre las costillas, parece golpear en cada latido, aceleran sístole y diástole. La banda de la tristeza toca el tambor y se puede escuchar sonar tu corazón. Coraza dañada, salvavidas que parecen hundirse. Despacio, vamos a ir poquito a poco. No se aprende a ser fuerte de una noche a un amanecer, no se aprende a ser valiente al correr por delante del miedo. Me veo al espejo y veo una niña asustada que tiene una promesa y ella sólo ve precipicio, que tiene el vicio de echar de menos los abrazos de su madre. "Vas a llegar lejos" retumban palabras en pecho izquierdo. Van a hacer añicos un corazón de cristal que jamás encontró su lugar. Y entonces, marinero pronostica tormenta. Pide tierra y salvavidas, pero solo encuentra un barco hecho con la piel de un poeta, que no es otra que el papel. Ahí está escrita la crónica de su muerte anunciada. Ve pasar por sus ojos todas las margaritas que deshojó, todas las espinas de las rosas sobre su ataúd. Porque este es el epitáceo, la historia de mi naufragio en la 338."

Loreto SesmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora