# 4

447 62 10
                                    


La charla continuó por un buen rato. El intento de empezar a hablar de algo serio, fracasaba por alguna ocurrencia de parte de Hercules o por la pronunciación de alguna palabra de parte de Lafayette que sonaba bastante gracioso.

La distribución en la mesa era simple: Laurens y Alex de espalda y Lafayette y Hercules de frente a la entrada, lo cual les permitía a los últimos mencionados ver lo que ocurría en el pasillo.

—. Hey, deja de jugar al espía.— Hercules interrumpió la charla desviando la mirada hacia la entrada de una forma burlona.

—. No estaba jugando al espía.— La voz cuestionó y salió de detrás del marco de la puerta y se acercó un poco.

Alexander volteó su cuerpo y no creía lo que veía. —. ¿Madison?.—

—. Hey, Alexander.— James levantó la mano en forma de saludo y quedó parado frente a la mesa donde estaban reunidos.

Hamilton se pasó la mano por la cara y sonrió de forma confundida. —. Me dijeron que estabas aquí, pero no pensé en encontrarte en serio.—

—. Puedo decir lo mismo.—

—. Esperen un momento.— Laurens interrumpió.  —. ¿Se conocen?.—

—. Algo así. Fuí uno tiempo a la escuela  hace algunos años y los encontré ahí. Siempre andaba con un cubrebocas diciendo que, o estaba enfermo de alguna cosa rara, o se podría enfermar de algo igual de ocurrente.—

Madison frunció el ceño ante la declaración de Alex. —. Las enfermedades son reales. No como tú, que siempre andaba de paranoico diciendo que había alguien afuera que te buscaba, y que nunca había alguien, o te la pasabas diciendo que todos estaban tras de ti.—

—. Eso es mentira... Me llegaban mensajes y llamadas advirtiéndome sobre todo eso.—

—. Hamilton, tu teléfono nunca sonaba y aún así lo veías a cada rato.—

—. Si, pero-....— Fue interrumpido por el francés algo fastidiado por la pelea infantil que estaban teniendo. —. Callense los dos o les prometo que les rompo la silla en la cabeza.—

Todos guardaron silencio tras esto, ya que, a pesar de que pudiera sonar de broma o incluso gracioso, el poco tiempo que estuvo Alex, y lo que habían pasado los demás, los hacia saber que no era ninguna broma. —. Gracias.—

—. Bueno, dejando de lado lo que hacemos y lo que no, acabas de llegar, ¿No es así?.—

El castaño movió la cabeza en forma de afirmación. —. Creo que no han pasado ni cinco horas desde que llegué.—  Alex se movió un poco dejando un espacio a un lado de él.

Madison entendió la invitación y tomó asiento quedando entre los cuatro. —. ¿Has encontrado a alguien más aparte de ellos y supongo que de Eliza?.—

—. Solo con Burr y contigo. Aunque, cuando él me estaba mostrando el lugar, vimos a... ¿Jefferson? Aunque creo que a Washington no le gustó.—

James frunció el ceño y entrecerró los ojos. —. Así que Washington sigue contigo....—

Alex asintió. —. Él nunca me va a dejar.— Hercules colocó sus manos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante levantándose un poco. —. ¿Quién es Washington?.—

—. Es un acosador que siempre anda siguiendome a donde sea que yo vaya. ¡Incluso me siguió hasta aquí!.—

Todos a excepción de Madison lo vieron raro y con una mirada confusa. —. ¿Es real?.— Cuestionó el pecoso.

—. ¡Claro que lo es! Si no lo fuera, no tendría que estar aguantando todo lo que él me dice a cada rato.— Hubo un silencio de nuevo. —. Alex.— Madison rompió el silencio.

—. Ignoralo.— El menor arrugó la nariz y se apoyó en su antebrazo. —. No es tan fácil como crees, James.—

—. Vale la pena intentarlo, ¿No lo crees?.— Dicho esto, Madison se levantó de su lugar y salió a la habitación dejándola en silencio de nuevo.

[...]

—. Y al final él se fue y nos dejó a nosotros solos de nuevo.—

Eliza ya había llegado a buscar a Alexander. Ahora, lo estaba guiando a su habitación ya preparada por ella mientras el castaño le contaba sobre todo lo que había ocurrido en su ausencia.

—. Me alegra mucho que hayas podido pasar el tiempo con los chicos, Alex.— Eliza le brindó una sonrisa.

—. Estuvo bien. Pero, honestamente, sigo sin saber por qué Aaron se fue de esa forma si no le dije nada malo que yo recuerde.—

En eso, el rey de Roma se dignó a aparecer por uno de los pasillos que quedaba frente a ellos. Alex lo reconoció al instante y se apuró a acercarse a él.

—. ¡Hey, Aaron!.— El mencionado se detuvo y volteó hacia la voz que lo llamaba. Llevaba puesta la máscara que Alex anteriormente había visto que tenía de lado en su rostro. Esto hizo que bajara el ritmo y su entusiasmo.

—. ¿Qué quieres?.— Su voz era fría y seca. El castaño se puso un poco nervioso pero intentó controlarse.

—. Uh... ¿Estás enojado conmigo?.— El mayor no dijo nada. —. S-Si lo estás, quiero pedirte que me disculpes. Honestamente no sé muy bien lo que pude haber hecho para molestarse pero enserio me gustaría que me disculparas... No quiero tener problemas con nadie.—

Hubo un silencio de parte de Burr y este solo movió la cabeza hacia un lado y se alejó en su camino dejando a Alex algo decaído. Solo volvió con Eliza.

—. No sé lo que hice, Eliza.—

La pelinegra puso su mano en su hombro. —. No hiciste nada, Alex. No tienes por qué preocuparte.—

—. Pero estuvo bastante cortante conmigo y no recuerdo haber hecho nada malo en su contra.—

Eliza negó con la cabeza con una sonrisa en su rostro. —. No es por ti. Verás, en un tiempo tampoco entendíamos bien lo que pasaba con él porque a veces estaba muy social y al día siguiente o incluso tiempo después, andaba muy cortante y de una forma defensiva. Aprendimos a catalogarlo en dos: Aaron y Burr. Prácticamente, Aaron es el que conociste al principio y Burr es el que acabamos de ver.—

Alex ladeó la cabeza algo confundido. —. Entonces, ¿por eso lleva una máscara?.— No lo comprendía del todo.

—. Podría decirse que si. Él la usa por que, si logras llegar a tener una conversación larga con Burr, te dirá que no tiene nada que ver consigo mismo si así podríamos decirle. Quizá pasó algo en el tiempo que no lo vimos y por eso se puso así.—

—. ¿Es algo así como su contraparte para defenderse?.—

—. Precisamente.— Ya se encontraban frente a la habitación de destino y Alexander se puso en la puerta dispuesto a estar.

—. Creo que puedo entender un poco más de cómo son las cosas.—

—. Me alegra mucho saberlo.— Le quitó la mano del hombro y mantuvo la sonrisa. —. Si necesitas algo, puedes contar conmigo o con cualquiera de mis hermanas para atenderte, ¿Está bien?.—

—. Si. Muchas gracias, Eliza.—

La pelinegra se apartó de él dispuesta a irse y dejarlo. —. Buenas noches, Alex.—

—. Buenas noches....—

Y pasado esto, cada quien fue por su rumbo dejando cada pasillo en un silencio tan pacífico y acojedor.




SICK...? [Hamilton AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora