"Creo en la juventud eterna. A veces me da hasta reparo decirlo en voz alta. Normalmente miradas cargadas hasta las cejas de madurez, me miran con cierto escepticismo. Creen que hablo como un cachorro que cree que la vida es suya e interminable, pero no es así. Cuando digo que creo en la juventud inmortal, hablo de la mirada ya aterciopelada de unos ojos enmarcados por los años, pero cuyas pupilas siguen guardando luz. Estoy recorriendo Africa y en un viaje en globo desde el que veremos el despertar de la naturaleza, conozco a un matrimonio de americanos. Nada más montar en el transporte y peleándose con la falta de elasticidad de sus huesos, se presentan. Se llaman Jack y Mery. Vienen desde Miami y van perfectamente equipados para el viaje. Jack esconde tras la visera de una gorra unos pequeños ojos azules. Y ella, Mery, tiene un ligero acordeón de piel en sus pómulos como arruga gestual de tanto sonreir. Se nota sin embargo, que todavía guarda el ángel coqueto que nos revolotea a muchas mujeres cuando me fijo en su manicura perfecta, en su pelo recién teñido, el eye-liner azul que decora sus ojos a pesar de ser tan temprano. Son las cinco de la mañana y ni siquiera el sol está despierto, pero ellos si. Me dedican sonrisas y me contagian su entusiasmo por el vuelo cuando emiten algún que otro vitoreo, o Mery empieza a aplaudir. A lo largo del viaje me regalan estampas que denotan sueños por cumplir, viajes compartidos, y muchas, muchas horas de vuelo. Me pregunto como se conocieron, y que les haría unirse hasta crear un equipo donde es evidente que existe la esencia del compañero de vida, pero con la caricia inequívoca del amante. Dónde se darían su primer beso, si tendrán hijos. En un momento dado veo como Jack le coloca bien el gorro a su mujer con el fin de protegerle del frío, y ella se gira levemente para regalarle una sonrisa de agradecimiento, acurrucarse entre sus brazos y disfrutar del interminable horizonte de tierra, siendo ellos mismos un paisaje. No hay segundo en el que desaparezca la sonrisa de su boca, paladean cada imagen, inmortalizan cada estampa. Escucho un lejano eco que no sé de donde viene y en el que se recopilan todos los mensajes que escucho a diario; corre, corre, corre, persigue, gana, sigue corriendo, llegas tarde, avanza o te adelanta, gana, gana, gana, tienes que ganar al de delante, tienes que ganar. Mira las cebras, me dice Jack entusiasmado mientras señala al vacío que tenemos a nuestros pies. Aquella llamada de atención me despierta. ¿Cuánto nos distancia en realidad de la infancia? O mejor dicho, qué. Dicen que la vida tiene forma circular, lo que te permite acabar justo donde empezaste. Una manera tan narrativa como maravillosa para ilustrar que la vida no deja de ser una buena historia, o mejor dicho, un buen viaje. Apagan el fuego que hace volar al globo y por fin el cielo descansa de sus momentáneos inquilinos. Aterrizamos. Y al pisar tierra firme y verles yéndose de la mano con su energía magnetica y sus ganas de vivir envidiables, no puedo evitar querer archivar esa imagen en algún lugar privilegiado de mi memoria. Ese espacio donde guardo las anécdotas de viajes pasados, las horas en carretera planeando ilusiones, alguna que otra imagen de mí misma robada de un cuadro de Höpker cuando acumulo soledades sentada a los pies de la cama de un hotel. Ahí, justo ahí donde mantengo intactos los recuerdos de mi diario de viajes, del viaje continuo en el que se ha convertido mi vida. Postal a postal rememoro cada uno de los recordatorios que me ha ido poniendo la vida. Olvido las prisas que ya acarreo de manera automática. Me permito relajar los hombros y tirar al suelo la mochila de piedras y de preocupaciones. Cierro los ojos, inspiro, suelto el aire poco a poco, poco a poco, muy poquito a poco. Y a través de mis labios, retengo la imagen de este día de julio en Africa. Jack y Mery abrazados frente a un amanecer, y viviendo la vida como el que sabe a ciencia cierta que se acaba."

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Loreto Sesma
RandomMe refugio en una canción que siempre vuelve en invierno y este frío me recuerda que soy humana (pero también frágil)