Casa a foc

12 1 0
                                    

HBD,



Inmediatamente, los hombres de Vortex pusieron manos a la obra. No se detuvieron en desaparecer a las personas que restaban por revisar, y la matazón se extendió a cada casa del pueblo. Resulta ser que Sarapiqui era un pueblo inventado, intuía Aurora. Aún no sabía cómo ni por qué, pero que el 99.99 % de la población estuviera hipnotizada de una manera tan macabra —siendo consciente de que ella casi se les unía—, no era algo fácil; sino era como una ilusión, un relleno, una distracción... ¿o un señuelo? ¿Sabría Vortex sobre la visita de Aurora; era acaso que quería atraparla? Y si no fuera a ella, ¿a quién? Y en Sarapiqui, ¿por qué?

Tantas dudas, imágenes y traumas que retumbaban en su mente como el martillo más ruidoso, golpeando cada segundo; aunado a la sensación de incertidumbre, la ansiedad que le provocaba saber que de seguro le seguían. Aquellas mentiras solo podían ganarle unos minutos, ni siquiera días. Ya tenía claro que debía salir de ahí en cuanto se ocultara el sol, y eso era tomarse demasiado tiempo. De lo que no tenía ni la menor idea era de cómo ni a dónde escapar. Para aumentar la tensión, los hombres de Vortex se aproximaban a la calle donde vivían ella y Sira, haciendo su trabajando: quemando casas, con las familias dentro de ellas, ya estuvieran de pie o sentadas en la sala, frente a esos televisores por los cuales Aurora comenzó a desarrollar un tremendo pavor, debido a su naturaleza maquiavélica. El miedo se apoderaba de su cuerpo cada vez más. Aurora podía sentir cada segundo que pasaba, incrementando sus sensaciones en cada momento.

Ni en todos los años que estudió al hombre común, ni en los años de vida que tiene, había experimentado tal sensación de pavor, suponía ella misma que ningún hombre en la faz de la tierra tampoco. Hace unos minutos atrás, no veía señales de nada; poco después, humo negro comenzó a cubrir el cielo; luego, apenas podía ver un poco de luz más allá de la casa de enfrente; y entonces ardían las casas de enfrente. Así crecía su miedo. Se alimentaba de la cercanía de aquellas llamas. En ese momento no pensó en nada, mas que solo podía esconderse. Así pues, se tiró al suelo, temblando, deseando morirse, pero no quería morir. Aurora nunca lloraba y aunque pareciera que esta ocasión lo ameritaba, no iba a cambiar de personalidad en un escenario tan poco prudente. Sí se permitía sufrir un poco, pero sabía que sufriría aún más si se quedara de manos cruzadas, sin hacer nada para resolver o detener aquello que la afligía. Primero pensó en sus cosas. Si las dejaba y se quedaban para quemarse, quizá podrían buscar entre los escombros y encontrar algo que les diera pistas sobre Lemuria, y eso no se lo podía permitir, peor aún si no quemaban su casa. Y por increíble que se lo tomaba, justo en ese momento recordó que no sabía dónde estaban la mayoría de sus cosas. El trance la había dejado en una especie de coma andante, y apenas hace unos pocos días que regresó en sí: tiempo insuficiente para conocer su propia casa. A sus preocupaciones, miedo, dudas e incertidumbre, les agregó impotencia. Pensó que podría ubicar cada cosa con ayuda de su nuevo compañero, aquel anillo que sin explicación aparente Sigurd le había regalado. Se levantó de manera lenta, cuidadosa viendo al exterior en busca de sus enemigos. Ya de pie, pero aún temblando, pensó. De momento no recordaba en hechizo.

...

Miró a todos lados: el techo, el suelo; el sofá, las sillas de la mesa; los libros... Pero nada venía a su mente. Igualmente, aún no lo sabría ella, pero aquellas sensaciones turbias tan marcadas nublaban su corazón y entorpecían sus manos. Cualquier procedimiento que pensara realizar tendría como resultado algo paralelo al estado de su mente: una búsqueda torpe e inútil. Entre cada pensamiento, comenzó a girar en su lugar, solo para añadir uno más: Sira...

Corrió hacia la puerta trasera para apenas asomar la cabeza y tratar de ver algo. Sira estaba mirando por la ventana, con sus manos recargadas sobre el cristal, cómo ardían las maderas y telas de los muebles, cortinas y sillones de las otras casas. Lo que no veía era que por el costado se acercaban unos hombres a cumplir con su función. Comenzaron a rodear la vivienda con un líquido y a cubrir las paredes. Fue cuando un tipo pasó por enfrente de ella y que otro comenzó a quebrar las ventanas para arrojar fuego dentro de su casa, que Sira se percató que era su turno de ser atacada. Finalmente el fuego se topó con la gasolina y su hogar comenzó a arder. Aurora se llenó de ira y solo eso. Olvidó sus temores y necesidades. Ese amor que tenía por su amiga se combinó con la ira que le producía verla en apuros. Y fue lo mejor que le pudo pasar a una lemuriana de Fuego. Sin pedirlo, sus manos se preparaban para emitir la energía que ella quisiera, haciéndolas brillar, rojas; como si tuviera linternas detrás de ellas, haciendo resaltar su sangre con la luz que emitiese. Solo que la linterna era el corazón de Aurora. Los hombres alcanzaron a verla. Y por la información que había hecho circular Vortex de las características específicas con las que busca algunas personas especiales, se quedaron atónitos de ver que sí eran reales. Incluso se quedaron congelados al no saber qué hacer. ¿Cómo atraparla para llevársela a Vortex? Ese tiempo que pasaron pensaron los hombres fue mortal: Aurora tuvo oportunidad de levantar sus manos y llevarse el fuego consigo, imitando la dirección con un retraso cual objeto alado con unas cadenas. Lo despegó del suelo como si despegara una etiqueta de un cartón, arrancando un poco de césped quemado. Luego lo hizo arder en el aire para arrojarlo a sus enemigos. Aurora no se detuvo rodearlos en un anillo de fuego, sino los dejó dentro de uno de tres metros de diámetro. Y no quedó más remedio que sucumbir a las llamas y morir calcinados en manos de una de las personas más nobles de Lemuria, bajo consecuencias de las acciones del ser más malvado de la galaxia.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 07, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Kumari Kandam: LemuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora