Me revolví el pelo unas cuantas veces, un tanto frustrada. Había decidido no contarle nada a Alejandro. No lo consideraba importante.
Es decir, ¿qué tanto podría afectar que ese hippie fuera un multimillonario con ganas de asociarse a mi futuro marido? Lo máximo que podría pasar era que le dijera a Ale que yo era una maleducada.
Nada que no pudiera solucionar con una buena charla y una disculpa por el malentendido, para algo era abogada.
Aunque ese encuentro no era lo único que me tenía mal, también me preocupaba Alejandro.
¿Quién podría garantizar de que no estaba siendo usada solo para lograr un buen trato?
Ya sé que suena muy paranoico, pero él ya me había cambiado por una mujer que estaba operada hasta las cejas.
— ¿Lía? —escuché la cautivadora voz de Alejandro hablarme desde dentro de la habitación con ese apodo que amaba y odiaba a la vez.
Solo por eso no contesté, si quería algo que viniera.
—Amalia —volvió a repetir él, con menos paciencia y sin ese dulce tono del que me había enamorado, saliendo al balcón de la habitación, donde estaba yo.
—Dime.
—¿Tienes listos todos los papeles? —Desde que hablamos de la asociación se habían acabado las palabras dulces, ahora todo era trabajo y más trabajo.
Asentí.
—Sí, todo está en orden para mañana.
—¡Excelente! —exclamó complacido— Por eso eres mi favorita, Lía.
¿Su favorita? ¿Qué era acaso? ¿Una puta?
—Bien, tengo que salir —me dijo mientras yo ponía una cara de incredulidad.
—¿Disculpa?
—Los negocios nunca se detienen querida, eso ya deberías saberlo.
—Entonces, ¿puedo ir contigo?
—No —respondió rápidamente, haciéndome fruncir el ceño.
—¿Por qué no? —A estas alturas, yo estaba muy molesta e iba a hacérselo notar.
—Serán solamente algunos hombre de negocios, te aburrirás.
—¿Quién eres tú para asegurarlo?
—La respuesta seguirá siendo no, Amalia.
Entró de nuevo al cuarto, completamente molesto ¿tanto lo había enojado mi sugerencia? Yo también tenía derecho a aparecer a su lado, ser reconocida como su pareja.
Escuché un portazo...se había ido.
(...)
Repasemos el plan:
Después de darme cuenta de que había sido un tanto infantil con mi actitud, decidí comportarme como la mujer que era y darle una sorpresa.
Y qué mejor que aparecerme en su "noche de hombre de negocios" con un vestido de infarto.
Sí, era un buen plan.
Me cambié y pregunté en recepción a dónde había ido Alejandro, para después pedir un taxi y llegar al bar donde se encontraba.
"Broken Dreams"
Menudo nombre.
Entré como quien viene por un par de copas y no a buscar a su "pareja".
Deambulé un poco entre la barra y las mesas de manera disimulada tratando de encontrarlo.
Lo divisé lejos de la entrada, con muchos hombres rodeándolo, aunque eso no fue lo que más me perturbó.
Alejandro estaba tomando de la cintura a la chica con tetas de silicona.
No más yo podía ser tan estúpida como para caer siempre en la misma mentira.
Me acerqué, mi mente aún se negaba a que él fuera tan cabrón como para usarme y disfrutar de su éxito con esa tipa, dejándome como la otra.
—¿Y esta preciosidad quién es? —preguntó uno de los hombre y yo solo me aguanté una mueca de asco, Miss silicona era todo menos una belleza.
—Mi esposa, Jessica —sonrió Alejandro, fue cuando terminé de convencerme.
Él no me quería.
Solo era su pase a la fama.
Las lágrimas comenzaban acumularse en mis ojos. Me sentía patética.
Ya no podía seguir allí. Iría a mi cuarto de hotel, recogería mis cosas y fingiría que nada de eso había pasado, tenía que recobrar mi dignidad.
—¿Estás bien? —susurró una voz cerca de mi oído. Era Julián.—Las hermosas damas no deben llorar —me dijo cariñosamente mientras limpiaba las lágrimas que caían sin control por mi rostro.
—Creo que esa no era tu definición cuando nos conocimos.
—La gente cambia de parecer, no fue un buen encuentro, pero pareces una buena persona.
—Lo siento...nunca he sido buena juzgando a las personas —admití tratando limpiarme la cara con las manos.
—¿A qué te refieres?
—El hombre que amo está casado y jamás pude darme cuenta.
—El amor nos vuelve ciegos —sonrió.
—Y estúpidos —agregué.
—Ya encontrarás al correcto —Me volvió a sonreír para después irse de ahí.
Parece que el hippie no era tan malo después de todo.
(...)
Todo estaba listo, ya habían bajado mis maletas y solo acomodaba unos últimos detalles antes de irme.
Solo esperaba no toparme con Alejandro.
—¿Nos deja tan pronto señorita? —me preguntó el botones.
—Es un lugar genial, pero debo de retirarme —comenté sin darle mucha importancia, necesitaba salir de ahí.
—Hasta luego.
Me despedí y comencé a arrastrar mi maleta cuando oí su voz.
—¡Amalia! ―¿Acaso la mala suerte me perseguía? —¿A dónde vas? ¡Tenemos una cita con Julián Castillos! —fue lo primero que me recriminó.
—No, tú tienes una cita con él, yo no.
—¿Qué demonios te pasa?
—Nada, señor Guerrero, solo que desde este momento renuncio a ser su representante.
Él me miró atónito.
—¿Qué?
—Lo escuchaste bien, si quieres hacer tratos mejor lleva a tu flamante esposa, pero conmigo ya no cuentes.
Ya no caería más en sus trucos ni en sus promesas falsas, ante todo yo era una buena mujer que merecía algo mejor y no las migajas de otra persona.
—¡Te arrepentirás! ¡Te voy a hundir!
Dejé que me gritara todo lo que le dio su gana. Hoy por hoy, solo era yo.
Tal y como siempre debió haber sido.
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¿Problemas en el Paraíso? (Historia interactiva)
RomanceAmalia, una exitosa abogada de Nueva York, regresa a la isla que la vio nacer persiguiendo un sueño. Una vez allí, cada decisión que tome la llevará un poco más cerca de un antiguo amor o le permitirá conocer a un nuevo e intrigante hombre. Se encue...