capítulo 18

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Esa realidad parecía imposible. La idea era tan grande que parecía no ser real. Incluso la sangre corría lentamente desde la mano del monstruo de color verde pálido para caer al suelo, incluso cuando un vidrioso ojo azul miraba fijamente hacia arriba.

Alice esta muerta.

Fue un hecho horriblemente simple, obvio e innegable. Su piel, que ya era pálida, parecía un papel seco, y su pelo brillante negro colgaba alrededor de su pelo como si fuera tela vieja. Aún así, parecía imposible, realmente pasó. Después de todo, ella podría estar loca, pero era Alice. Su Alice. Sus alas, su imaginación, y está muerta. ¿Cómo podría alguien tan fuerte, alguien que superó su destino después de las derrotas, estar muerta?.

Ninguno de ellos tenía la respuesta, y realmente, ninguno de los tres quería intentar responder a la pregunta. Todo lo que querían en ese momento era que sucediera algún tipo de milagro. Para que el sol brille a través de la nubes y que traiga la luz a este grupo desgarrado. Querían ver el color en sus ojos, para que esa sonrisa loca que siempre llevaba pudiera adornar su rostro una vez más.

Pero esto no era un cuento de hadas, esta no era una película de Disney, eso era la realidad. Y la gente real no vuelve de entre los muertos.

- Alice... - La voz de Danny era tan suave que era difícil de escuchar. - Vamos Alice, tienes que levantarte. Te necesitamos ahora, necesitamos tu fuerza. No puedes dejarnos, no así. ¡Vamos, Alice! ¡Levántate!.

La risa pesada de Lucious llenó el aire mientras se alimentaba de ese dolor. Solo empeorandolo

- ¡Alice! - Lo intentó de nuevo, negándose a creer lo que tenía delante de sus ojos. - ¡Por favor! ¡Me estás asustando!.

- Danny... - Percy intentó poner una mano sobre el hombro del rubio, pero él se encogió de hombros,negándose a dejar la idea de que Alice seguía viva.

- ¡Vamos, Alice! ¡Deja de bromear! ¡Tenemos que irnos a casa! Caos se preocupará si sigues así.

- Danny, es demasiado tarde... - Susurró la voz de Hanna, lagrimas de desesperación bajaban por su rostro. - Ella se ha ido.

- ¡No! - Respondió el rubio negándose a creerlo. - ¡Te equivocas! Ella... ella no puede...no... no puede morir. No así... - Se refugió en sí mismo mientras se encogí y se balanceaba hacia delante y hacia atrás mientras apoyaba la cabeza en el vacío pecho de Alice. A él no pareció importarle, ya que la sangre manchaba su piel y gritaba de agonía mientras se hundía en los abismos más profundos de la desesperación.

Y Percy, a pesar de su fuerza, valentía e inteligencia, no podía hacer nada más que observar. No hubo palabras, no gestos que pudieran brindar consuelo al rubio, ni a ninguno de los demás. Su camarada estaba muerta, y no habían echo nada para detenerlo. La culpa y la tristeza se rasgaron en su interior con garras afiladas, desgarrando su corazón cuando se apoderó del dolor. Pero, cuando esas emociones se entumecieron, un nuevo sentimiento se apoderó de él, llenando su alma con tanta energía que parecían que iba a estallar.

Rabia.

Los ojos llameantes y enfadados del color de los mares tormentosos se estrecharon, las pupilas se dilataron mientras miraba al hombre... no, lo que causaba todo este dolor. El monstruo que se llevó a su Alice lejos de ellos.

De repente, el desierto no parecía tan seco.

El agua estalló en la habitación, emergiendo de todos los océanos del mundo, todos respondieron a la llamada de su señor. Innumerables cantidades de agua se arremolinó alrededor de los pies de Percy, salpicando la arena manchada de sangre cuando la espuma de mar su volvió roja.

Los cuatro jinetes del caos: traducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora