18. Amar es sinceridad

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Yuuri no lo iba a negar, estaba tan nervioso como excitado.

Los roces ya nada de sutiles a sus piernas, a su cadera y a su prominente erección, lo tenían viendo estrellas.

Eres increíble Otabek.

Y como si fuera una conexión telepática, su novio se dio por entendido del permiso concedido, y bajó sin premura sus pantalones, quitándolos complétenme. Desconoció en que momento quedo sin calcetines, pero lo cierto es que estaba enfrente suyo, tan sólo con su, para nada sexy, calzoncillo celeste claro.

Sus mejillas se ruborizaron, y por primera vez sintió vergüenza.

Vergüenza de su cuerpo, de ser tan blanco, de estar rellenito, de su inexperiencia.

Antes eso, ocultó su rostro con sus manos, de todo el atrevimiento que anteriormente tuvo, no quedaba nada.

-Yuuri, mi vida ¿te arrepentiste? –preguntó Otabek, con calma.

Aquel negó con la cabeza.

-¿Entonces?

Sin embargo, no volvió hablar.

El kazajo, tardó un poco en entender que sucedía, pero de apoco fue haciéndose una idea.

Besó sus manos, ocasionando una reacción en su novio, que el moreno aprovechó para tomárselas y entrelazarlas con las suyas.

-Para mi eres perfecto tal cual eres –musitaba en un susurro –Mi cabeza te conoció, mi corazón te escogió y ahora mi cuerpo quiere ser parte del tuyo. Te amo tanto Yuuri.

Esa confesión amorosa le hizo suspirar, recibiendo un beso suave, tranquilo, húmedo.

Lo inundó de la confianza necesaria para con sus manos temblorosas, quitarle los  molestos pantalones.

-Esta es la primera vez que hago esto– comentó Otabek, un tanto nervioso –si no te gusta, solo házmelo saber.

El japonés no comprendía a que refería, pero cuando sintió su completa desnudez, producto del calzoncillo recién quitado, que sepa Dios donde fue a dar.

Sumado a un giño coqueto, y las manos de Otabek estimulando aún más su miembro erecto.

Joder, se sentía el mismo cielo.

Eso sí, nunca se habría imaginado lo siguiente.

Y es que su novio, besaba, lamia y succionaba su pene con tal devoción, que solo pudo clavar su uñas en la sábanas.

-Ota..

-¿Qué pasa, no te gusta? –le preguntó con una ceja levantada y relamiéndose los labios.

-Me fascina – respondió con la respiración entre cortada.

De lo poco que podía ver con la excitación  que vivía, notó que Otabek se tocaba por encima del bóxer.

O no, eso sí que no.

Por lo que se incorporó, asustando al kazajo que sintió la estaba jodiendo.

-Yo quiero hacer eso –le dijo coqueto y apuntado su virilidad con una expresión nunca antes vista.
cuestionó colocándose de pie.

Yuuri asintió, se puso de rodillas, y con los dientes, fue despacio,  bajando los calzoncillos del moreno.

Era tan excitante, que la paciencia de Otabek estaba al límite

Quería y  sentía la necesidad imperiosa de hacerlo suyo.

PigBear (Otayuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora