Mi corazón se aceleraba, perdida en el verde de su mirada. Creí que había perdido la razón, hasta que sentí algo vibrar dentro de mi cartera y recordé que podía ser mi teléfono ahí adentro.
Salí de mi ensoñación y bajé la mirada, un poco perdida. Abrí con rapidez la solapa y metí mi mano en busca del aparato. Cuando lo encontré, lo atraje hacia mí y vi una llamada perdida de Alejandro. Caí en la cuenta de que había olvidado por completo lo que realmente me traía a esa isla.
Decidí guardar el teléfono, ya luego le escribiría un mensaje de disculpas. Ahora, sólo debía salir de allí con un poco de dignidad.
Levanté la mirada y vi una de sus cejas arqueada, dejándome un poco confundida, pero decidí no prestarle atención.
—Me alegra haber podido solucionar las cosas contigo—comencé.
Se me dificultaban las despedidas y traté de que no se me notara.
—Para mí, es un gusto que haya ocurrido.
Flexionó sus brazos sobre su pecho, haciendo que se abultaran un poco, y mi vista no escapó de ello.
Lo sentí carraspear, así que volví a levantar la mirada, un poco apenada. Me había agarrado en el acto y, muy en el fondo, sentía un poco de vergüenza. Me paré más erguida y lo miré a los ojos. Era una pena que debiera irme.
—Debo retirarme, hay cosas que debo hacer—le expliqué, mientras notaba su mirada un poco apagada.
Un pinchazo se alojó en mi pecho. Sé que hice bien en retirarme, pero algo muy dentro de mí me decía que lo dejara ser. Sin embargo, no le veía caso a ello.
Sí, sé que soy un poco complicada, pero debía hacer las cosas bien.
—Claro, espero volver a verte—mencionó con una amplia sonrisa, que me contagió.
Me perdí en sus labios unos momentos, esos que... ¿pero qué estaba imaginado? Debía parar enseguida.
—Espero que sí se pueda—confesé con entusiasmo, caminé con pasos decididos hacia la puerta y, una vez allí, me giré un poco para verlo—. Sólo no cambies de ropa, te ves mucho mejor de este modo.
Lo tomé con la guardia baja y observé un deje de sorpresa en su mirada, sin ocultar la sonrisa. Lo imité. Si me quedaba, puede que no lograra irme realmente.
Aunque desearía haber dicho algo más, salí sin mirar atrás, con un pequeño vacío recorriendo mi cuerpo. En el camino, me encontré al señor Bravo. Lo saludé con la mano y él asintió con su cabeza.
Agarré con fuerza mi maleta y me encaminé a la salida. Al llegar, el aire hizo volar mi cabellera. Sentí de nuevo vibrar mi teléfono, así que equilibrando el peso de mis cosas con la otra mano, abrí mi cartera y lo tomé. Observé el nombre de Alejandro en él y solo me quedaba dar un suspiro largo y atender lo que por meses ansié que llegara.
— ¡Hola guapa!, ¿Por qué no me cogías el teléfono?—Su voz grave resonaba en mi oído, me deleité con el sonido e imaginé su rostro.
Un hombre tan perfeccionista no se hacía esperar.
—Perdona, acababa de llegar y buscaba mis maletas—mentí, tal vez si le decía todo lo que me ocurrió desistiera de vernos y eso era lo que menos quería.
Él era un hombre que odiaba la impuntualidad y más ese tipo de accidente. Solía decir que se podían evitar y que había que ser cuidadosos. Sí, era un poco insensible en ese asunto, pero muy en el fondo lo quería.
Me comenta que me espera en el hotel y, tras asegurarle que allí estaría, me encaminé en busca de un taxi.
Mi corazón empezó a martillar en mi pecho cuando vi el lujoso edificio frente a mí. Su fachada dorada me atraía como un imán. Le tendí los billetes al conductor el cual me regaló una agradable sonrisa y bajé de un tirón, cerrando la puerta con un sonoro golpe.
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¿Problemas en el Paraíso? (Historia interactiva)
RomanceAmalia, una exitosa abogada de Nueva York, regresa a la isla que la vio nacer persiguiendo un sueño. Una vez allí, cada decisión que tome la llevará un poco más cerca de un antiguo amor o le permitirá conocer a un nuevo e intrigante hombre. Se encue...