"Ya son distintas las maneras de leerte en mi propia piel: Por versos, por caricias, por tinta y por besos. Por eso cuando te echo de menos me acaricio levemente la muñeca. Y de repente algo en mí se despierta: un recordatorio de que cuesta menos levantarse con mis manos que ya acumulan arañazos desde que en horas impares las entrelazo contigo por las calles de Madrid. Defensora del terreno propio como yo he sido, y acostumbrada a como estaba a querer compartir compañía pero no cama, ahora soñar contigo se me hace cielo, y dormir sin ti cuesta arriba. Reconozco que me asusto al sentirte tan cerca, incluso cuando no estás lejos. Que me tiembla el mismo pulso donde está tu tacto tatuado y que me hipnotizan los miedos con sus cantos de sirena. Reconozco que sigo teniendo miedo a que me hagan más daño; a subir peldaños para llegar a una puerta cerrada. A que un día te llame, y ya no seas tú quien me abra. Pero de momento sigue siendo tu voz la que me guía, la que me acuna y la que me canta. Sigues siendo hogar y trinchera, brújula y norte, perderme contigo es solo otra manera de encontrarme. No pretendo cambiarte y por nada del mundo quiero que cambies. Te quiero. Sigo sintiendo que cuando me abrazas estoy fuera de peligro aunque fuera estalla la guerra. Porque allá fuera siguen lloviendo las balas y nosotros nos abrazamos para protegernos el uno al otro el corazón y las alas. Por eso, cuando me preguntan el por qué del brillo de mi mirada, yo les respondo que sigo haciendo equilibrios en el abismo, que me gusta coquetear con el derrotismo. Hacerle manitas a la pena y llegar al punto G de cualquier lágrima llamando al gemido poema. Y que después, no se cómo y como he hecho siempre, me levanto y sigo. A pesar de ser un desastre loco, un corazón atolondrado, que ahora le encuentra sentido a todo cuando el tuyo, late a su lado. Entre tu espalda y la pared hay un sentido único, me preguntan, digo, por el brillo de mi mirada. Y entonces estallo a reír. Y siempre, siempre, siempre respondo lo mismo. Que no sé cómo lo haces, pero que me haces feliz. Tan feliz, que por poder no puedo ni disimularlo. Porque volar contigo sigue siendo jugar a derribar gigantes, a conquistar vientos como lo hacen los molinos. Jugar a soñar y a llegar a cimas cada vez más altas. Vernos sonreír y sonreírnos. Volar, volar contigo sigue siendo intentar quererte cada día un poquito mejor. Y cuando parece que es imposible hacerlo más, ese día, incluso, quererte un poquito más."

ESTÁS LEYENDO
Loreto Sesma
LosoweMe refugio en una canción que siempre vuelve en invierno y este frío me recuerda que soy humana (pero también frágil)