Los cuatro jinetes del caos: traducción

Capítulo 4

Llegó el amanecer del tercer día de la llegada de los caballeros, pintando el cielo de color rojo y amarillo brillante de lo que era antes un cielo moteado con estrellas de hace solo unos instantes. A medida que el sol salía , una luz brillaba a través de las velas blancas que ondeaban perezosamente con la brisa de la mañana haciendo así que parezcan que están en llamas. Vortex flota pacíficamente en la bahía cerca del campamento mestizo, el barco blanco parecía casi como una barrera protectora gigante para los campistas más jóvenes al saber a quien pertenecía al igual que las dos cabañas al borde del campamento y la casita de hielo en el bosque.

Una figura solitaria apareció en la cubierta de la nave, el sol proyectó su sombra a través del océano. El pelo rubio brillaba a la luz, y sus ojos azul verdoso brillaban cuando Percy estiró los brazos soñolientamente sobre su cabeza. Sonriendo, se dio la vuelta e hizo un tipo de saludo a la ardiente bola de fuego que empezó a elevarse sobre la línea del horizonte.

- Otro día, me pregunto qué pasara...

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Un perro negro grande como del tamaño de una vaca estaba en una cueva oscura y húmeda.El aire estaba húmedo y las paredes apestaban a carne podrida. Los brillantes ojos amarillos del monstruo exploraban la cueva mientras caminaba, las pupilas oscuras en la oscuridad. La bestia caminaba a través de un largo túnel sinuoso, torciendo en puntos donde el camino se bifurcaba. Finalmente llegó a una habitación oscura iluminada sólo por una pocas velas que proyectaban una sombra sobre la pared.

- Mi señor - la bestia se arrastró en una profunda y respetuosa reverencia. Sin embargo, las tensiones en los músculos gruesos del perro demostraban que lo que él se inclinaba por miedo - Han pasado tres días desde que los caballeros llegaron al campamento ¿ha llegado la hora?.

Una ligera figura se volvió dramáticamente, pero la piel verde enfermiza era visible debajo de la capucha del tipo. Su boca estaba cosida con un grueso hilo negro, pero la voz de la criatura era completamente audible.

- Sssssi, si vamos a probar su fuerza, estos asesinos que Caos ama y elogia tanto.

La voz era como la de una serpiente y parecía irradiar de la misma criatura.

- Por supuesto, ¿ha pensado a quien quiere enviar? - preguntó el perro gigante mientras que en sus ojos se reflejaba el nerviosismo que sentía.

- Si. Envía a la reina del hielo para Hambruna, ya hemos hablado de los otros dos.

- ¿Y qué hay del cuarto mi señor?.

- Oh, si, ¿cómo me he podido olvidar de él?, puedes coger el último.

El perro echó sus orejas hacia atrás y su cola  entre las piernas - P-pero  señor, no soy lo suficientemente fuerte  como para asumir su control, no es posible.

Incluso con su boca cosida la criatura todavía era capaz de enseñar los dientes en una sonrisa enfermiza - Se supone que los perros son leales, ¿no es cierto? si no estás a la altura de la tarea, no creo que tengas un lugar legitimo en mi ejército.

El frío mal que irradiaba el hombre era suficiente para obligar al perro  grande a someterse el cual asintió humildemente. Al menos con los jinetes la bestia tenía una posibilidad de muerte rápida. El perro era muy consciente de lo que sucedería si desobedecía a su amo.

- Bueno. Prepara a los demás, salís a mediodía.

El perro se inclinó aún más que antes, mirando a su amo con una mezcla de miedo y admiración.

- Si... Mi señor Lucious.

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Un sombrero blanco salió lentamente de una pequeña cabaña de madera, debajo de el estaba Muerte en todo su esplendor. Sus ojos azules analizaron la zona circundante con cautela y sospecha, como si solo estuviera esperando que algo saliera de cualquier lugar en cualquier momento. Su piel bronceada brillaba a la luz y su largo pelo negro estaba recogido en un moño con algunos mechones sueltos que enmarcaban su cara.