Capítulo I

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Los preparativos para la inauguración del hotel habían empezado temprano y los nervios se iban intensificando en las cinco hermanas, especialmente en Carla que no paraba de dar órdenes a los empleados. Florencia recién se despertaba, pero aun así se sentía con mucha energía para enfrentar el día, y con su mejor sonrisa se dirigió el Hall del hotel.

—Buen día, Carla. ¿Cómo va todo?

—Ah bueno, te dignaste a aparecer. No sé si te acordás pero papá nos puso a las cinco a manejar el hotel, no a mí sola.

—Epa, *conchuda* nos levantamos medio cruzaditas.

—Mira, Florencia, a diferencia de otras estoy trabajando así que a menos que vengas a dar una mano te pido que no me molestes.

—A eso vine, décime qué necesitás.

—Andá a llevarle estos papeles a Virginia, decile que necesitamos que firmen la autorización hoy sí o sí.

Flor se dirigió a la oficina, donde encontró a su hermana mayor trabajando en la computadora.

—Hola, Vir. Carla me dijo que te diera esto, que es urgente.

—¿Qué hacés, Flor? ¿Todo bien?

—Sí, estoy re feliz por el hotel. Al final no trabajamos tan mal las cinco juntas eh.

—Parece que no, aunque ya se me rompieron los tímpanos de tanto escuchar a Carla gritar.

—Y sí, es un gran día, pero bueno, vamos a ponerle la mejor sonrisa que papá nos dio. Estaba por ir a la cocina a buscar algo para comer, ¿querés algo?

Virginia se le quedó mirando fijo y después de unos segundos le respondió medio nerviosa.

—Voy yo, ¿qué querés? Café, no, té mejor ¿no? O un jugo, o...

—Ay Vir, ¿qué te pasa?

—Nada. ¿Por qué me decís?

—Porque estás como nerviosa, no sé.

—Estoy perfecta. Bueno, traigo todo y después te servís lo que quieras.

Virginia se fue de la oficina y dejó a su hermana un poco confundida. Igualmente Flor se daba cuenta de lo que le pasaba, se daba cuenta de cómo no podía formar oraciones coherentes cuando se mencionaba algo de la cocina o de Javo, el reconocido chef que era amigo de Carla y que por alguna extraña razón había aceptado trabajar en el hotel. El cocinero no dudó en mostrar su autoridad en el área gastronómica apenas aceptó el puesto, e impuso un par de condiciones, entre ellas él mismo elegir a sus ayudantes y armar el menú sin ningún comentario de aquellos que no entendían del tema.

Virginia volvió con una bandeja llena de diferentes facturas, panes y frutas de todos los colores. Flor despejó la mesa y se dispuso a comer mientras charlaba con Vir y luego se les unió Miranda.

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El día transcurría rápido y cada vez que Flor pensaba en esa noche se ponía un poco más nerviosa. Dani, su marido desde hacía dos años, entró por la puerta principal y miró a su alrededor con sorpresa. Flor se le acercó y lo saludó con un beso suave en los labios.

—Hola, Dani. ¿Qué hacés por acá? ¿No tenés que estar *matando vacas*, perdón, trabajando?

—Sí, pero tenía un ratito y pensé pasar a saludarte y desearte suerte.

—¿Qué no vas a venir hoy? *hmmm*

—Ya lo hablamos, Flor, mi viejo quiere que cenemos con un tipo que puede llegar a ser el futuro socio del frigorífico.

No hay manera de perdernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora