Capítulo 12: ¿Ahora, dónde voy a dormir?

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Yo no sabía si reír o llorar. Alejandro estaba a escasos metros de mí. Su voz era inconfundible, pero cuando volteé, mi burbuja de felicidad explotó. Él venía con la rubia pechugona.

—¿Pasa algo? —me preguntó mi acompañante un tanto curioso.

Yo negué.

—No pasa nada, pensé que había visto a alguien —sonreí.

Es decir, sí, había visto justamente a la persona por la que vine a este absurdo viaje, pero no se lo iba a decir.

Por pura mala suerte, los asignaron en una mesa bastante cerca nuestro y sabía que él me había visto, ni que fuera ciego. Solo se hacía el desentendido, como siempre... pero dos pueden jugar al mismo juego.

—Entonces, Julián, ¿qué te trae a este lugar? —pregunté un poco más fuerte, para que Alejandro se diera por aludido.

Mi compañero me vio confundido pero después soltó una carcajada.

—Digamos que me quise dar un descanso antes de regresar a mi ajetreada ciudad.

—¿De dónde eres? —pregunté con interés, desviándome un poco de mi objetivo.

—México —dijo con un simple encogimiento de hombros.

—Debe ser un país precioso, nunca lo he visitado.

—Te aseguro que estas playas del caribe no tienen nada que envidiarle a las playas del Pacífico.

—No tienes remedio.

—Soy un "hippie maleducado" ¿no?

Julián es todo un estuche de monerías. Sus comentarios me hacen reír muchísimo, tanto que me olvidé por completo de mi ¿crush? Bueno, de Alejandro.

Al recordarlo, volteé disimuladamente y lo vi comiéndose a la rubia pechugona.

¡Qué se joda! Volví a centrarme en Julián.

—Y teniendo semejantes playas ¿cómo fuiste a parar aquí? —Yo estaba bastante intrigada y a la vez fascinada.

—Azares del destino —sonrió—. Así como nuestro encuentro.

Me sonroje, él era todo un coqueto.

—Parece que pasarás de ser un "hippie maleducado" a un "hippie caballeroso" —bromeé.

—¿Eso existe?

—Pues si no existía, lo acabo de inventar. —Le saqué la lengua.

Todo fue risas y diversión.

Por primera vez, me sentía feliz y sin complejos. Y no era Alejandro quien me hacía sentir así.

Después de la cena charlamos un poco más, acompañados de mucho vino tinto, una idea que se me antojaba peligrosa; pero, a la cuarta copa, lo olvidé y me centré en él.

—Oye —balbuceé, tratando de no arrastrar las palabras—. Creo que debería regresar a mi habitación.

—Te acompaño. —Lo vi incrédulamente, él estaba peor que yo, al parecer al casi-hippie casi-médico no le viene bien el alcohol.

—No creo que lleguemos a ningún lado.

—Yo sí —exclamó triunfante, causando que soltara un par de risitas.

Si ese tipo era divertido sobrio, ebrio lo era más.

—Bien, después tendré con qué chantajearte.

Nos paramos a duras penas de las sillas, agradecí infinitamente que él pagara la cuenta mucho antes de ponerse borracho.

Salimos del restaurante y por estar tan pendiente de Julián, ni reparé en si Alejandro seguía ahí o no.

Caminamos como Dios nos dio a entender, ya que no estábamos en nuestros cinco sentidos. Varias veces estuvimos a punto de tener la cara contra el piso, más él que yo, aunque eso ya no me sorprendía.

Tuve que poner mi mejor cara con los chicos de recepción, con la esperanza de que me ayudaran con Julián, que en ese momento era más peso muerto que otra cosa.

Sí me ayudaron pero por alguna razón creyeron que estábamos en la misma habitación así que lo dejaron dormido en mi cama.

Genial ¿ahora dónde voy a dormir?


Si crees que Alejandro llegará en ese momento, ve al capítulo 24.

Si crees que Julián dirá algo comprometedor entre sueños, ve al capítulo 25.


¿Problemas en el Paraíso? (Historia interactiva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora